lunes, agosto 25, 2025

LAS NEUROCIENCIAS INTENTAN EXPLICARNOS LO PARANORMAL

 

 

LAS NEUROCIENCIAS INTENTAN EXPLICARNOS LO PARANORMAL

¿?

El cerebro es una máquina de creer, y no sólo en Dios, sino en alienígenas, conspiraciones, ideas políticas, en la vida después de la muerte o en visiones.

                                                                                                                    Michael Shermer

 

“…No hay duda de que el pensamiento intuitivo del hemisferio derecho puede percibir patrones demasiado complejos para el izquierdo; pero también puede detectarlos donde no existen…”


                                                                                                                                Carl Sagan

Fantasmas en la mente: relatos, ciencia y la neurociencia

Desde siempre, los humanos hemos sentido que hay algo más allá de lo visible. Los antiguos caminaban entre sombras y creían escuchar susurros de espíritus. En templos, hogares o bosques, la sensación de presencias invisibles se convertía en parte de la vida cotidiana. Hoy, la neurociencia sugiere que muchas de estas experiencias nacen dentro de nuestro propio cerebro, aunque se sientan tan reales como la madera del piso bajo nuestros pies.

Relatos de lo inexplicable:  el 16 10 14 en conversaciones con mis amigos y  luego con conocidos, descubrí que los fantasmas siguen siendo un tema central. Muchos creen realmente en su existencia y compartieron vivencias sorprendentes. Luis me contó que, al pasar por una casa, sintió que “habitan fantasmas, pero no molestan”. Eduardo agregó que, al buscar la tumba de un amigo, sintió impulsado a mirar hacia atrás y vio al amigo mirándolo desde una foto: “im pactante”, lo relato con tono humorístico con ¨dos¨ palabras. Arturo narró que mientras pescaba, vio una nube emerger del agua, elevarse y desaparecer.

Cacho, categórico pero ambiguo, afirma creer en lo real y en lo irreal; Juan Carlos dice no haber tenido experiencias; Miguel  como Santo Tomás, repite la máxima de ver para creer. Estos relatos muestran la diversidad de percepciones humanas, y cómo lo inexplicable puede sentirse vívido y real, aunque cada experiencia sea subjetiva. La distinción entre las experiencias subjetivas (los relatos de Luis, Eduardo, Arturo, etc.) y la necesidad de una crítica racional es crucial.

Creer en fantasmas o cualquier otro fenómeno paranormal no es lo mismo que tener evidencia verificable. La ciencia se basa en la observación, la experimentación y la crítica. No se trata de decir que los amigos u otras personas mienten, sino de analizar si lo que perciben tiene una explicación que no desafíe las leyes de la física.

Fantasmas en y del laboratorio: Imagina estar solo en una habitación y sentir que alguien más está allí, justo detrás de ti. Olaf Blanke, neurólogo suizo, recreó esta sensación en un laboratorio: voluntarios manipulaban un robot que tocaba su espalda al mismo tiempo que ellos se movían. Cuando el toque se desfasaba apenas medio segundo, surgía la inquietante sensación de “otra presencia”. Algunos pedían detener la prueba.

Diagrama

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

Lo que ocurrió fue una descoordinación entre señales de tacto, posición y movimiento. Situaciones extremas —cansancio, miedo, enfermedades neurológicas— pueden producir fenómenos similares, haciendo que nuestro cerebro “fabrique” un fantasma.

Errores que salvan vidas : Nuestro cerebro busca patrones como estrategia de supervivencia. Diego Golombek sugiere que muchas creencias paranormales son exageraciones de errores tipo I: ver algo que no existe. Evolutivamente, era más seguro imaginar un depredador donde no había ninguno que ignorarlo y ser devorado. Creer, incluso equivocadamente, nos mantuvo vivos.

Factores que alimentan lo imposible: Diversos elementos pueden hacer que lo imposible parezca real: drogas, meditación profunda, daños cerebrales, sensaciones de presencia, anomalías del sueño o experiencias cercanas a la muerte. Nuestro cerebro tiende a proyectar patrones y a atribuirles agentes intencionales: espíritus, dioses o demonios. La dopamina, los recuerdos construidos y la hipnosis refuerzan la sensación de haber vivido lo imposible. Cada factor contribuye a que una visión o un “fantasma” parezcan reales. La patronicidad (ver patrones donde no los hay) y la agenticidad (atribuirles agentes intencionales) son las piezas que nuestro cerebro usa para completar la historia que sentimos, aunque nunca haya ocurrido en el mundo exterior.

La necesidad de milagros y la crítica racional: Autores como Rolf Dobelli y Nassim Taleb nos recuerdan que ante lo “milagroso” conviene usar lápiz y papel, medir frecuencias y cuestionar la evidencia. Taleb retoma la idea de Diagoras de Melos, el ateo, al preguntarse por los que oraron y no sobrevivieron: esto revela el llamado “problema de las pruebas silenciosas”, aplicable a religiones, ilusiones y sucesos extremos.

Mario Bunge aporta un marco crítico: “Toda seudociencia es un montón de macanas que reúne al menos estas condiciones: invoca entes inmateriales, es crédula, dogmática, rechaza la crítica, no interactúa con la ciencia y no busca la verdad”.

Creer para sobrevivir Creer no es ingenuidad. Detectar patrones, anticipar peligros, dar sentido a lo incierto: todo eso ha permitido que nuestra especie sobreviva. Pero también nos hace vulnerables a ilusiones y supersticiones.

Lo paranormal, entonces, no está afuera. Está en nosotros. En el miedo en un pasillo oscuro, en la sensación de que “alguien” nos observa, en los recuerdos que creemos haber vivido. Los fantasmas existen, sí, pero no flotan entre paredes: habitan en la mente. Reconocerlo no disminuye el asombro; al contrario, nos recuerda que nuestra capacidad de creer es también nuestra fuerza más humana. ¿Y el pombero y el lobizón?

Epílogo: ¿ viste algo en la foto de la costanera…?

Después de recorrer relatos personales, experimentos científicos y reflexiones críticas, queda una pregunta que no podemos responder con certeza: ¿y si algunos fantasmas, en algún sentido, existieran más allá de nuestra percepción? Tal vez nunca sepamos si lo que sentimos en la penumbra es solo un error cerebral o un eco de algo real. Tal vez creer y sentir sea la misma cosa, y nuestra mente, al intentar dar sentido al mundo, sea a la vez creadora y víctima de ilusiones. Lo que sí sabemos es que la capacidad de asombro nos acompaña desde nuestros ancestros hasta hoy. Y, quizá, eso sea suficiente para mantener vivos tanto nuestra curiosidad como lo que somos.

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