El ENIGMA CUANTICO
Todo aquel al que la mecánica cuántica no le parezca insólita es que no
la ha entendido
N.Bohr.
Estábamos en la casa de
Lito, con Alfredo, el Dr. Leguizamón, era el día del amigo 20 07 16 e íbamos
festejarlo con unas pastas a la putanezca que preparó Walter, cuando
Lito nos dijo; ¨que me pueden decir de la
mecánica cuántica, porque una vez le pregunte a un conocido y en realidad me
quede con más interrogantes que respuestas¨. Lito eso no está mal, esta
cita previa de alguna manera dice que estas encaminado, que no estás solo. La
mecánica cuántica está llena de interrogantes, Einstein y Bohr no se pusieron
de acuerdo durante toda su vida aun cuando compartían un piso
común que les permitió debatir sin perder la amistad. Lo que vos sentiste
aquella vez —la sensación de que todo se vuelve más extraño de lo esperado— es
parte intrínseca del viaje.
Lo grande y su orden: el mundo clásico
G.
Galilei, fue el creador del método
científico e Isaac Newton formulo las
bases profundas de la mecánica clásica, según decía; subiendo sobre los hombros
de gigantes. Newton nos hizo pensar al universo como un relojito que el gran
relojero dio cuerda, No tenemos dudas acerca de las innumerables aplicaciones
cotidianas de la mecánica clásica, las que van desde tomar la presión arterial,
usar nuestra bicicleta, viajar en avión o mandar gentes a la luna… Es
sólida, eficaz, cotidiana. En ella existe la mente, la materia, y el observador
es un espectador, nunca un protagonista.
Para la física clásica
hay mente y hay materia, excluye al observador, y el libre albedrío queda a
cargo de la psicología, la filosofía, la
teología…Pero un adagio dice: Hasta
donde sabemos la teoría newtoniana es una aproximación, la mecánica cuántica es
correcta
Lo muy pequeño donde comienza lo insólito
Cuando
bajamos al nivel del átomo —y aún más abajo— las leyes de Newton dejan de
funcionar y la lógica clásica se vuelve insuficiente. Allí rigen otros
principios, tan contraintuitivos que parecen rozar lo absurdo: probabilidades
puras, dualidades imposibles, resultados que dependen del acto mismo de
medirlos.
Las leyes que nos regaló Newton no se pueden
aplicar, como tampoco tiene cabida la lógica clásica, sus principios son contraintuitivos,
allí lo aleatorio y el ``absurdo`` son los personajes protagónicos. Este lugar de lo aparentemente ilógico, de lo
muy pequeño, es también el de lo ¨muy
preciso¨. Allí y así, es donde es reina la mecánica cuántica.
El
libro *El Enigma Cuántico* de Bruce Rosemblum y Fred Kuttner comienza con
un comentario que les había hecho un colega acerca de su libro:
¨Aunque lo que dicen es correcto, exponer este material a los no
científicos es el equivalente intelectual de dejar que los niños jueguen con
pistolas cargadas¨.
El libro se basa en la negación que hace la mecánica cuántica
de la existencia de un mundo real independiente de su ¨observación¨, un
principio difícil de digerir y asimilar, tanto que hasta A. Einstein se
resistía a conceder ese poder a la ``observación¨ y lo expresaba palabras más
palabras menos, diciendo:
Quiero que la luna este allí, aunque yo no la
observe.
El problema es que la física cuántica no le dio ese gusto. Creo que con esto ya
bastaría para dar tranquilidad a Lito y a muchos de nosotros. Pero algunos
pueden seguir hasta que les den las neuronas. La teoría cuántica avanza más
allá de lo meramente físico como lo
revela una de sus frases fundacionales; * La observación crea la realidad observada*. No es posible la realidad física
independiente de la observación*.
Pero, cualquier observador.
Podes no aceptar la propuesta, si no sabemos su
historia todo tiene olor a cuento, no a ¨cuanto¨, pero se nos borra inmediatamente
esta idea cuando nos advierten, que además de ser exitosa desde el punto de
vista teórico, por su alto grado de precisión, más de un tercio de la economía
mundial depende en la actualidad de la mecánica cuántica, y va por todo.
