jueves, noviembre 20, 2025


 

Pensamos por defecto”



Probabilidad previa, abducción y la mente humana como máquina bayesiana económica

La Red por Defecto el cerebro nunca descansa

El querido Oscar siempre nos traía algo para pensar, en una de nuestras tardes de laboratorio en el café de Marta, hace décadas nos aportó la expresión “red neuronal por defecto”. Termino que  siempre generó confusión. Parece sugerir un modo pobre, secundario, casi un estado de inactividad. Pero es exactamente todo lo contrario: se trata de la actividad basal del cerebro, aquello que ocurre cuando ninguna tarea externa exige recursos atencionales.

Cuando no estamos resolviendo un problema puntual, ni atendiendo estímulos, ni ejecutando instrucciones, el cerebro no descansa. El cerebro nunca descansa. Y más aún: cuando no hace algo específico, se está haciendo a sí mismo.

Esa es la función profunda de la Red Neuronal por Defecto: sostener la identidad, reorganizar la memoria, simular futuros probables, integrar experiencias dispersas y mantener la continuidad narrativa del yo. Es un proceso de auto-síntesis constante.

En términos neurocognitivos, este “por defecto” es una economía del cerebro: vuelve automáticamente a su actividad intrínseca, aquella que garantiza la cohesión del sistema. No es un vacío, es el taller interno del pensamiento.

En términos bayesianos, es el espacio donde habitan nuestras probabilidades previas: lo que el cerebro presupone del mundo antes de que aparezcan los datos. En términos filosóficos, es el mar interior en el que se forman las corrientes de sentido.

Cuando los neurocientíficos comenzaron a medir actividad cerebral en los años 90 con PET y más tarde con fMRI, descubrieron un fenómeno perturbador: el cerebro consumía más energía “en reposo” que durante muchas tareas cognitivas. Eso obligó a replantear la idea misma de “reposo”. En 2001, Marcus Raichle formalizó el concepto: el cerebro tiene un modo de funcionamiento endógeno, continuo, que no depende del exterior. Ese modo no es accesorio: es estructural. No es secundario: es constitutivo del yo.

Es el mecanismo por el cual el cerebro: revisa y actualiza la historia personal, imagina escenarios futuros, refina expectativas implícitas, organiza la memoria autobiográfica y sostiene nuestra orientación en el mundo. El cerebro no  alterna entre hacer y no hacer,  un sistema  que alterna entre hacer y hacerse.

Incluye: probabilidad previa, razonamiento inverso, abducción, el término “por defecto”, la red neuronal por defecto, la lógica adversarial del sistema judicial, él razonamiento médico, y la idea central: cuando el cerebro no hace algo específico, se está haciendo a sí mismo.

El pensar  por defecto es la lógica invisible de la mente humana

Hay gestos cotidianos que revelan estructuras profundas del pensamiento. Ver un síntoma y preguntarse por la causa; observar un hecho y suponer una historia previa; escuchar un crujido y anticipar un posible peligro. No hace falta saber matemáticas para hacerlo: la mente humana es bayesiana por defecto.
Es decir, interpretamos el mundo partiendo de lo que ya creemos, suponemos o esperamos —nuestras probabilidades previas—, y ajustamos esas creencias a medida que llegan nuevas evidencias.

Este proceso es tan natural que no lo notamos. Creemos que pensamos directamente en la realidad, pero en verdad pensamos desde nuestras expectativas, desde ese marco implícito de interpretaciones que ya está funcionando antes de que aparezcan los datos. Pensar —en su forma más básica— es actualizar probabilidad condicional sin saber que lo hacemos.

Abducción: pensar de los hechos a las causas

Este movimiento mental tiene un nombre técnico: abducción. Es la inferencia que va del efecto a la causa, el razonamiento que comienza con lo que observamos y busca explicarlo. Así razona un médico cuando ve fiebre y sospecha infección; así razona un detective cuando encuentra huellas; así razona cualquiera que despierta y huele humo. La abducción no demuestra: propone la mejor hipótesis disponible. Es un modo de pensamiento orientado al mundo real, lleno de incertidumbre, pero tremendamente eficaz. Es el modo de pensamiento que, sencillamente, nos permite sobrevivir.

