“Pensamos por defecto”
Probabilidad
previa, abducción y la mente humana como máquina bayesiana económica
La Red por Defecto el cerebro nunca descansa
El querido Oscar siempre nos
traía algo para pensar, en una de nuestras tardes de laboratorio en el café de
Marta, hace décadas nos aportó la expresión “red neuronal por defecto”. Termino
que siempre generó confusión. Parece
sugerir un modo pobre, secundario, casi un estado de inactividad. Pero es
exactamente todo lo contrario: se trata de la actividad basal del cerebro,
aquello que ocurre cuando ninguna tarea externa exige recursos atencionales.
Cuando no estamos
resolviendo un problema puntual, ni atendiendo estímulos, ni ejecutando
instrucciones, el cerebro no descansa. El cerebro nunca descansa. Y más
aún: cuando no hace algo específico, se está haciendo a sí mismo.
Esa es la función profunda de la Red Neuronal
por Defecto: sostener la identidad, reorganizar la memoria, simular futuros
probables, integrar experiencias dispersas y mantener la continuidad narrativa
del yo. Es un proceso de auto-síntesis constante.
En términos neurocognitivos, este “por
defecto” es una economía del cerebro: vuelve automáticamente a su
actividad intrínseca, aquella que garantiza la cohesión del sistema. No es un
vacío, es el taller interno del pensamiento.
En términos bayesianos, es el espacio donde
habitan nuestras probabilidades previas: lo que el cerebro presupone del
mundo antes de que aparezcan los datos. En términos filosóficos, es el mar
interior en el que se forman las corrientes de sentido.
Cuando los neurocientíficos
comenzaron a medir actividad cerebral en los años 90 con PET y más tarde con
fMRI, descubrieron un fenómeno perturbador: el cerebro consumía más energía
“en reposo” que durante muchas tareas cognitivas. Eso obligó a replantear
la idea misma de “reposo”. En 2001, Marcus Raichle formalizó el concepto: el
cerebro tiene un modo de funcionamiento endógeno, continuo, que no depende del exterior.
Ese modo no es accesorio: es estructural. No es secundario: es constitutivo
del yo.
Es el mecanismo por el cual
el cerebro: revisa y actualiza la historia personal, imagina escenarios
futuros, refina expectativas implícitas, organiza la memoria autobiográfica y
sostiene nuestra orientación en el mundo. El cerebro no alterna entre hacer y no hacer, un sistema
que alterna entre hacer y hacerse.
Incluye: probabilidad previa, razonamiento
inverso, abducción, el término “por defecto”, la red neuronal por defecto, la
lógica adversarial del sistema judicial, él razonamiento médico, y la idea
central: cuando el cerebro no hace algo específico, se está haciendo a sí
mismo.
El pensar por defecto es la lógica invisible de la mente
humana
Hay gestos cotidianos que
revelan estructuras profundas del pensamiento. Ver un síntoma y preguntarse por
la causa; observar un hecho y suponer una historia previa; escuchar un crujido
y anticipar un posible peligro. No hace falta saber matemáticas para hacerlo: la
mente humana es bayesiana por defecto.
Es decir, interpretamos el mundo partiendo de lo que ya creemos, suponemos o
esperamos —nuestras probabilidades previas—, y ajustamos esas creencias
a medida que llegan nuevas evidencias.
Este proceso es tan natural
que no lo notamos. Creemos que pensamos directamente en la realidad, pero en
verdad pensamos desde nuestras expectativas, desde ese marco implícito
de interpretaciones que ya está funcionando antes de que aparezcan los datos.
Pensar —en su forma más básica— es actualizar probabilidad condicional
sin saber que lo hacemos.
Abducción:
pensar de los hechos a las causas
Este movimiento mental tiene
un nombre técnico: abducción. Es la inferencia que va del efecto a la
causa, el razonamiento que comienza con lo que observamos y busca explicarlo.
Así razona un médico cuando ve fiebre y sospecha infección; así razona un
detective cuando encuentra huellas; así razona cualquiera que despierta y huele
humo. La abducción no demuestra: propone la mejor hipótesis disponible.
Es un modo de pensamiento orientado al mundo real, lleno de incertidumbre, pero
tremendamente eficaz. Es el modo de pensamiento que, sencillamente, nos
permite sobrevivir.
El
razonamiento cotidiano: del efecto a la causa
La vida diaria no está hecha de cálculos. Está hecha de inferencias. Y
la inferencia más común —la más humana— es esta: vemos un efecto y buscamos
su causa.
Alguien llega tarde → suponemos un motivo. Oímos un ruido → adivinamos
su origen.
Vemos una emoción ajena → inferimos lo que la provoca. Ese movimiento mental es
la probabilidad condicional inversa: “Dado que veo X, ¿qué causa es
ahora más probable?” Es Bayes,
pero sin fórmulas. Es abducción, pero sin nombre. Así razonamos, casi siempre.
Ejemplo
paradigmático: el razonamiento médico
Ningún dominio ilustra mejor
este patrón que la medicina clínica. El paciente llega con un síntoma
—fiebre, tos, dolor, palpitaciones— y el médico hace lo que el cerebro humano
está diseñado para hacer: inferir la causa a partir del efecto. No
piensa: “¿Cuál es la probabilidad de fiebre si tuviera neumonía?” Ese
sería el cálculo directo. Piensa: “Dado este cuadro, ¿qué diagnóstico es
más probable?” Ese es el cálculo inverso.
La medicina es una práctica bayesiana
cotidiana: hipótesis inicial (prior), examen
físico y estudios (evidencia),actualización diagnóstica (posterior).
La clínica enseña que la inferencia inversa no
es un vicio: es el modo natural humano de entender el mundo cuando está en
juego la vida.
El abogado
y la lógica adversarial
Una excepción aparente a
esta ley cognitiva es el trabajo del abogado defensor.
A diferencia del médico o el investigador, que parten del dato hacia la
hipótesis, el abogado muchas veces parte de la conclusión deseada —la
inocencia del acusado— y construye desde allí la narrativa que la respalde.
Esto no es un defecto del pensamiento del abogado: es la naturaleza
adversarial del sistema judicial, que se basa en dos narrativas en
conflicto para forzar al tribunal a examinar las evidencias desde múltiples ángulos.
Es otra forma de pensamiento inverso, pero institucionalizado.
El término
“por defecto”: un equívoco que oculta algo profundo
En este punto aparece una
palabra clave: por defecto. Hablamos de razonamiento por defecto, de
expectativas por defecto, de funcionamiento por defecto. Y podríamos pensar que
“por defecto” significa carencia, pasividad o inactividad. Pero no. En
neurociencia, esta palabra nombra una de las funciones más activas y
fundamentales del cerebro.
La Red Neuronal por
Defecto (Default Mode Network) fue identificada formalmente en 2001 por
Marcus Raichle, aunque las primeras señales aparecieron en los años 90. Su
descubrimiento cambió la forma de entender lo que el cerebro “hace cuando no
hace nada”. Porque el cerebro nunca “no hace nada”.
Durante décadas creímos que
el cerebro descansaba entre tareas. Luego descubrimos algo perturbador: en
reposo consume más energía que durante muchas actividades cognitivas. ¿Qué
está haciendo cuando no estamos enfocados en una tarea? La respuesta es simple
y poderosa: Cuando el cerebro no hace algo específico, se está haciendo a sí
mismo.
La llamada "red por defecto" no es
un modo secundario: es el modo fundamental. Allí el cerebro:
reorganiza la memoria autobiográfica,
construye y refina la identidad, anticipa futuros posibles, evalúa riesgos implícitos,
integra información dispersa, repasa experiencias, y sostiene la continuidad
del yo.
No es un vacío: es un taller
interno con un trabajo profundo de integración. No es un error: es
la economía de energía más inteligente que la evolución produjo. Decir
que el cerebro descansa cuando no hace nada es como decir que el mar descansa
cuando la superficie está calma. En profundidad, las corrientes no se detienen
nunca.
La Red por
Defecto como el suelo del pensamiento bayesiano
Ahora se ve y se conoce claramente la conexión: el pensamiento bayesiano
por defecto —la tendencia natural a razonar desde expectativas previas— surge
precisamente porque existe esa red de actividad interna constante. La
Red por Defecto es el suelo biológico donde viven nuestras creencias tácitas,
nuestros guiones mentales, nuestras probabilidades previas. Es allí
donde: Se elaboran
las hipótesis que usamos para interpretar el mundo, se ensayan futuros
posibles, se revisa lo vivido, se le da sentido a lo que nos pasa.