La visión del mundo que esta teoría nos aporta no solo es
más extraña de lo que suponemos, sino de lo que podríamos suponer, este sería
el lugar donde la física se encuentra con
la conciencia, un encuentro que no tiene por qué convertirse en relación.
¿O sí?
Se la concibió para explicar la mecánica que rige el
comportamiento a nivel atómico, la energía cambia solo de manera discreta, a
esto es lo que denomino cuantos. El ¨cuanto¨ salió a escena para buscar una explicación de la radiación
de los cuerpos incandescentes, según el trabajo de Max Planck.
Pero fue Niels Bohr quien reconoció que la física se había
topado con el observador, y que la observación produce la propiedad
observada .La palabra clave paso a ser ``observación``, y siempre que
aludimos a la observación se hace presente la conciencia. ¿Cada vez más claro?
El origen
del enigma
La historia comienza con Max Planck, quien descubrió que la energía no
fluye de manera continua, sino en pequeños “paquetes”: los cuantos. Pero
fue Bohr quien proporciono el giro más radical: donde hay observación, hay
interacción, y donde hay interacción, hay creación de propiedades. Antes
de ser observados, los sistemas microscópicos no tienen atributos definidos. No
son partículas u ondas; son una superposición de posibilidades. Esto
llevó a afirmaciones dramáticas: La observación crea la propiedad
observada. No existe realidad física independiente de la observación. Él
observador no puede ser eliminado de la teoría.
Pero la precisión de las predicciones cuánticas es absoluta. Y más de un
tercio de la economía mundial depende de dispositivos basados en sus
principios: láseres, chips, resonancias magnéticas, relojes atómicos,
comunicaciones digitales. Uno puede no aceptar el misterio, pero no puede
negar su éxito. Este es el punto donde la física toca la puerta de la
filosofía, y detrás aparece la conciencia. Es un encuentro incómodo, casi un
“secreto de familia”.
La interpretación de Copenhague según Bohr
La
interpretación de Copenhague afirma que la observación produce las propiedades observadas,
estableciendo:
*Que una observación tiene lugar allí donde un objeto
microscópico a escala atómica interacciona con un objeto macroscópico*
Esta forma de interpretación es la más ortodoxa y
pragmática a la hora de enseñar y aplicar la mecánica cuántica. Existen otras
explicaciones que están a tu
disposición. Un ejemplo hace las cosas
un poco más fáciles de entender; si un fotón pega contra una película
fotográfica, la película ha observado
un fotón. De acuerdo con esta interpretación los objetos del dominio
microscópico carecen de realidad hasta que se observan. Pero nos tira un
salvavidas, no niega la realidad de la
luna, las sillas, los gatos… Con esto debería bastar, pero significo años de
discusión entre Einstein y Bohr.
Tengamos
presente que según la teoría cuántica una partícula puede ser una onda extensa
o una partícula concentrada, esta dualidad está respaldada por el principio de
incertidumbre de Heisenberg que limita la precisión con la que se puede saber
la posición y el movimiento simultáneamente.
El colapso de la función de onda es el momento en que se transforma abruptamente
la onda de energía en partícula de energía, y se crea así la realidad al
ser interpretada por nuestros sentidos.
Como
corolario la mecánica cuántica al incluir al observador y la observación nos llevó a enfrentarnos directamente con los
dos enigmas de la humanidad más importantes;
el libre albedrio y la conciencia.
El
desafío de la dualidad
Según la
cuántica, una partícula puede comportarse como onda extensa o como punto
concentrado. El principio de incertidumbre de Heisenberg nos dice que no
podemos conocer simultáneamente posición y velocidad con precisión absoluta. No
por ignorancia nuestra, sino porque la naturaleza no las posee al mismo
tiempo de manera definida. Es un golpe a la intuición, al sentido común, a
la idea de un mundo independiente. Y, sin embargo, funciona.
Los múltiples universos:
Otra
interpretación, tan contraintuitiva como la interpretación de Copenhague, es la que el físico Hugh Everett III publicó, y que Bryce DeWitt rotulo con el nombre "muchos mundos". Según esta
teoría, en el momento mismo de la medición el universo se divide y se
multiplica en varias copias, una por cada resultado posible.