El razonamiento cotidiano: del efecto a la causa

La vida diaria no está hecha de cálculos. Está hecha de inferencias. Y la inferencia más común —la más humana— es esta: vemos un efecto y buscamos su causa.

Alguien llega tarde → suponemos un motivo. Oímos un ruido → adivinamos su origen.
Vemos una emoción ajena → inferimos lo que la provoca. Ese movimiento mental es la probabilidad condicional inversa: “Dado que veo X, ¿qué causa es ahora más probable?”    Es Bayes, pero sin fórmulas. Es abducción, pero sin nombre. Así razonamos, casi siempre.

 

Ejemplo paradigmático: el razonamiento médico

Ningún dominio ilustra mejor este patrón que la medicina clínica. El paciente llega con un síntoma —fiebre, tos, dolor, palpitaciones— y el médico hace lo que el cerebro humano está diseñado para hacer: inferir la causa a partir del efecto. No piensa: “¿Cuál es la probabilidad de fiebre si tuviera neumonía?” Ese sería el cálculo directo. Piensa: “Dado este cuadro, ¿qué diagnóstico es más probable?” Ese es el cálculo inverso.

La medicina es una práctica bayesiana cotidiana: hipótesis inicial (prior), examen físico y estudios (evidencia),actualización diagnóstica (posterior).

La clínica enseña que la inferencia inversa no es un vicio: es el modo natural humano de entender el mundo cuando está en juego la vida.

El abogado y la lógica adversarial

Una excepción aparente a esta ley cognitiva es el trabajo del abogado defensor.
A diferencia del médico o el investigador, que parten del dato hacia la hipótesis, el abogado muchas veces parte de la conclusión deseada —la inocencia del acusado— y construye desde allí la narrativa que la respalde. Esto no es un defecto del pensamiento del abogado: es la naturaleza adversarial del sistema judicial, que se basa en dos narrativas en conflicto para forzar al tribunal a examinar las evidencias desde múltiples ángulos. Es otra forma de pensamiento inverso, pero institucionalizado.

El término “por defecto”: un equívoco que oculta algo profundo

En este punto aparece una palabra clave: por defecto. Hablamos de razonamiento por defecto, de expectativas por defecto, de funcionamiento por defecto. Y podríamos pensar que “por defecto” significa carencia, pasividad o inactividad. Pero no. En neurociencia, esta palabra nombra una de las funciones más activas y fundamentales del cerebro.

La Red Neuronal por Defecto (Default Mode Network) fue identificada formalmente en 2001 por Marcus Raichle, aunque las primeras señales aparecieron en los años 90. Su descubrimiento cambió la forma de entender lo que el cerebro “hace cuando no hace nada”. Porque el cerebro nunca “no hace nada”.

Durante décadas creímos que el cerebro descansaba entre tareas. Luego descubrimos algo perturbador: en reposo consume más energía que durante muchas actividades cognitivas. ¿Qué está haciendo cuando no estamos enfocados en una tarea? La respuesta es simple y poderosa: Cuando el cerebro no hace algo específico, se está haciendo a sí mismo.

La llamada "red por defecto" no es un modo secundario: es el modo fundamental. Allí el cerebro:

reorganiza la memoria autobiográfica, construye y refina la identidad, anticipa futuros posibles, evalúa riesgos implícitos, integra información dispersa, repasa experiencias, y sostiene la continuidad del yo.

No es un vacío: es un taller interno con un trabajo profundo de integración. No es un error: es la economía de energía más inteligente que la evolución produjo. Decir que el cerebro descansa cuando no hace nada es como decir que el mar descansa cuando la superficie está calma. En profundidad, las corrientes no se detienen nunca.

La Red por Defecto como el suelo del pensamiento bayesiano

Ahora se ve y se conoce claramente la conexión: el pensamiento bayesiano por defecto —la tendencia natural a razonar desde expectativas previas— surge precisamente porque existe esa red de actividad interna constante. La Red por Defecto es el suelo biológico donde viven nuestras creencias tácitas, nuestros guiones mentales, nuestras probabilidades previas. Es allí donde: Se elaboran las hipótesis que usamos para interpretar el mundo, se ensayan futuros posibles, se revisa lo vivido, se le da sentido a lo que nos pasa.

