Habitar el lenguaje
“La vida es el espacio donde uno se inventa a
sí mismo.”
Rafael Echeverría
¨Ontología del Lenguaje¨,
una interpretación de lo que significa ser humano, de Rafael Echeverría, fue
una sugerencia de mi consuegro José María. Por lo general coincidimos en
nuestras lecturas, y esta no fue la excepción. Echeverría sostiene que lo
social se constituye en el lenguaje. Que no es solo un instrumento para
comunicarnos, sino el medio mismo donde existimos. Gracias a su
capacidad recursiva, el lenguaje nos permite hablar sobre el habla, coordinar
nuestras coordinaciones, y hacerlo una y otra vez. En esa repetición reflexiva
—en ese volver sobre lo dicho— nace la razón y el pensamiento.
Con el alfabeto y la
escritura, el orador se separó de la palabra. El lenguaje, antes inseparable
del cuerpo y la voz, se volvió trazo y signo. Así nació el tratado, y
con él se multiplicó la posibilidad de generar ideas, y de pensar ideas sobre
ideas. Fue el gran salto hacia la reflexión abstracta.
El pensar se consideró
entonces la acción superior entre todas. Sobre esa base surgieron la lógica y
sus principios: el arte de trasladarse de una idea a otra en busca de lo
verdadero y esquivando lo falso. La racionalidad se volvió la marca de fábrica
del pensamiento occidental. Y, durante un largo tiempo, se intentó relegar las
emociones al margen del conocimiento. Pero hoy sabemos que todo comienza, se
desarrolla y termina en una emoción. Como afirma Echeverría, siguiendo a
Maturana, no hay lenguaje sin emoción, porque toda acción humana ocurre en un
espacio emocional. El lenguaje sin emoción es ruido; la emoción sin lenguaje,
impulso ciego.
Con la escritura, emergió el
sistema educativo, que organizó la transmisión del conocimiento. Y
siglos después, con el lenguaje electrónico, se cumplió la intuición de
Marshall McLuhan: la aldea global. Una nueva forma de habitar el
lenguaje —instantánea, simultánea, interconectada— donde volvemos a estar
presentes unos con otros, pero en un espacio invisible. Quizás por eso leer a
Echeverría hoy no es solo un ejercicio intelectual, sino una invitación a
detenernos y reconocer que habitamos un tejido invisible de palabras, emociones
y conversaciones que nos hacen ser quienes somos. El lenguaje no es algo que
usamos: es el lugar donde existimos.
Postulados
básicos de la ontología del lenguaje
1.-Interpretamos
a los seres humanos como seres lingüísticos, pero sin una visión
reduccionistas, ya que tenemos otros dominios, el del cuerpo y el de las
emociones.
2.-El
lenguaje como generativo, nos permite hablar sobre las cosas y que
las cosas sucedan, es acción, modela el futuro, nuestra identidad y el mundo en
que vivimos. No niega la realidad externa, ni que de lo que no hablamos no
existe, porque haría del silencio y la
nada lo mismo, y no lo son.
3.-
Los postulados anteriores nos llevan a este tercer postulado, ¨la vida es
el espacio donde uno se inventa a sí mismo¨.
El lenguaje integra los tres
dominios primarios; lenguaje-cuerpo-emociones, con influencias mutuas y coherentes,
que implican la posibilidad de utilizar uno de los dominios para referirse a
los otros. Pero los dominios son
irreductibles entre sí, por eso son dominios primarios.
Echeverría parte de una idea
sencilla y a la vez profunda: lo social se constituye en el lenguaje.
No solo vivimos con el lenguaje; ¨vivimos en él¨. Como el pez en
el agua, rara vez notamos el medio que nos sostiene. Pero todo lo humano —la
confianza, el trabajo, el amor, la promesa, el perdón— ocurre en ese espacio ¨invisible¨
donde las palabras se encuentran con las emociones y el cuerpo.
