La arquitectura invisible del conocer
Un amigo, Miguel Ángel Dellamea,
me había regalado hace muchos años, ¨Juegos con la Imagen¨, un libro de
Franco Agostini que me revelan la complejidad de la percepción, basada en la
organización acorde con los principios de la psicología Gestalt
¨ cuyo principio básico
afirma; que la forma es una configuración en la
cual la función de cada parte está determinada por la organización del
conjunto: un todo
cuyo significado no surge de sumar las partes, sino de la estructura que las
integra.”
Hay descubrimientos que no nacen en un laboratorio sino como serendipias,
cuando alguien mira lo que todos miran,
pero ve y entiende lo que nadie entiende. Así nació la Gestalt. No como una
teoría psicológica más, sino como una revelación epistemológica: la mente
no recibe el mundo, lo organiza.
En 1910, Max Wertheimer tuvo su serendipia cuando observó viajando en
tren un cartel luminoso : varias luces fijas que se encendían secuencialmente
producían la ilusión de un movimiento inexistente. Cualquiera habría dicho:
“parece que la luz se desplaza”. Wertheimer vio otra cosa: la
experiencia tiene forma antes de tener contenido; tiene estructura antes de
tener interpretación. Ese fue el nacimiento del fenómeno phi, y con
él, de la psicología de la Gestalt.
Pero su hallazgo va mucho más allá de la psicología. Muestra algo más
profundo: una de las bases ineludibles del conocimiento humano —en la vida
cotidiana y en la ciencia— es la capacidad de la mente de descubrir patrones
antes de poder nombrarlos.
Las leyes
de la Gestalt: el alfabeto silencioso de la percepción
Primer paso, la Gestalt no nos propone trucos visuales ni ilusiones
ópticas, sino leyes de organización. Son principios que la mente aplica
espontáneamente para que el mundo no se presente como un mosaico caótico de
estímulos. Las más importantes son:
1. Ley de
proximidad
Tendemos a agrupar lo que está
cerca. Es la base del reconocimiento de grupos, constelaciones, objetos
compuestos.
2. Ley de
semejanza
Agrupamos lo que se parece. Es la
semilla perceptiva del concepto científico de “clase”, “categoría”, “especie”.
3. Ley de
cierre
Completamos lo incompleto. El
cerebro prefiere formas cerradas. Es la base de la inferencia cotidiana.
4. Ley de
continuidad
Preferimos trazos y recorridos
continuos. Fundamental para anticipar trayectorias, causas y efectos.
5. Ley de
destino común
Lo que se mueve junto se
interpreta como un conjunto. Es la raíz perceptiva de la causalidad y de la
noción de sistema.
6. Ley de
pregnancia o “buena forma” La mente tiende a la forma más simple, estable y
regular.
Es una economía de sentido: el orden más eficiente.
Estas leyes no describen el
mundo: describen cómo la mente constituye un mundo interpretable. son solo el primer paso.
Luego aparece la patronidad: la capacidad de estabilizar
relaciones que se repiten. Un patrón es una regularidad confiable. Cuando
lo encontramos, el mundo deja de ser azaroso.
Luego la
inteligibilidad que nace a partir del patrón es la posibilidad de comprender, explicar,
anticipar.
Luego la agentividad: actuar para saber, saber para
actuar porque conocer no es contemplar. El mundo se entiende en movimiento. Es
la base operativa del conocimiento: poder actuar, intervenir, probar. Toda
teoría —desde un niño jugando hasta un físico teórico— necesita acción para
verificarse.
La mente se organiza para actuar,
y actúa para comprender lo que transforma la inteligibilidad en experiencia.
Este recorrido —del caos a la forma, de la forma al patrón, del patrón a
la comprensión y la acción — es común tanto al cotidiano más simple (reconocer
el rostro de un amigo entre la multitud) como a la ciencia (descubrir la
estructura del ADN o las leyes del movimiento). En ambos casos, el
conocimiento comienza con ver relaciones, no con ver objetos.
Antifragilidad:
mejorar con el error
Aquí entra Taleb y su concepto
central: la antifragilidad. Un sistema antifrágil no solo soporta el desorden: crece
gracias a él. La mente humana es antifrágil: cada error perceptivo,
cada predicción fallida, cada patrón que colapsa es ocasión de refinamiento.
La ciencia progresa así. La vida cotidiana también. Nos volvemos más sabios
no porque el mundo sea estable, sino porque sabemos reajustarnos cuando
no lo es.
El circuito
de retroalimentación:
- la Gestalt organiza;
- el patrón estabiliza;
- la inteligibilidad explica;
- la agentividad prueba;
- la antifragilidad mejora.
Esta es
la base del conocimiento cotidiano y científico
En un mundo saturado de estímulos, complejidad y ruido, estas leyes son
nuestro primer kit de supervivencia cognitiva. No vemos para entender: entendemos
para ver.
Y en ese ver —configurado, comprendido, operado y afinado— se apoya todo
conocimiento humano, desde el más humilde hasta el más sofisticado.
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