jueves, noviembre 06, 2025

 

Habitar el lenguaje

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“La vida es el espacio donde uno se inventa a sí mismo.”

                                                                       Rafael Echeverría

¨Ontología del Lenguaje¨, una interpretación de lo que significa ser humano, de Rafael Echeverría, fue una sugerencia de mi consuegro José María. Por lo general coincidimos en nuestras lecturas, y esta no fue la excepción. Echeverría sostiene que lo social se constituye en el lenguaje. Que no es solo un instrumento para comunicarnos, sino el medio mismo donde existimos. Gracias a su capacidad recursiva, el lenguaje nos permite hablar sobre el habla, coordinar nuestras coordinaciones, y hacerlo una y otra vez. En esa repetición reflexiva —en ese volver sobre lo dicho— nace la razón y el pensamiento.

Con el alfabeto y la escritura, el orador se separó de la palabra. El lenguaje, antes inseparable del cuerpo y la voz, se volvió trazo y signo. Así nació el tratado, y con él se multiplicó la posibilidad de generar ideas, y de pensar ideas sobre ideas. Fue el gran salto hacia la reflexión abstracta.

El pensar se consideró entonces la acción superior entre todas. Sobre esa base surgieron la lógica y sus principios: el arte de trasladarse de una idea a otra en busca de lo verdadero y esquivando lo falso. La racionalidad se volvió la marca de fábrica del pensamiento occidental. Y, durante un largo tiempo, se intentó relegar las emociones al margen del conocimiento. Pero hoy sabemos que todo comienza, se desarrolla y termina en una emoción. Como afirma Echeverría, siguiendo a Maturana, no hay lenguaje sin emoción, porque toda acción humana ocurre en un espacio emocional. El lenguaje sin emoción es ruido; la emoción sin lenguaje, impulso ciego.

Con la escritura, emergió el sistema educativo, que organizó la transmisión del conocimiento. Y siglos después, con el lenguaje electrónico, se cumplió la intuición de Marshall McLuhan: la aldea global. Una nueva forma de habitar el lenguaje —instantánea, simultánea, interconectada— donde volvemos a estar presentes unos con otros, pero en un espacio invisible. Quizás por eso leer a Echeverría hoy no es solo un ejercicio intelectual, sino una invitación a detenernos y reconocer que habitamos un tejido invisible de palabras, emociones y conversaciones que nos hacen ser quienes somos. El lenguaje no es algo que usamos: es el lugar donde existimos.

Postulados básicos de la ontología del lenguaje

1.-Interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos, pero sin una visión reduccionistas, ya que tenemos otros dominios, el del cuerpo y el de las emociones.

2.-El lenguaje como generativo, nos permite hablar sobre las cosas y que las cosas sucedan, es acción, modela el futuro, nuestra identidad y el mundo en que vivimos. No niega la realidad externa, ni que de lo que no hablamos no existe, porque haría del silencio y  la nada lo mismo, y no lo son. 

3.- Los postulados anteriores nos llevan a este tercer postulado, ¨la vida es el espacio donde uno se inventa a sí mismo¨.

El lenguaje integra los tres dominios primarios; lenguaje-cuerpo-emociones, con influencias mutuas y coherentes, que implican la posibilidad de utilizar uno de los dominios para referirse a los otros. Pero los dominios son irreductibles entre sí, por eso son dominios primarios.

Echeverría parte de una idea sencilla y a la vez profunda: lo social se constituye en el lenguaje. No solo vivimos con el lenguaje; ¨vivimos en él¨. Como el pez en el agua, rara vez notamos el medio que nos sostiene. Pero todo lo humano —la confianza, el trabajo, el amor, la promesa, el perdón— ocurre en ese espacio ¨invisible¨ donde las palabras se encuentran con las emociones y el cuerpo.

Pensábamos que el lenguaje servía para describir el mundo, hoy entendemos que el lenguaje crea el mundo que habitamos. Cuando decimos algo ;  “acepto”, “renuncio”…no estamos informando : estamos haciendo que algo suceda. Echeverría llama a esto “lenguaje generativo”: el poder de hablar para que algo exista. En ese sentido, hablar no es solo comunicar, sino actuar sobre la realidad.

En este sentido cuando hago una afirmación , me comprometo a la veracidad de lo que afirmo. Cuando hago una declaración me comprometo a la validez adecuado de lo declarado . Cuando hago una promesa ,una petición o una oferta me comprometo a cumplir una promesa .

Pero la  de Echeverria  no se detiene nos advierte que el ser humano no es solo lenguaje: es también cuerpo y emoción. Y esos tres dominios —lenguaje, cuerpo, emoción— se influyen y sostienen mutuamente. La emoción da tono al habla, el cuerpo la encarna, y el lenguaje las proyecta, lo que decimos , lo afirmamos o lo negamos con la postura y con la mirada.

Distingue entre afirmar y declarar. En la afirmación, ¨la palabra busca adecuarse¨ al mundo: “hoy llueve”. En la declaración, ¨la palabra modifica el mundo¨: a partir de hoy, soy libre”. Esa diferencia, aparentemente sutil, ¨es ontológica¨: mientras la primera describe, la segunda crea. De allí surgen los juicios, las promesas y la confianza. Cuando  alguien promete, está abriendo un futuro posible. Y por eso Echeverría escribe que “la confianza es el juicio viga” ,la pieza que sostiene toda construcción humana.
Sin confianza, el lenguaje se vacía; sin palabra cumplida, el mundo se desarma.

Escuchar:  Es el lado oscuro del lenguaje, hablar es ¨fácil¨,  escuchar es un arte no es oír. Oír es biología; escuchar es ontología, implica interpretar, reconocer al otro, abrirle un espacio en nuestra conciencia, es crear un lugar para que el otro exista. En toda conversación, ocurre un pequeño milagro: uno dice lo que dice, y el otro escucha lo que escucha. Entre ambos, se abre un abismo y la tarea del lenguaje —y de la vida— consiste en tender puentes sobre ese abismo, una y otra vez.

La conversación como forma de mundo Toda organización, toda comunidad, incluso toda identidad personal, es en el fondo una trama de conversaciones, conversamos con los demás y con nosotros mismos. Cada historia que contamos sobre quiénes somos, sobre lo que creemos o tememos, es una forma de conversación interna. En ese sentido, conversar es vivir y,  vivir bien podría definirse como saber conversar con el mundo, con el cuerpo y con uno mismo.

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Somos narradores del ser ,Echeverría coincide con Harari en un punto decisivo: la humanidad nació el día en que fuimos capaces de narrar cosas que no existían y, además, creerlas, ficciones compartidas que se vuelven reales porque las hablamos. Somos los únicos animales que pueden habitar una historia. Por eso, cuando Echeverría dice que “la vida es el espacio donde uno se inventa a sí mismo”, no habla en metáfora: cada conversación es un acto de invención, cada palabra nos modifica, cada silencio, también.

Epílogo: el café y la palabra

Mientras escribo estas líneas, pienso que el café tal vez sea el mejor lugar para pensar el lenguaje, porque implica  un puñado de emociones y una conversación que va y viene . En esa escena de tardes de café con amigos se resume toda la ¨ontología del lenguaje¨: la acción, la escucha, la confianza y la invención mutua. Habitar el lenguaje, al fin y al cabo, es aprender a vivir en conversación. Y cada palabra dicha con verdad —como este “gracias”, José María— es una pequeña declaración que hace del mundo un lugar más habitable.

 

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