Las tres raíces internas del Yo emergente
La
ciencia ha hecho una identificación muy clara de las tres dimensiones internas
fundamentales que sostienen la sensación de identidad: la propiocepción, la
interocepción y la introspección. Estas
tres raíces no son meros mecanismos fisiológicos, sino instancias profundas del
conocimiento encarnado.
La
propiocepción nos sitúa en el espacio, anclando la noción de
“yo” a un cuerpo que se mueve y percibe. La interocepción introduce
la conciencia del organismo como un sistema vivo, donde los ritmos internos
—latido, respiración, temperatura, hambre— configuran un fondo de presencia
constante. La introspección, finalmente, es la capacidad de
dirigir la atención hacia los propios estados mentales, reflexionar sobre ellos
y narrarlos. De la interacción dinámica entre estas tres raíces, junto con la
información sensorial externa y el contexto social, emerge la sensación de
continuidad personal que denominamos Yo.
El Yo es
una configuración dinámica que se actualiza constantemente en el
cruce entre cuerpo, entorno y lenguaje. En este sentido, la Gestalt constituye
la materia prima del Yo emergente. Es el proceso cognitivo más elemental
mediante el cual la mente organiza tanto la realidad externa como la imagen
interna del propio cuerpo. La Gestalt no es solo una forma perceptiva,
sino una forma del sentido: el modo en que el caos perceptual se convierte en
totalidad inteligible. De la forma al sentido: la secuencia funcional del Yo
emergente.
Secuencia
de emergencia del Yo, podríamos plantearla de la siguiente cadena funcional:
Gestalt
→ Patronicidad → Inteligibilidad → Agentividad
1.-Gestalt:
Es
el primer nivel de organización perceptiva. Permite que lo fragmentario
adquiera forma, que el flujo continuo de estímulos se configure en unidades
coherentes. Es el acto primario de unificación: aquello que separa la figura
del fondo, que traza contornos entre “yo” y “mundo”. Sin esta capacidad de
configurar totalidades, no habría identidad perceptiva ni corporal.
2.-Patronicidad:
Sobre
la base de la Gestalt, la mente reconoce regularidades. La patronicidad es la
tendencia a detectar patrones en el flujo sensorial, simbólico o social.
Constituye la raíz de toda predicción y aprendizaje. Allí donde la Gestalt da
forma, la patronicidad da estabilidad: convierte lo efímero en reconocible. Es
el nivel donde el sistema nervioso empieza a anticipar, a inferir y a encontrar
coherencias. Cuando este nivel se altera, el mundo puede volverse caótico o,
por el contrario, excesivamente ordenado (como en la rigidez perceptiva o el
pensamiento obsesivo).
3-Inteligibilidad:
Emerge
cuando los patrones adquieren sentido. La inteligibilidad transforma la
percepción en comprensión: traduce la regularidad en significado. Aquí nace el
pensamiento conceptual, la auto interpretación y la narrativa del Yo. En
términos peirceanos, es el momento del tercero: la mediación simbólica que
permite decir “esto significa algo”. Sin inteligibilidad, habría experiencia
sensorial, pero no comprensión de sí mismo.
4.-Agentividad:
El
sentido se convierte en acción, es la conciencia de ser autor de los actos. No
se reduce al movimiento voluntario, sino que implica una integración entre
percepción, intención y consecuencia. Sentirse agente es sentir que el cuerpo y
la mente responden al mundo de manera coherente. Es el punto en que la
experiencia se cierra sobre sí misma y genera la certeza de identidad activa:
“soy yo quien hace esto”.
El
equilibrio frágil del Yo Cuando alguno de estos eslabones se debilita, la
experiencia del Yo se fragmenta. Cada operación hace posible la siguiente, la experiencia del Yo
se construye en un flujo dinámico, el resultado final no está en ninguna
parte por separado, sino que emerge del encadenamiento.
Si falla la Gestalt, el
mundo se disuelve en fragmentos sensoriales.
Si se altera la
patronicidad, la realidad pierde regularidad o se ve invadida por falsas
conexiones.
Si
se perturba la inteligibilidad, el sentido se dispersa y la narración de sí
mismo se vuelve incoherente.
Y
si se rompe la agentividad, la persona deja de sentirse autora de sus actos:
aparece la experiencia de alienación o disociación.
El Yo es
una cadena de operaciones integradas que organizan la experiencia desde el
cuerpo hacia la acción. La
propiocepción alimenta la Gestalt; la interocepción sostiene la patronicidad
emocional; la introspección emerge de la inteligibilidad; y la agentividad
encarna la síntesis de todas.
El Yo
emergente, entonces, no es una entidad sino un proceso de coherencia dinámica.
Una arquitectura viva donde el cuerpo siente, el cerebro organiza, la mente
interpreta y la conciencia actúa. En ese ciclo continuo se renueva, a cada
instante, la experiencia de ser alguien.
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