UN
PEQUEÑO EMPUJÓN
El
impulso que necesitas para tomar mejores
decisiones sobre salud, dinero y felicidad
"Si
queremos que la gente tome mejores decisiones, dejemos de asumir que son como
Spock, y empecemos a tratarlos como realmente son: humanos."
Richard H. Thaler
Richard Thaler, premio Nobel de Economía, y Cass Sunstein, especialista
en Derecho Constitucional y políticas públicas, se unen en Nudge para
ofrecer una obra que es mucho más que un manual de comportamiento humano: es
una propuesta para rediseñar los entornos de decisión en favor del bienestar
colectivo. El valor del libro no reside solo en su contenido, sino en el
ejemplo que da su forma: la conjunción transdisciplinaria entre economía,
psicología y derecho como modo de pensar y actuar sobre lo humano.
Una de las nociones centrales del libro es la de “arquitectura de las
decisiones”, entendida como el arte de organizar el contexto en el que las
personas eligen. Los autores muestran cómo, si se diseñan bien esos
entornos, se pueden reducir errores sistemáticos en nuestras elecciones sin
recurrir a la coerción.
Dicen: si ya sabemos cómo y cuándo la gente toma decisiones
"irracionales" (pero predecibles), ¿por qué no usar ese
conocimiento para ayudarla a decidir mejor? De ahí surge la idea del empujoncito
(nudge): no prohíbo ni impongo, pero sí diseño el entorno de
decisiones para que el comportamiento más beneficioso sea más fácil o
probable.
Por ejemplo: Si el default (predeterminado) en un formulario es “donar órganos”, la tasa de donación aumenta. No se obliga a nadie. Pero se aprovecha del sesgo natural, el status quo bias. En otras palabras, se puede influir sin imponer. A esta forma sutil de intervención la llaman nudge, un pequeño empujón.
Es la fórmula mínima para recordarlo: el estado inicial predeterminado influye en la decisión sin imponerla.
Para ilustrar como funcionamos como seres falibles, Thaler y Sunstein recuperan el
famoso ejemplo visual de las mesas de Roger Shepard. A simple vista, una parece
más larga que la otra. Sin embargo, son idénticas. Incluso después de haberlo
comprobado, la ilusión persiste. La percepción, dominada por mecanismos
automáticos, se impone al conocimiento. Este fenómeno visual
condensa una idea más profunda: saber no siempre corrige; muchas veces,
seguimos viendo o decidiendo como antes, aunque sepamos que nos equivocamos.
Esta es una de las grandes contribuciones de la psicología cognitiva al
análisis de la conducta. Gracias a los trabajos pioneros de Daniel Kahneman y
Amos Tversky, hoy sabemos que muchas de nuestras decisiones se rigen por heurísticas
—reglas mentales simples y eficientes— que nos ayudan a movernos en contextos
de incertidumbre. Pero estas mismas reglas nos exponen a sesgos sistemáticos:
errores predecibles que no surgen del azar, sino de la manera en que funciona
nuestra mente. Comprender esto permite no solo describir cómo elegimos, sino
diseñar estrategias para mejorar esas elecciones.
Thaler propone una clasificación provocadora: los Econos frente a
los Humanos. Los Econos son los agentes ideales de la teoría económica
clásica: racionales, consistentes, maximizadores de utilidad, con preferencias
estables. Los Humanos, en cambio, somos inconsistentes, influenciables,
limitados por la información disponible, y muchas veces motivados por la
generosidad, la emoción o la costumbre. La economía conductual surge,
precisamente, del esfuerzo por estudiar al ser humano real y no al agente
idealizado.
