Racionalidad humana: Un café con Thales, Becker, Thaler… y Spock
No solo de teoremas vive el hombre
Thales
Racionalidad
humana: Un café con Thales, Becker, Thaler… y Spock
Introducción
Thales de Mileto (s. VI
a.C.), más recordado por su teorema que por su ingenio práctico, no solo
pensaba en geometría. Cuando le reprochaban que la filosofía no servía para
nada, predijo una buena cosecha de olivas y alquiló las prensas de aceite a
bajo precio en invierno. Cuando llegó la abundancia, las arrendó caro y se
enriqueció. No lo hizo por codicia, sino para mostrar que el filósofo, si
quiere, también puede prosperar usando cálculo y previsión.
Viajó a Egipto, donde
aprendió de los sacerdotes a medir tierras tras las crecidas del Nilo. Con un
simple bastón, sombra y semejanza de triángulos, se dice que midió la altura de
la pirámide. Su teorema no nació como un juego abstracto, sino como una herramienta
para comercio, navegación y construcción. Thales quería demostrar que el mundo
podía comprenderse con la razón.
Una tarde
de café filosófico: racionalidad normativa y descriptiva
En lo de Marta, la mesa
estaba servida para una tertulia improbable. Habíamos invitado a cuatro
pensadores de épocas y mundos distintos: Thales de Mileto, Gary Becker, Richard
Thaler y, como no podía faltar, Spock. La pregunta:
¿Cómo tomamos decisiones?
Thales, con orgullo ancestral, tomó el primer
sorbo:
—Yo, hace siglos, anticipé la cosecha de aceite de oliva y aseguré mi
beneficio. Solo necesitaba observar y aplicar la razón.
Spock arqueó una ceja:
—Eficiente, aunque dependes de factores externos. Tu lógica es estratégica,
pero no sistemática.
Thales sonrió. Había demostrado que la razón
podía ser práctica, incluso sin grandes modelos.
Becker, con aire académico, intervino:
—Eso es lo que yo hago. Mis modelos aplican el cálculo racional a todo:
familia, educación, crimen. Todo puede explicarse con racionalidad perfecta.
Uno de los amigos murmuró:
—Eso suena más a cómo deberíamos actuar que a cómo realmente actuamos…
Becker asintió sin incomodarse:
—Exactamente. Yo trabajo con teoría normativa: el deber ser de la razón.
Spock aprobó a medias:
—Más sistemático que Thales, pero ignoras emociones, sesgos y errores. Tu
racionalidad es ideal, no humana.
Thaler, con una sonrisa socarrona, entró en la
charla:
—Lo mío es descriptivo. No me interesa dibujar al hombre como debería
ser, sino como realmente es. Distingo entre los “econos”, que calculan y
planifican, y los “hunis”, casi todos nosotros, sujetos a impulsos y atajos
mentales.
Spock inclinó la cabeza:
—Entonces retratas la realidad, no el ideal.
—Exacto —dijo Thaler—. Si sabemos cómo
decidimos de verdad, podemos diseñar políticas más eficaces y hasta pequeños
“empujones” que nos ayuden a elegir mejor.
Becker replicó, firme:
—Pero sin un ideal normativo, ¿cómo aspirar a mejorar?
Thaler cedió con un gesto:
—Cierto. Vivimos entre dos polos: lo que deberíamos ser y lo que realmente
somos.
Spock, con una mínima sonrisa vulcana,
concluyó:
—La lógica pura es un faro lejano. Pero comprender cómo actúan los humanos
reales es, sin duda, más útil para navegar.
Epílogo de
café
La conversación dejó en claro que:
- Thales nos mostró la razón como herramienta práctica.
- Becker, la racionalidad normativa, el horizonte de
perfección.
- Thaler, la racionalidad descriptiva, con sesgos y emociones.
- Spock, el ideal lógico que inspira, aun sabiendo que está fuera de
nuestro alcance.
Quizás, al final, la
racionalidad humana no sea un teorema perfecto, sino como este café compartido:
un poco amargo, un poco dulce, lleno de contradicciones, pero indispensable
para vivir. La conversación nos llevó a reconocer que la mente humana vive en
una tensión constante: entre cálculo y emoción, entre aspiración y realidad,
entre lo que deberíamos ser y lo que realmente somos. Y quizás, en ese
equilibrio imperfecto, se encuentre precisamente lo más humano de nuestra
racionalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario