domingo, noviembre 16, 2025

 

 

La arquitectura invisible del conocer




Cómo unas leyes perceptivas se convirtieron en la base silenciosa del conocimiento cotidiano y científico

Un amigo, Miguel Ángel Dellamea, me había regalado hace muchos años, ¨Juegos con la Imagen¨, un libro de Franco Agostini que me revelan   la complejidad de la percepción, basada en la organización acorde con los principios de la psicología Gestalt

 

¨ cuyo principio básico afirma;  que la forma es una configuración en la cual la función de cada parte está determinada por la organización del conjunto: un todo cuyo significado no surge de sumar las partes, sino de la estructura que las integra.”

Hay descubrimientos que no nacen en un laboratorio sino como serendipias, cuando alguien mira  lo que todos miran, pero ve y entiende lo que nadie entiende. Así nació la Gestalt. No como una teoría psicológica más, sino como una revelación epistemológica: la mente no recibe el mundo, lo organiza.

En 1910, Max Wertheimer tuvo su serendipia cuando observó viajando en tren un cartel luminoso : varias luces fijas que se encendían secuencialmente producían la ilusión de un movimiento inexistente. Cualquiera habría dicho: “parece que la luz se desplaza”. Wertheimer vio otra cosa: la experiencia tiene forma antes de tener contenido; tiene estructura antes de tener interpretación. Ese fue el nacimiento del fenómeno phi, y con él, de la psicología de la Gestalt.

Pero su hallazgo va mucho más allá de la psicología. Muestra algo más profundo: una de las bases ineludibles del conocimiento humano —en la vida cotidiana y en la ciencia— es la capacidad de la mente de descubrir patrones antes de poder nombrarlos.

Las leyes de la Gestalt: el alfabeto silencioso de la percepción

Primer paso, la Gestalt  no nos propone trucos visuales ni ilusiones ópticas, sino leyes de organización. Son principios que la mente aplica espontáneamente para que el mundo no se presente como un mosaico caótico de estímulos.  Las más importantes son:

1. Ley de proximidad

Tendemos a agrupar lo que está cerca. Es la base del reconocimiento de grupos, constelaciones, objetos compuestos.

2. Ley de semejanza

Agrupamos lo que se parece. Es la semilla perceptiva del concepto científico de “clase”, “categoría”, “especie”.

3. Ley de cierre

Completamos lo incompleto. El cerebro prefiere formas cerradas. Es la base de la inferencia cotidiana.

4. Ley de continuidad

Preferimos trazos y recorridos continuos. Fundamental para anticipar trayectorias, causas y efectos.

5. Ley de destino común

Lo que se mueve junto se interpreta como un conjunto. Es la raíz perceptiva de la causalidad y de la noción de sistema.

6. Ley de pregnancia o “buena forma” La mente tiende a la forma más simple, estable y regular.
Es una economía de sentido: el orden más eficiente.

 

Estas leyes no describen el mundo: describen cómo la mente constituye un mundo interpretable. son solo el primer paso.

Luego aparece la patronidad: la capacidad de estabilizar relaciones que se repiten. Un patrón es una regularidad confiable. Cuando lo encontramos, el mundo deja de ser azaroso.

Luego la inteligibilidad que  nace a partir del patrón  es la posibilidad de comprender, explicar, anticipar.

Luego la agentividad: actuar para saber, saber para actuar porque conocer no es contemplar. El mundo se entiende en movimiento. Es la base operativa del conocimiento: poder actuar, intervenir, probar. Toda teoría —desde un niño jugando hasta un físico teórico— necesita acción para verificarse.

La mente se organiza para actuar, y actúa para comprender lo que transforma la inteligibilidad en experiencia.

Este recorrido —del caos a la forma, de la forma al patrón, del patrón a la comprensión y la acción — es común tanto al cotidiano más simple (reconocer el rostro de un amigo entre la multitud) como a la ciencia (descubrir la estructura del ADN o las leyes del movimiento). En ambos casos, el conocimiento comienza con ver relaciones, no con ver objetos.

Antifragilidad: mejorar con el error

Aquí entra Taleb y su concepto central: la antifragilidad. Un sistema antifrágil no solo soporta el desorden: crece gracias a él. La mente humana es antifrágil: cada error perceptivo, cada predicción fallida, cada patrón que colapsa es ocasión de refinamiento. La ciencia progresa así. La vida cotidiana también. Nos volvemos más sabios no porque el mundo sea estable, sino porque sabemos reajustarnos cuando no lo es.

El circuito  de retroalimentación:

  • la Gestalt organiza;
  • el patrón estabiliza;
  • la inteligibilidad explica;
  • la agentividad prueba;
  • la antifragilidad mejora.

Esta es la base del conocimiento cotidiano y científico

En un mundo saturado de estímulos, complejidad y ruido, estas leyes son nuestro primer kit de supervivencia cognitiva. No vemos para entender: entendemos para ver.
Y en ese ver —configurado, comprendido, operado y afinado— se apoya todo conocimiento humano, desde el más humilde hasta el más sofisticado.

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