sábado, noviembre 15, 2025

 

Las tres raíces internas del Yo emergente

La ciencia ha hecho una identificación muy clara de las tres dimensiones internas fundamentales que sostienen la sensación de identidad: la propiocepción, la interocepción y la introspección.  Estas tres raíces no son meros mecanismos fisiológicos, sino instancias profundas del conocimiento encarnado.

La propiocepción nos sitúa en el espacio, anclando la noción de “yo” a un cuerpo que se mueve y percibe. La interocepción introduce la conciencia del organismo como un sistema vivo, donde los ritmos internos —latido, respiración, temperatura, hambre— configuran un fondo de presencia constante. La introspección, finalmente, es la capacidad de dirigir la atención hacia los propios estados mentales, reflexionar sobre ellos y narrarlos. De la interacción dinámica entre estas tres raíces, junto con la información sensorial externa y el contexto social, emerge la sensación de continuidad personal que denominamos Yo.

 

El Yo es una configuración dinámica que se actualiza constantemente en el cruce entre cuerpo, entorno y lenguaje. En este sentido, la Gestalt constituye la materia prima del Yo emergente. Es el proceso cognitivo más elemental mediante el cual la mente organiza tanto la realidad externa como la imagen interna del propio cuerpo. La Gestalt no es solo una forma perceptiva, sino una forma del sentido: el modo en que el caos perceptual se convierte en totalidad inteligible. De la forma al sentido: la secuencia funcional del Yo emergente.

 

Secuencia de emergencia del Yo, podríamos plantearla de la siguiente cadena funcional:

 

Gestalt → Patronicidad → Inteligibilidad → Agentividad

 

1.-Gestalt: Es el primer nivel de organización perceptiva. Permite que lo fragmentario adquiera forma, que el flujo continuo de estímulos se configure en unidades coherentes. Es el acto primario de unificación: aquello que separa la figura del fondo, que traza contornos entre “yo” y “mundo”. Sin esta capacidad de configurar totalidades, no habría identidad perceptiva ni corporal.

2.-Patronicidad: Sobre la base de la Gestalt, la mente reconoce regularidades. La patronicidad es la tendencia a detectar patrones en el flujo sensorial, simbólico o social. Constituye la raíz de toda predicción y aprendizaje. Allí donde la Gestalt da forma, la patronicidad da estabilidad: convierte lo efímero en reconocible. Es el nivel donde el sistema nervioso empieza a anticipar, a inferir y a encontrar coherencias. Cuando este nivel se altera, el mundo puede volverse caótico o, por el contrario, excesivamente ordenado (como en la rigidez perceptiva o el pensamiento obsesivo).

3-Inteligibilidad: Emerge cuando los patrones adquieren sentido. La inteligibilidad transforma la percepción en comprensión: traduce la regularidad en significado. Aquí nace el pensamiento conceptual, la auto interpretación y la narrativa del Yo. En términos peirceanos, es el momento del tercero: la mediación simbólica que permite decir “esto significa algo”. Sin inteligibilidad, habría experiencia sensorial, pero no comprensión de sí mismo.

4.-Agentividad: El sentido se convierte en acción, es la conciencia de ser autor de los actos. No se reduce al movimiento voluntario, sino que implica una integración entre percepción, intención y consecuencia. Sentirse agente es sentir que el cuerpo y la mente responden al mundo de manera coherente. Es el punto en que la experiencia se cierra sobre sí misma y genera la certeza de identidad activa: “soy yo quien hace esto”.

 

El equilibrio frágil del Yo Cuando alguno de estos eslabones se debilita, la experiencia del Yo se fragmenta. Cada operación hace posible la siguiente, la experiencia del Yo se construye en un flujo dinámico, el resultado final no está en ninguna parte por separado, sino que emerge del encadenamiento.

Si falla la Gestalt, el mundo se disuelve en fragmentos sensoriales.

Si se altera la patronicidad, la realidad pierde regularidad o se ve invadida por falsas conexiones.

Si se perturba la inteligibilidad, el sentido se dispersa y la narración de sí mismo se vuelve incoherente.

Y si se rompe la agentividad, la persona deja de sentirse autora de sus actos: aparece la experiencia de alienación o disociación.

 

El Yo es una cadena de operaciones integradas que organizan la experiencia desde el cuerpo hacia la acción. La propiocepción alimenta la Gestalt; la interocepción sostiene la patronicidad emocional; la introspección emerge de la inteligibilidad; y la agentividad encarna la síntesis de todas.

 

El Yo emergente, entonces, no es una entidad sino un proceso de coherencia dinámica. Una arquitectura viva donde el cuerpo siente, el cerebro organiza, la mente interpreta y la conciencia actúa. En ese ciclo continuo se renueva, a cada instante, la experiencia de ser alguien.

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