martes, agosto 19, 2025

Aprender a aprender: el desafío permanente


 

Aprender a aprender: el desafío permanente


                                                               1971

Preguntando a los laboratoristas del café acerca si leyeron el manual de instrucciones de su auto la mayoría reconoce que salvo algún problema nunca le dieron prioridad.

En realidad, lo que me interesaba era poder recordar a los amigos que el ¨manual de uso personal¨  es menos tenido en cuenta pese a su importancia y que debemos usar diariamente.

 

Cada vez que lo hacemos, reorganizamos nuestro manual mental, complejizamos nuestra forma de pensar y ampliamos nuestras posibilidades de actuar en el mundo. Dicho de otro modo: aprendemos  ¨escribiendo y reescribiendo¨, paso a paso  permanentemente, nuestro propio “manual de uso”. Sin embargo, las teorías que apoyan  el aprendizaje han recorrido un largo camino para explicar como se realiza y ocurre este proceso que va desde el conductismo a la construcción activa.

 

Podríamos decir sin equivocarnos que el conductismo fue el primer gran intento de sistematizar el aprendizaje y uso de nuestro manual de uso personal. Desde Pavlov hasta Watson y Skinner, se lo pensó como un proceso de estímulo y respuesta: lo que importa es lo observable y medible. Watson llegó a afirmar que, con la educación adecuada, cualquier niño podría ser convertido en médico, abogado o ladrón. Aunque hoy suene radical, esta visión sigue presente en prácticas educativas centradas en la repetición y el control.

Luego apareció el cognitivismo, que se preguntó por lo que sucede dentro de la mente de nuestro manual y aprender dejó de ser solo reaccionar a estímulos y pasó a entenderse como procesamiento  del conocimiento: percibir, almacenar, recuperar, organizar. Aquí entran autores como Ausubel, con su énfasis en los “organizadores previos”, averiguar lo que ya se sabe cómo punto de partida ,para dar sentido a lo que incorporamos.

Pero el constructivismo fue un paso decisivo: aprender no es solo procesar datos, sino construir activamente significados. Piaget mostró que nuestras estructuras cognitivas evolucionan en etapas, y Vygotski subrayó la importancia del contexto social y cultural. Conceptos como la zona de desarrollo próximo y el andamiaje de Bruner explican cómo el aprendizaje se potencia con la ayuda de otros y el manual de uso mental se enriquece.

El posconstructivismo se relaciona apropiadamente con estas páginas del manual: las reconoce , las integra y las amplía. Valoriza la importancia de los procesos internos, conductismo,  cognitivismo, la construcción activa de significados.  Pero los sitúa en un marco más dinámico, flexible y plural donde el aprendizaje del manual ya no se entiende como algo individual y lineal, sino como un proceso situado, distribuido y en red, atravesado por lo social, lo emocional y lo tecnológico.

En la práctica, esto significa reconocer que hoy aprendemos este primordial manual dentro y fuera de un aula como en una comunidad virtual, tanto de un profesor como de un compañero, un tutorial de YouTube o una inteligencia artificial.

Bateson, Dilts y los niveles del aprendizaje

Gregory Bateson profundizó aún más: no todos los aprendizajes son iguales. A veces solo repetimos patrones (aprendizaje cero). Otras veces adaptamos lo que ya sabemos (aprendizaje I). Pero hay niveles más hondos: en el aprendizaje II y III cambiamos creencias, valores o incluso nuestra identidad. Y en ocasiones excepcionales, se producen saltos revolucionarios (aprendizaje IV).

Robert Dilts, inspirado en Bateson, insistió en que los aprendizajes se tejen a partir de creencias, valores y mapas mentales. El lenguaje, en este sentido, cumple un doble papel: nos permite representarnos el mundo y, al mismo tiempo, compartirlo con otros. Aprender a aprender implica entonces también cuestionar nuestros propios supuestos y ampliar el marco desde el cual interpretamos la realidad.

La escuela y el gran desacople

Aquí surge una cuestión de fondo. Peter Senge, nos advierte que la escuela tal como la conocemos nunca se diseñó para aprender, sino para instruir y socializar, replicando el modelo fabril de la era industrial. De ahí que los errores —fuente natural del feed back del aprendizaje— hayan sido históricamente castigados en lugar de valorados.

Imagen de la pantalla de un video juego

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

En La quinta disciplina, Senge plantea que las organizaciones inteligentes se sostienen en cuatro pilares: el dominio personal, los modelos mentales, la visión compartida y el aprendizaje en equipo. Este último comienza con el diálogo: la capacidad de suspender supuestos y abrir un flujo auténtico de significados. Ese es el sentido profundo de metanoia: un tránsito mental decisivo, una transformación de la manera misma en que entendemos el aprender.

Hacia una nueva centralidad del aprendizaje

Si algo muestran estas teorías es que no existe una única manera de aprender. En algunos contextos funcionamos como conductistas; en otros, necesitamos la mirada cognitivista o constructivista; y muchas veces la clave está en integrar todas estas perspectivas.

Lo central es que aprender a aprender se convierta en un objetivo compartido por estudiantes, docentes, familias y gobiernos. Porque mientras la educación siga centrada en transmitir contenidos y evaluar respuestas correctas, arrastraremos un déficit estructural. El futuro de la educación dependerá, en gran medida, de si somos capaces de poner el aprendizaje —y no la instrucción— en el corazón del sistema.


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