domingo, octubre 19, 2025

La arquitectura invisible de la enseñanza y el pensamiento


 

La arquitectura invisible de la enseñanza y el pensamiento


Debajo de todo aprendizaje hay una arquitectura invisible. Se trata de una metáfora apropiada de nuestra estructura mental profunda que ¨sostiene¨ la manera en que construimos sentido. Esa arquitectura tiene distintos pilares, pero la patronalidad, la agencia,  el baseyianismo y, la epistemología son fundamentales.

  • La patronalidad es la capacidad de reconocer y organizar patrones, base de toda comprensión y predicción.
  • La agencia nos permite atribuir intenciones, comprender causas y anticipar acciones, especialmente de otros seres vivos.
  • La epistemología regula cómo adquirimos y validamos el conocimiento: el modo en que sabemos que sabemos.

Estas tres dimensiones conforman parte de la gramática cognitiva con la que interpretamos el mundo. El aprendizaje no consiste en acumular datos, sino en inferir, predecir y ajustar y en esa tarea  nuestro cerebro  que es, en esencia, un sistema bayesiano calcula probabilidades  de las hipótesis que han sido inferidas  ,las contrasta con la experiencia y corrige en lo posible los errores. Así construimos sentido, aprendemos e innovamos donde  las inferencias no son un lujo intelectual: son la base evolutiva de nuestra inteligencia.

Todo esto está inscrito en nuestra  plaqueta milenaria, tallada por la historia de nuestra mente. En ella se leen las huellas de la curiosidad, la duda, la anticipación, la sorpresa y la capacidad de revisar nuestras creencias. La educación no debería ignorar este legado. Aunque no sea la única base posible, constituye el suelo fértil de toda innovación creativa.

Con esta idea en mente, volví a los seis fieles servidores de Kipling, reinterpretándolos y ampliándolos. Decía originalmente Rudyard Kipling:

“Tengo seis fieles servidores que me enseñaron todo lo que sé:
sus nombres son Qué, Quién, Cuándo, Dónde, Por qué y Cómo.”

Hoy, con respeto, propongo agregar dos más: Con qué y Para qué. Porque toda enseñanza significativa no depende solo de las preguntas con que abrimos nuestra mochila cogntiva, sino también de los instrumentos con los que pensamos (con qué) y de los fines que perseguimos al hacerlo (para qué). Sin esas dos dimensiones —instrumental y teleológica—, el pensamiento corre el riesgo de volverse un ejercicio vacío, sin dirección.

Cada uno de estos “servidores” puede verse reflejado en las materias fundamentales de nuestra formación intelectual sirva como un ejemplo a ampliar ;matemática, física, historia, filosofía, lengua y literatura, y la base cognitiva/epistemológica—, cuya función original muchas veces se ha perdido. A modo de síntesis, propongo una forma concreta de organizarlas:

1.      Matemática

o   Qué: patrones y relaciones

o   Cómo: modelos y cálculos

o   Con qué: lenguaje lógico y simbólico

o   Para qué: razonar y resolver problemas

2.      Física

o   Qué: fenómenos y fuerzas

o   Cómo: observar, experimentar y predecir

o   Con qué: instrumentos de medición y modelos teóricos

o   Para qué: comprender la naturaleza

3.      Historia

o   Quién / Cuándo / Dónde: personas, momentos y lugares

o   Por qué: causas y consecuencias

o   Con qué: fuentes, documentos y relatos

o   Para qué: interpretar el pasado y proyectar el futuro

4.      Filosofía

o   Por qué / Cómo: cuestionar ideas y construir argumentos

o   Con qué: conceptos, razonamiento, diálogo

o   Para qué: desarrollar juicio crítico y autonomía

5.      Lengua y literatura

o   Qué / Cómo: articular ideas, emociones y narrativas

o   Con qué: palabras, metáforas y estructuras lingüísticas

o   Para qué: comunicar, imaginar y construir sentido

6.      Base cognitiva y epistemológica

o   Qué / Cómo / Por qué: organizar inferencias, ajustar creencias, conectar conocimientos

o   Con qué: cerebro bayesiano, agencia y reconocimiento de patrones

o   Para qué: sustentar la innovación creativa y la acción autónoma

Cada “servidor” cumple una función dentro del ecosistema del pensamiento. Los de Kipling (qué, quién, cuándo, dónde, por qué, cómo) orientan la búsqueda del conocimiento; los nuevos (con qué, para qué) orientan su uso y su sentido. Ambos planos son necesarios: sin los primeros no hay comprensión; sin los segundos, no hay dirección.

 

Epílogo:

Enseñar a pensar es el núcleo de toda educación significativa. No se trata de formar repetidores de datos, sino constructores de sentido. Edgar Morin lo expresó con precisión:“ El conocimiento del conocimiento debe formar parte del conocimiento mismo.” No basta con saber cosas: hay que saber cómo las sabemos, con qué las construimos y para qué las usamos. El probable fracaso del aprendizaje  no reside en sus contenidos, sino en haber olvidado su propósito. Cada disciplina nació de una necesidad humana profunda: comprender el mundo, interpretar el tiempo, pensar lo justo, nombrar lo vivido. La tarea educativa consiste en devolverles esa raíz.

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