Vaso medio
lleno, vaso medio vacío: percepción, referencia y sensación
El 31 de julio de 2016,
Cacho nos lanzó una pregunta sencilla pero profunda: ¿Qué piensan de la
metáfora del vaso medio lleno o medio vacío?
A primera vista, puede
parecer solo un juego de optimismo o pesimismo. Sin embargo, esta metáfora
revela procesos complejos de percepción, emoción y juicio. Las metáforas
trasladan ideas de un dominio a otro, eluden la literalidad y, al mismo tiempo,
nos permiten explicar, enseñar y reflexionar sobre fenómenos abstractos.
La satisfacción que sentimos
al mirar un vaso depende de nuestro punto de referencia. No es lo mismo ganar
100 ml de agua si el vaso estaba vacío que perder 100 ml si estaba
lleno. Esta idea central se encuentra en la teoría de las perspectivas,
desarrollada por Kahneman y Tversky. Según esta teoría:
1.
Evaluación relativa al punto
de referencia: Percibimos ganancias y pérdidas en
comparación con un nivel neutro o esperado. Perder 10 pesos duele mucho más si
nuestro punto de referencia es tener solo 50 que si es tener 1.000.
2.
Disminución de la
sensibilidad: A medida que los valores aumentan, los
cambios absolutos importan menos. La diferencia entre 100 y 200 parece más
significativa que entre 900 y 1.000, aunque la variación sea la misma.
3.
Aversión a la pérdida: Evolutivamente, responder con urgencia ante una pérdida ofrecía
ventajas de supervivencia. Por eso perder 100 dólares duele más que la alegría
de ganarlos; nuestra curva emocional es más inclinada frente a las pérdidas que
frente a las ganancias.
Estos principios se
complementan con los descubrimientos de Weber y Fechner en psicofísica. Weber
observó que nuestra percepción de un cambio depende de su proporción respecto
al estímulo inicial, no de su valor absoluto. Fechner formalizó esta
relación en una ecuación logarítmica, mostrando cómo la sensación crece más
lentamente a medida que aumenta el estímulo.
Es importante aclarar que
nuestras percepciones no siempre son estrictamente logarítmicas. La
relación logarítmica funciona bien para muchos estímulos sensoriales, pero la
experiencia emocional y cognitiva puede modificar esta relación. Por ejemplo,
la aversión a la pérdida genera una percepción asimétrica: un evento
negativo se siente mucho más intenso que uno positivo equivalente. Así, la
percepción combina la sensación física proporcional con la evaluación
subjetiva, y el punto de referencia y el contexto alteran radicalmente cómo
vivimos un mismo estímulo.
Para ilustrarlo con una
experiencia cotidiana: me regalaron una botella de champagne, y al
recibirla sentí alegría; era un “ganar” que aumentó mi bienestar. Pero en un
descuido, se me cayó y se rompió. La pérdida me dolió mucho más que la alegría
inicial: un ejemplo perfecto de aversión a la pérdida y de cómo la
percepción emocional no es lineal. La sensación de pérdida fue desproporcionada
respecto al tamaño del regalo, porque mi punto de referencia ya estaba elevado
por la anticipación y la alegría inicial.
De manera similar, la
psicofísica explica que la intensidad de nuestra sensación depende de la
proporción del cambio. Si la botella se hubiese roto mientras apenas esperaba
un simple brindis, la percepción del daño habría sido menor; al estar en un
estado de alta expectativa, el impacto subjetivo fue mucho mayor.
Al final, la metáfora del
vaso nos recuerda algo simple y profundo: nuestra interpretación de la realidad
depende de perspectiva, contexto y experiencia previa. La solución, como
dice Cacho con humor y sabiduría, no siempre es llenar el vaso; a veces basta
con un vaso más grande y aprender a apreciar su contenido… y a cuidar las
botellas de champagne.
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