La abducción —esa inferencia que va del efecto a la causa—
no ocurre desde el vacío, sino desde esa base insondable de experiencias
acumuladas, reorganizadas una y otra vez en la profundidad del cerebro.
Red Neuronal por Defecto
Pensamos por defecto.
No en el sentido vulgar de equivocarnos, sino en el sentido profundo y
evolutivo de funcionar en modo económico, rápido y eficiente. El cerebro humano
—que representa solo el 2% del cuerpo, pero consume el 20% de su energía— no
puede darse el lujo de calcular todo desde cero. Necesita atajos. Por eso
vivimos apoyados en probabilidades previas, sesgos, tasas base,
abducciones rápidas y una enorme cantidad de inferencias implícitas que
se fabrican sin que lo notemos. Ese es nuestro modo neurocognitivo natural.
La
probabilidad previa como semilla abductiva
Antes de que un hecho
aparezca, ya tenemos una hipótesis. Esa hipótesis inicial —el prior— es
una mezcla de memoria, experiencia, cultura y biografía que funciona como una semilla
abductiva. Peirce lo habría definido como el primer paso de toda
explicación: un salto razonable, incompleto, que no demuestra, pero orienta.
La probabilidad previa es: lo que creemos antes de ver, lo que esperamos antes de escuchar, lo que suponemos antes de preguntar, lo que explicamos antes de tener pruebas.
Sin probabilidad
previa, priors, el mundo sería incomprensible.
El
razonamiento cotidiano: del efecto a la causa
La vida diaria no está hecha de cálculos. Está hecha de inferencias. Y
la inferencia más común —la más humana— es esta: vemos un efecto y buscamos
su causa. Alguien llega tarde → suponemos un motivo. Oímos un ruido →
adivinamos su origen.Vemos una emoción ajena → inferimos lo que la provoca. Ese
movimiento mental es la probabilidad condicional inversa: “Dado que
veo X, ¿qué causa es ahora más probable?”
Es Bayes, pero sin fórmulas. Es abducción, pero sin nombre. Así
razonamos, casi siempre.
Una
metáfora apropiada: el mar interior
Podemos imaginar la Red
Neuronal por Defecto como un mar interior silencioso.
La superficie puede parecer tranquila: no hay tareas, no hay demandas, no hay
estímulos. Pero en el fondo, las corrientes trabajan sin pausa. Mezclan
experiencias, sedimentan recuerdos, afinan predicciones, calientan ideas que
más tarde emergen como intuiciones. Pensamos como pensamos porque ese mar nunca
duerme.
Adenda
Subconsciente: término
psicológicamente amplio que alude a procesos no conscientes, pero que no
especifica dónde ocurren ni cómo se organizan.
Red Neuronal por Defecto (RND): un circuito específico del cerebro (precuneus,
corteza medial prefrontal, lóbulo parietal inferior, hipocampo) activo cuando
no estamos enfocados en una tarea externa.
La RND es una parte del territorio del
subconsciente,
pero el subconsciente incluye muchos otros sistemas: estructuras límbicas,
ganglios basales, cerebelo, sistemas de memoria implícita, automatismos
motores, etc.
Epilogo
Tal vez el mayor
descubrimiento de las neurociencias contemporáneas es que no somos lo que
pensamos conscientemente, sino lo que nuestro cerebro construye cuando creemos
que no está haciendo nada. Vivimos, actuamos y decidimos apoyados en ese
trabajo silencioso: las probabilidades previas, la identidad en mutación, las
hipótesis que se incuban, las historias que nos contamos. Pensamos por defecto
no porque falle algo, sino porque la vida exige pensar incluso cuando no lo
notamos. Lo explícito es apenas la punta de un iceberg. Lo que nos sostiene
—lo que nos hace posibles— ocurre siempre en el fondo.
El cerebro humano navega un
mundo demasiado vasto e incierto con un GPS pequeño pero admirable:
la probabilidad previa, la abducción, la inferencia inversa, la Red neuronal
por Defecto. Pensamos por defecto porque no habría pensamiento posible de otra
manera. Ese modo rápido, económico, plausible y revisable es el que nos permite
sobrevivir, diagnosticar, interpretar, amar, colaborar, discutir, explorar y aprender.
La maravilla no es que tengamos sesgos. La maravilla es que, con tan poco,
logremos tanto. Pensamos por defecto… Y gracias a eso, pensamos.
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