Aquí aparece la propuesta ética y política más
controvertida del libro: el “paternalismo libertario”. Esta idea intenta tender un
puente entre dos posiciones aparentemente irreconciliables: la defensa de la
libertad individual, propia del liberalismo clásico, y la intervención del
Estado o de las instituciones para proteger a las personas de sus propios
errores. El paternalismo libertario no obliga ni prohíbe; empuja sin imponer,
ofreciendo opciones más beneficiosas como por defecto, sin eliminar la
posibilidad de elegir otra cosa. Por ejemplo, inscribir automáticamente a
los empleados en un plan de ahorro jubilatorio, permitiendo que se salgan si lo
desean.
Ahora bien, esta propuesta no está exenta de críticas. Algunos
libertarios extremos sostienen que todo intento de influir en las decisiones
individuales, incluso bajo formas suaves como los nudges, pone en riesgo la
autonomía. Para ellos, el único rol legítimo de las instituciones sería
garantizar que la información esté disponible para una elección libre e
informada, sin diseñar entornos que inclinen la balanza. Thaler y Sunstein, sin
embargo, responden con una verdad incómoda: toda arquitectura de
decisión influye, incluso si no se lo propone. La omisión también es una
forma de acción.
Otro tema de fondo es el de la redistribución. Lejos de considerarla siempre
ilegítima, los autores sostienen que las sociedades deben encontrar equilibrios
entre proteger a los más vulnerables y fomentar la iniciativa individual. La
idea no es achicar el pastel, sino hacerlo más grande, y repartirlo con
criterios más justos. El desafío es, entonces, ético y político: ¿cómo diseñar
empujones que ayuden sin manipular? ¿Hasta dónde intervenir sin vulnerar la
libertad?
Finalmente, el libro plantea una
cuestión clave para la educación, la política y la vida cotidiana: ¿cuánto
error es bueno? La respuesta es sencilla pero profunda: el error es útil
si va acompañado de un feedback que nos enseña a decidir mejor. Ahí está el
verdadero poder de un buen empujón: en ayudarnos a ser mejores sin necesidad de
que lo notemos.
Porque al final, todos somos
Humanos, no Econos. Y como tales, necesitamos —de vez en cuando— un pequeño
empujón en la dirección correcta.
Epílogo
Humanos,
no Econos Cuando a
Richard Thaler le concedieron el Premio Nobel de Economía en 2017, no se
apresuró a declarar una teoría ni a citar a Adam Smith. Dijo, simplemente, que
pensaba gastar el dinero “de la forma más irracional posible”. Con ese gesto,
tan lúdico como honesto, puso en evidencia el corazón mismo de su trabajo: no
se trata de eliminar nuestra irracionalidad, sino de comprenderla y navegarla
con inteligencia.
Es lo que Kahneman llama
"la racionalidad de nuestra irracionalidad" , que está
profundamente conectado con el enfoque de Nudge (Thaler y Sunstein).
Ambos parten del mismo núcleo: los seres humanos no somos agentes
perfectamente racionales como suponía la economía clásica, pero nuestras
decisiones "irracionales" muchas veces tienen un patrón predecible,
comprensible y, sobre todo, aprovechable.
Adenda :Una conexión entre Thaler y la red neuronal
por defecto
Mientras Richard Thaler proponía
cómo el entorno puede “empujar” nuestras decisiones mediante opciones por
defecto, la neurociencia estaba revelando que nuestro cerebro también tiene
su estado por defecto: un modo activo incluso cuando no hacemos nada.
La llamada “red neuronal por defecto” (default mode network,
DMN) es un conjunto de regiones cerebrales que se activan cuando no estamos
concentrados en tareas externas. Es decir, cuando no tomamos decisiones
activas. Cuando divagamos, soñamos despiertos, recordamos, proyectamos o
reflexionamos sobre nosotros mismos. Este estado por defecto del cerebro no es
inactividad: es actividad espontánea, automática y muchas veces inconsciente.
Así como en la vida social nos rige una arquitectura de decisiones que impone
defaults invisibles, en nuestra mente opera un flujo continuo de procesamiento
interno —también por defecto— que moldea nuestras emociones, ideas y
percepciones.
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