Aprender
a aprender: el desafío permanente
Preguntando a los laboratoristas del café acerca si leyeron el manual de
instrucciones de su auto la mayoría reconoce que salvo algún problema nunca le
dieron prioridad.
En realidad, lo que me interesaba era poder recordar a los amigos que el
¨manual de uso personal¨ es menos tenido
en cuenta pese a su importancia y que debemos usar diariamente.
Cada vez que lo hacemos, reorganizamos nuestro manual mental,
complejizamos nuestra forma de pensar y ampliamos nuestras posibilidades de
actuar en el mundo. Dicho de otro modo: aprendemos ¨escribiendo y reescribiendo¨, paso a paso permanentemente, nuestro propio “manual de
uso”. Sin embargo, las teorías que apoyan el aprendizaje han recorrido un largo camino
para explicar como se realiza y ocurre este proceso que va desde el
conductismo a la construcción activa.
Podríamos decir sin equivocarnos que el conductismo fue el primer
gran intento de sistematizar el aprendizaje y uso de nuestro manual de uso
personal. Desde Pavlov hasta Watson y Skinner, se lo pensó como un proceso de
estímulo y respuesta: lo que importa es lo observable y medible. Watson llegó a
afirmar que, con la educación adecuada, cualquier niño podría ser convertido en
médico, abogado o ladrón. Aunque hoy suene radical, esta visión sigue presente
en prácticas educativas centradas en la repetición y el control.
Luego apareció el cognitivismo,
que se preguntó por lo que sucede dentro de la mente de nuestro manual y aprender
dejó de ser solo reaccionar a estímulos y pasó a entenderse como procesamiento
del conocimiento: percibir,
almacenar, recuperar, organizar. Aquí entran autores como Ausubel, con su
énfasis en los “organizadores previos”, averiguar lo que ya se sabe cómo punto
de partida ,para dar sentido a lo que incorporamos.
Pero el constructivismo
fue un paso decisivo: aprender no es solo procesar datos, sino construir
activamente significados. Piaget mostró que nuestras estructuras cognitivas
evolucionan en etapas, y Vygotski subrayó la importancia del contexto social y
cultural. Conceptos como la zona de desarrollo próximo y el andamiaje
de Bruner explican cómo el aprendizaje se potencia con la ayuda de otros y el
manual de uso mental se enriquece.
El posconstructivismo se relaciona apropiadamente con estas páginas
del manual: las reconoce , las integra y las amplía. Valoriza la importancia de
los procesos internos, conductismo, cognitivismo, la construcción activa de
significados. Pero los sitúa en un marco
más dinámico, flexible y plural donde el aprendizaje del manual ya
no se entiende como algo individual y lineal, sino como un proceso situado,
distribuido y en red, atravesado por lo social, lo emocional y lo
tecnológico.
En la práctica, esto significa reconocer que hoy aprendemos este
primordial manual dentro y fuera de un aula como en una comunidad virtual,
tanto de un profesor como de un compañero, un tutorial de YouTube o una
inteligencia artificial.
Bateson,
Dilts y los niveles del aprendizaje
Gregory
Bateson profundizó aún más: no todos los aprendizajes
son iguales. A veces solo repetimos patrones (aprendizaje cero). Otras veces
adaptamos lo que ya sabemos (aprendizaje I). Pero hay niveles más hondos: en el
aprendizaje II y III cambiamos creencias, valores o incluso nuestra
identidad. Y en ocasiones excepcionales, se producen saltos revolucionarios
(aprendizaje IV).
Robert
Dilts, inspirado en Bateson, insistió en que los
aprendizajes se tejen a partir de creencias, valores y mapas mentales.
El lenguaje, en este sentido, cumple un doble papel: nos permite representarnos
el mundo y, al mismo tiempo, compartirlo con otros. Aprender a aprender implica
entonces también cuestionar nuestros propios supuestos y ampliar el
marco desde el cual interpretamos la realidad.
La escuela
y el gran desacople
Aquí surge una cuestión de
fondo. Peter Senge, nos advierte que la escuela tal como la conocemos nunca
se diseñó para aprender, sino para instruir y socializar, replicando el
modelo fabril de la era industrial. De ahí que los errores —fuente natural del feed
back del aprendizaje— hayan sido históricamente castigados en lugar de
valorados.
En La quinta
disciplina, Senge plantea que las organizaciones inteligentes se
sostienen en cuatro pilares: el dominio personal, los modelos
mentales, la visión compartida y el aprendizaje en equipo.
Este último comienza con el diálogo: la capacidad de suspender supuestos y
abrir un flujo auténtico de significados. Ese es el sentido profundo de metanoia:
un tránsito mental decisivo, una transformación de la manera misma en que
entendemos el aprender.
Hacia una
nueva centralidad del aprendizaje
Si algo muestran estas
teorías es que no existe una única manera de aprender. En algunos contextos
funcionamos como conductistas; en otros, necesitamos la mirada cognitivista o
constructivista; y muchas veces la clave está en integrar todas estas perspectivas.
Lo central es que aprender
a aprender se convierta en un objetivo compartido por estudiantes,
docentes, familias y gobiernos. Porque mientras la educación siga centrada en
transmitir contenidos y evaluar respuestas correctas, arrastraremos un déficit
estructural. El futuro de la educación dependerá, en gran medida, de si somos
capaces de poner el aprendizaje —y no la instrucción— en el corazón del
sistema.
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