LAS NEUROCIENCIAS INTENTAN EXPLICARNOS LO PARANORMAL
¿?
“El cerebro
es una máquina de creer, y no sólo en Dios, sino en alienígenas,
conspiraciones, ideas políticas, en la vida después de la muerte o en visiones.
Michael Shermer
“…No hay duda de que el
pensamiento intuitivo del hemisferio derecho puede percibir patrones demasiado
complejos para el izquierdo; pero también puede detectarlos donde no existen…”
Carl Sagan
Fantasmas en la mente: relatos, ciencia y la
neurociencia
Desde siempre, los humanos
hemos sentido que hay algo más allá de lo visible. Los antiguos caminaban entre
sombras y creían escuchar susurros de espíritus. En templos, hogares o bosques,
la sensación de presencias invisibles se convertía en parte de la vida
cotidiana. Hoy, la neurociencia sugiere que muchas de estas experiencias nacen
dentro de nuestro propio cerebro, aunque se sientan tan reales como la madera
del piso bajo nuestros pies.
Relatos de
lo inexplicable: el 16
10 14 en conversaciones con mis amigos y luego con conocidos, descubrí que los
fantasmas siguen siendo un tema central. Muchos creen realmente en su
existencia y compartieron vivencias sorprendentes. Luis me contó que, al pasar
por una casa, sintió que “habitan fantasmas, pero no molestan”. Eduardo agregó
que, al buscar la tumba de un amigo, sintió impulsado a mirar hacia atrás y vio
al amigo mirándolo desde una foto: “im pactante”, lo relato con tono
humorístico con ¨dos¨ palabras. Arturo narró que mientras pescaba, vio una nube
emerger del agua, elevarse y desaparecer.
Cacho, categórico pero
ambiguo, afirma creer en lo real y en lo irreal; Juan Carlos dice no haber
tenido experiencias; Miguel como Santo Tomás,
repite la máxima de ver para creer. Estos relatos muestran la diversidad de
percepciones humanas, y cómo lo inexplicable puede sentirse vívido y real,
aunque cada experiencia sea subjetiva. La distinción entre las experiencias subjetivas
(los relatos de Luis, Eduardo, Arturo, etc.) y la necesidad de una crítica
racional es crucial.
Creer en fantasmas o cualquier otro fenómeno paranormal no
es lo mismo que tener evidencia verificable. La ciencia se basa en la
observación, la experimentación y la crítica. No se trata de decir que los
amigos u otras personas mienten, sino de analizar si lo que perciben tiene una
explicación que no desafíe las leyes de la física.
Fantasmas en y del laboratorio: Imagina estar solo en una habitación y sentir
que alguien más está allí, justo detrás de ti. Olaf Blanke, neurólogo suizo,
recreó esta sensación en un laboratorio: voluntarios manipulaban un robot que
tocaba su espalda al mismo tiempo que ellos se movían. Cuando el toque se desfasaba
apenas medio segundo, surgía la inquietante sensación de “otra presencia”.
Algunos pedían detener la prueba.
Lo que ocurrió fue una descoordinación
entre señales de tacto, posición y movimiento. Situaciones extremas
—cansancio, miedo, enfermedades neurológicas— pueden producir fenómenos
similares, haciendo que nuestro cerebro “fabrique” un fantasma.
Errores que
salvan vidas : Nuestro cerebro busca patrones como
estrategia de supervivencia. Diego Golombek sugiere que muchas creencias
paranormales son exageraciones de errores tipo I: ver algo que no existe.
Evolutivamente, era más seguro imaginar un depredador donde no había ninguno
que ignorarlo y ser devorado. Creer, incluso equivocadamente, nos mantuvo
vivos.
Factores
que alimentan lo imposible: Diversos elementos pueden hacer que lo imposible parezca real: drogas,
meditación profunda, daños cerebrales, sensaciones de presencia, anomalías del
sueño o experiencias cercanas a la muerte. Nuestro cerebro tiende a proyectar
patrones y a atribuirles agentes intencionales: espíritus, dioses o demonios.
La dopamina, los recuerdos construidos y la hipnosis refuerzan la sensación de
haber vivido lo imposible. Cada factor contribuye a que una visión o un
“fantasma” parezcan reales. La patronicidad (ver patrones donde no los
hay) y la agenticidad (atribuirles agentes intencionales) son las piezas
que nuestro cerebro usa para completar la historia que sentimos, aunque nunca
haya ocurrido en el mundo exterior.
La
necesidad de milagros y la crítica racional: Autores como Rolf Dobelli y Nassim Taleb nos recuerdan que ante lo
“milagroso” conviene usar lápiz y papel, medir frecuencias y cuestionar la
evidencia. Taleb retoma la idea de Diagoras de Melos, el ateo, al preguntarse
por los que oraron y no sobrevivieron: esto revela el llamado “problema de las
pruebas silenciosas”, aplicable a religiones, ilusiones y sucesos extremos.
Mario Bunge aporta un marco crítico: “Toda seudociencia es un montón de macanas que
reúne al menos estas condiciones: invoca entes inmateriales, es crédula,
dogmática, rechaza la crítica, no interactúa con la ciencia y no busca la
verdad”.
Creer para
sobrevivir Creer no es ingenuidad. Detectar patrones,
anticipar peligros, dar sentido a lo incierto: todo eso ha permitido que
nuestra especie sobreviva. Pero también nos hace vulnerables a ilusiones y
supersticiones.
Lo
paranormal, entonces, no está afuera. Está en nosotros. En el miedo en un pasillo oscuro, en la sensación de que
“alguien” nos observa, en los recuerdos que creemos haber vivido. Los
fantasmas existen, sí, pero no flotan entre paredes: habitan en la mente.
Reconocerlo no disminuye el asombro; al contrario, nos recuerda que nuestra
capacidad de creer es también nuestra fuerza más humana. ¿Y el pombero y el
lobizón?
Epílogo: ¿ viste
algo en la foto de la costanera…?
Después de recorrer relatos
personales, experimentos científicos y reflexiones críticas, queda una pregunta
que no podemos responder con certeza: ¿y si algunos fantasmas, en algún
sentido, existieran más allá de nuestra percepción? Tal vez nunca sepamos si lo
que sentimos en la penumbra es solo un error cerebral o un eco de algo real.
Tal vez creer y sentir sea la misma cosa, y nuestra mente, al intentar dar
sentido al mundo, sea a la vez creadora y víctima de ilusiones. Lo que sí
sabemos es que la capacidad de asombro nos acompaña desde nuestros ancestros
hasta hoy. Y, quizá, eso sea suficiente para mantener vivos tanto nuestra
curiosidad como lo que somos.
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