martes, noviembre 11, 2025

 

 

Ensayos de café:

La cinta de Möbius y el arte de ser entendido

Imagen que contiene interior, pequeño, vistiendo, oso de peluche

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Todo comenzó con una remera. Nacho llevaba estampado un símbolo extraño, una especie de “Y” abierta que captó la atención .

—¿Eso representa el infinito? —preguntó, un laboratorista.
—Es una “Y” —respondí.

Entonces consulto al ¨cumpa digital¨ que  confirmó mi respuesta. El símbolo de infinito quedo pendiente por eso  hice una seña al mozo; él entendió que pedía la cuenta, aunque en realidad yo solo quería una birome. Cuando aclaré que deseaba escribir, sonrió y me alcanzó un bolígrafo.

 

Sigo aprendiendo...: LA CINTA DE MOEBIUS (2)Por qué es tan importante la cinta de Moebius? (1 de 2) - Todo tiene un  porqué - YouTube

En una servilleta dibujé el signo del infinito y, con otra, formé una cinta de Moebius. Carlos, observó con interés; captó la doble dimensión —matemática y simbólica— del gesto. Pero el resto del grupo no participo. Percibí una incomodidad difusa. Más tarde me lo hicieron saber: que, en medio de una charla distendida, lo que hice había parecido fuera de lugar, incluso una falta de respeto por dirigirme solo al ingeniero.

No fue mi intención apartarme, pero  lo que para mí era contextualizar —abrir el sentido— para otros podía parecer salirse del tema. Es una costumbre frecuente que debo  tener presente para evitar rispideces.

La conversación continuo como es habitual sin GPS y por lo tanto con rumbo desconocido. Pero después de acerca de algunos comentarios  no convencionales , con nombre propio a disposición , se derivó en evaluación,  empecé recordando a Kahneman  y  su experiencia como evaluador. Apenas pronuncié su nombre, Nacho me interrumpió.  Entonces preferí callar. Comprendí que había algo en mi   forma, no en el contenido, que debía mejorar. Seguimos hablando de otros temas sin nada en especial y se hizo la hora de cierre de lo de Marta con un ambiente tranquilo y ,mozos empezando su tarea de limpieza.

Días después, en otra tarde de café, volvimos a encontrarnos. Pero esta vez éramos tres: Nacho, Carlos y yo. Con cuidado traje nuevamente a la mesa la cinta de Möbius tratando de explicarle a Nacho su importancia. Carlos, como buen ingeniero, habló de su estructura y su belleza topológica. Nacho seguía sin entusiasmo, pero me escuchó con atención, pese a que íntimamente creo no le provocaba ningún signo, aunque mínimo , de estar padeciendo el Síndrome de Stendhal que es una reacción emocional y física intensa que experimentan algunas personas al contemplar arte, belleza extrema o entornos culturales que las abruman un con lo que di por terminado el tema

Me decidí preguntar de manera prudente de si alguna vez se habían sentido ser evaluados. Nacho recordó a la maestra Torterolla que lo estímulo en la poesía; yo evoqué a dos docentes: Iturriaga Gabancho, de filosofía y lógica, y el profesor de Cardiología  que me evaluó durante  quince días previo al ingreso a la residencia, con una fórmula sencilla y  tajante: “se queda o se va”. Con esta introducción se me hizo posible volver  a  Kahneman, inicialmente, pero sin nombrarlo: Recordé el sesgo ¨de la coherencia emocional exagerada¨ ( efecto halo)  que está vivo cotidianamente y , cuyos los ejemplos sobran.

Les comenté básicamente el método : escribir las notas al dorso, de las respuestas de sus alumnos  para no dejarse influir sesgadamente. Al final, cuando revelaba los nombres, muchas veces se sorprendía: aquel que “parecía flojo” solía estar mejor que el que causaba buena primera impresión.

Así vio con claridad, que la *coherencia emocional exagerada*  depende más de la primera mirada que del juicio justo. Un conocimiento que nació en la calle —“si es linda, es buena; si es simpático, es inteligente”— pero que también se infiltra, silencioso, en nuestras aulas.

En un momento recordé que Nacho me mando lo de Alvares Klar y la importancia de la epistemología con docentes preparados para los niveles apropiados  Entonces Nacho, más entusiasmado, pregunto  algo que me sorprendió ¿ La epistemología es una ciencia nueva? ,

Nueva no —le respondí—. Su nombre viene del griego episteme, que significa “poner el saber sobre bases firmes”. Ya Platón la distinguía de la simple opinión (doxa), Aristóteles la convirtió en método, y desde entonces no ha dejado de transformarse.

Descartes la fundó en la duda, Kant la hizo crítica, Peirce con la abducción, Popper la volvió falsable, Kuhn la pensó en paradigmas, y Morin la reinventó como complejidad.

La epistemología es milenaria. Pero cada generación la redescubre cuando se atreve a pensar cómo sabe lo que cree saber. Por eso debería enseñarse desde los primeros años, no como una materia lejana, sino como el arte de comprender cómo comprendemos.

Carlos asintió en silencio, y por primera vez la conversación pareció encontrar su equilibrio. Comprendí que el pensamiento no siempre entra por la puerta principal del argumento. A veces necesita dar una vuelta, como la cinta de Möbius, para regresar al mismo punto desde otra cara. Y entendí también que contextualizar no es desviarse, sino buscar la forma de que el sentido se escuche. El verdadero arte no está solo en tener razón, sino en encontrar el modo y el momento en que la razón puede ser compartida.

Pensar, comprendí, es un poco como recorrer la cinta de Möbius: solo quien se atreve a girar y volver sobre lo andado descubre que ambas caras, al fin, son una sola.

 

Epílogo

En síntesis, la epistemología es milenaria, aun cuando muchos epistemólogos  que la practicaron no supieran que lo eran. Desde el primer ser humano que dudó de lo que veía, comenzó esta ciencia : el arte de interrogar al conocimiento mismo. Por eso, cada vez que, en un café, en un aula o en una conversación cualquiera  se pregunta cómo sabe lo que cree saber, la epistemología vuelve a nacer.

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