Jorge Luis Borges ¨qué raro¨ , es el primero en formular esta alternativa al tiempo lineal,
al menos es la más aproximada a la teoría de Everett. Hay también una cita de
William James, a quien Borges leyó por influjo paterno:
"Las
realidades parecen flotar en un mar de posibilidades más ancho que aquel de
donde fueron escogidas, y en algún lugar, dice el indeterminismo, esas
posibilidades existen y forman una parte de la verdad".
J.L. Borges propone en El jardín de los senderos
que se bifurcan, un laberinto temporal en el que, cada vez que uno se
enfrenta con varias alternativas, en vez de optar por una y eliminar otras,
"opta simultáneamente– por todas. Crea así diversos porvenires, diversos
tiempos, que también proliferan y se bifurcan". La literatura de Borges había llegado mucho antes.
Según A. Rojo, las correspondencias entre el cuento de Borges y el trabajo
de Everett hacen que, si uno pone los párrafos lado a lado, en el de Everett la ciencia suena a ficción y, en
el de Borges, la ficción se lee como ciencia.
… A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no
creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempo, en
una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos.
Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o secularmente se
ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de estos
ejemplos, en algunos existe usted, en otros, yo, no usted, en otros, los dos…
"Cuando escribo no pienso en términos de
enseñar. Pienso que mis historias, de algún modo, me son dadas y mi tarea es
narrarlas. Tampoco busco connotaciones implícitas ni parto de ideas abstractas.
No soy un cazador de símbolos". Fíjese qué curioso, porque lo único
que yo sé de física viene de mi padre, que me enseñó cómo funcionaba el
barómetro"." ¡Qué
imaginativos son los físicos! JL Borges:
Adenda:
La decoherencia cuántica es la
interacción del mundo cuántico indeterminado con el clásico determinado, es la
responsable de todo lo que pasa en el universo, Pero la consecuencia es inquietante:
De este
lado del mundo el macroscópico, las cosas existen independientemente de que las
miremos: la luna, las sillas, los gatos.
Del otro
lado el cuántico, la realidad no está definida hasta que algo o alguien
la observa. El puente
entre ambos mundos es la decoherencia, el mecanismo que hace que lo
cuántico se vuelva clásico sin que el universo se vuelva un caos de
posibilidades superpuestas.
Epílogo
Es el concepto más difícil de digerir en mecánica cuántica es, sin duda,
la inclusión del observador (y la conciencia) como un elemento activo en
la creación de la realidad. La frase fundacional destacada —"La
observación crea la realidad observada"— es el núcleo del enigma y el
origen del famoso desacuerdo entre Einstein y Bohr. La
resistencia de Einstein ("Quiero que la Luna esté allí, aunque yo no la
observe") resume perfectamente la colisión entre el sentido común
filosófico y los resultados experimentales.
Si entre el 50–70% de la economía
mundial moderna depende, directa o indirectamente, de la mecánica cuántica. No por
“gatos de Schrödinger”, sino por semiconductores, láseres, resonancia
magnética, GPS, telecomunicaciones y electrónica…, todos fundamentados en
fenómenos cuánticos cuya base filosófica es que la realidad no está definida
hasta ser medida (un ¨cuanto, de energía¨, un colapso de la
función de onda), entonces no podemos descartarla como "cuento" o
simple especulación. El éxito tecnológico es la prueba de su precisión. La
pregunta no es si es correcta, sino qué implicaciones tiene para nuestra
comprensión de la existencia identifica correctamente el momento en que la
física "toca la puerta de la filosofía" para enfrentarse a los dos
enigmas humanos fundamentales: el libre albedrío y la conciencia.
El concepto de decoherencia cuántica es crucial, es la respuesta técnica
a cómo el mundo borroso de las probabilidades cuánticas se convierte en el
mundo sólido y determinado que experimentamos. La interacción constante
de un sistema cuántico con su vasto entorno (el mundo clásico) destruye
rápidamente la superposición, fijando la realidad que medimos. En el fondo, lo
que Lito preguntó aquella tarde —entre pastas, amigos y risas— no era qué es la
mecánica cuántica, sino cómo es posible que un mundo tan sólido como el
nuestro dependa de algo tan esquivo como la observación. No hay respuestas
simples. Pero sí hay una certeza:
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