Pensábamos que el lenguaje servía para describir el mundo, hoy
entendemos que el lenguaje crea el mundo que habitamos.
Cuando decimos algo ; “acepto”,
“renuncio”…no estamos informando : estamos haciendo que algo suceda. Echeverría
llama a esto “lenguaje generativo”: el poder de hablar para que algo exista. En
ese sentido, hablar no es solo comunicar, sino actuar sobre la realidad.
En este sentido cuando hago una afirmación , me comprometo a la
veracidad de lo que afirmo. Cuando hago una declaración me comprometo a la
validez adecuado de lo declarado . Cuando hago una promesa ,una petición o una
oferta me comprometo a cumplir una promesa .
Pero la de Echeverria
no se detiene nos advierte que el ser humano no es solo lenguaje: es
también cuerpo y emoción. Y esos tres dominios —lenguaje, cuerpo,
emoción— se influyen y sostienen mutuamente. La emoción da tono al habla, el
cuerpo la encarna, y el lenguaje las proyecta, lo que decimos , lo afirmamos o
lo negamos con la postura y con la mirada.
Distingue
entre afirmar y declarar. En la
afirmación, ¨la palabra busca adecuarse¨ al mundo: “hoy llueve”. En la
declaración, ¨la palabra modifica el mundo¨: a partir de hoy, soy
libre”. Esa diferencia, aparentemente sutil, ¨es ontológica¨: mientras la
primera describe, la segunda crea. De allí surgen los juicios,
las promesas y la confianza. Cuando alguien
promete, está abriendo un futuro posible. Y por eso Echeverría escribe que “la
confianza es el juicio viga” ,la pieza que sostiene toda construcción
humana.
Sin confianza, el lenguaje se vacía; sin palabra cumplida, el mundo se desarma.
Escuchar: Es el lado oscuro del lenguaje, hablar es ¨fácil¨, escuchar es un arte no es oír. Oír es
biología; escuchar es ontología, implica interpretar, reconocer al otro,
abrirle un espacio en nuestra conciencia, es crear un lugar para que el otro
exista. En toda conversación, ocurre un pequeño milagro: uno dice lo que
dice, y el otro escucha lo que escucha. Entre ambos, se abre un abismo y
la tarea del lenguaje —y de la vida— consiste en tender puentes sobre ese
abismo, una y otra vez.
La conversación como forma de mundo Toda
organización, toda comunidad, incluso toda identidad personal, es en el fondo una
trama de conversaciones, conversamos con los demás y con nosotros mismos. Cada
historia que contamos sobre quiénes somos, sobre lo que creemos o tememos, es
una forma de conversación interna. En ese sentido, conversar es vivir y, vivir bien podría definirse como saber
conversar con el mundo, con el cuerpo y con uno mismo.
Somos narradores del ser ,Echeverría
coincide con Harari en un punto decisivo: la humanidad nació el día en que
fuimos capaces de narrar cosas que no existían y, además, creerlas, ficciones
compartidas que se vuelven reales porque las hablamos. Somos los únicos
animales que pueden habitar una historia. Por eso, cuando Echeverría
dice que “la vida es el espacio donde uno se inventa a sí mismo”, no
habla en metáfora: cada conversación es un acto de invención, cada palabra nos modifica,
cada silencio, también.
Epílogo: el
café y la palabra
Mientras escribo estas
líneas, pienso que el café tal vez sea el mejor lugar para pensar el lenguaje,
porque implica un puñado de emociones y
una conversación que va y viene . En esa escena de tardes de café con amigos se
resume toda la ¨ontología del lenguaje¨: la acción, la escucha, la confianza y
la invención mutua. Habitar el lenguaje, al fin y al cabo, es aprender a
vivir en conversación. Y cada palabra dicha con verdad —como este
“gracias”, José María— es una pequeña declaración que hace del mundo un lugar
más habitable.
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