La abducción —esa inferencia que va del efecto a la causa— no ocurre desde el vacío, sino desde esa base insondable de experiencias acumuladas, reorganizadas una y otra vez en la profundidad del cerebro.

 

Red Neuronal por Defecto

Pensamos por defecto. No en el sentido vulgar de equivocarnos, sino en el sentido profundo y evolutivo de funcionar en modo económico, rápido y eficiente. El cerebro humano —que representa solo el 2% del cuerpo, pero consume el 20% de su energía— no puede darse el lujo de calcular todo desde cero. Necesita atajos. Por eso vivimos apoyados en probabilidades previas, sesgos, tasas base, abducciones rápidas y una enorme cantidad de inferencias implícitas que se fabrican sin que lo notemos. Ese es nuestro modo neurocognitivo natural.

La probabilidad previa como semilla abductiva

Antes de que un hecho aparezca, ya tenemos una hipótesis. Esa hipótesis inicial —el prior— es una mezcla de memoria, experiencia, cultura y biografía que funciona como una semilla abductiva. Peirce lo habría definido como el primer paso de toda explicación: un salto razonable, incompleto, que no demuestra, pero orienta.

La probabilidad previa es: lo que creemos antes de ver, lo que esperamos antes de escuchar, lo que suponemos antes de preguntar, lo que explicamos antes de tener pruebas.

Sin probabilidad previa, priors, el mundo sería incomprensible.

El razonamiento cotidiano: del efecto a la causa

La vida diaria no está hecha de cálculos. Está hecha de inferencias. Y la inferencia más común —la más humana— es esta: vemos un efecto y buscamos su causa. Alguien llega tarde → suponemos un motivo. Oímos un ruido → adivinamos su origen.Vemos una emoción ajena → inferimos lo que la provoca. Ese movimiento mental es la probabilidad condicional inversa: “Dado que veo X, ¿qué causa es ahora más probable?”    Es Bayes, pero sin fórmulas. Es abducción, pero sin nombre. Así razonamos, casi siempre.

Una metáfora apropiada: el mar interior

Podemos imaginar la Red Neuronal por Defecto como un mar interior silencioso.
La superficie puede parecer tranquila: no hay tareas, no hay demandas, no hay estímulos. Pero en el fondo, las corrientes trabajan sin pausa. Mezclan experiencias, sedimentan recuerdos, afinan predicciones, calientan ideas que más tarde emergen como intuiciones. Pensamos como pensamos porque ese mar nunca duerme.

Adenda

Subconsciente: término psicológicamente amplio que alude a procesos no conscientes, pero que no especifica dónde ocurren ni cómo se organizan.

Red Neuronal por Defecto (RND): un circuito específico del cerebro (precuneus, corteza medial prefrontal, lóbulo parietal inferior, hipocampo) activo cuando no estamos enfocados en una tarea externa.

La RND es una parte del territorio del subconsciente, pero el subconsciente incluye muchos otros sistemas: estructuras límbicas, ganglios basales, cerebelo, sistemas de memoria implícita, automatismos motores, etc.

 

Epilogo

Tal vez el mayor descubrimiento de las neurociencias contemporáneas es que no somos lo que pensamos conscientemente, sino lo que nuestro cerebro construye cuando creemos que no está haciendo nada. Vivimos, actuamos y decidimos apoyados en ese trabajo silencioso: las probabilidades previas, la identidad en mutación, las hipótesis que se incuban, las historias que nos contamos. Pensamos por defecto no porque falle algo, sino porque la vida exige pensar incluso cuando no lo notamos. Lo explícito es apenas la punta de un iceberg. Lo que nos sostiene —lo que nos hace posibles— ocurre siempre en el fondo.

El cerebro humano navega un mundo demasiado vasto e incierto con un GPS pequeño pero admirable:
la probabilidad previa, la abducción, la inferencia inversa, la Red neuronal por Defecto. Pensamos por defecto porque no habría pensamiento posible de otra manera. Ese modo rápido, económico, plausible y revisable es el que nos permite sobrevivir, diagnosticar, interpretar, amar, colaborar, discutir, explorar y aprender. La maravilla no es que tengamos sesgos. La maravilla es que, con tan poco, logremos tanto. Pensamos por defecto… Y gracias a eso, pensamos.

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