Edgardo A Marecos

lunes, noviembre 17, 2025

 El ENIGMA CUANTICO

 La materia y la energía - Juan P. Rambla

Todo aquel al que la mecánica cuántica no le parezca insólita es que no la ha entendido

N.Bohr.

Estábamos en la casa de Lito, con Alfredo, el Dr. Leguizamón, era el día del amigo 20 07 16  e íbamos  festejarlo con unas pastas a la putanezca que preparó Walter, cuando Lito nos dijo;  ¨que me pueden decir de la mecánica cuántica, porque una vez le pregunte a un conocido y en realidad me quede con más interrogantes que respuestas¨. Lito eso no está mal, esta cita previa de alguna manera dice que estas encaminado, que no estás solo. La mecánica cuántica está llena de interrogantes, Einstein y Bohr no se pusieron de acuerdo durante toda su vida aun cuando compartían un piso común que les permitió debatir sin perder la amistad. Lo que vos sentiste aquella vez —la sensación de que todo se vuelve más extraño de lo esperado— es parte intrínseca del viaje.

Lo grande y su orden: el mundo clásico

G. Galilei, fue el  creador del método científico e Isaac Newton  formulo las bases profundas de la mecánica clásica, según decía; subiendo sobre los hombros de gigantes. Newton nos hizo pensar al universo como un relojito que el gran relojero dio cuerda, No tenemos dudas acerca de las innumerables aplicaciones cotidianas de la mecánica clásica, las que van desde tomar la presión arterial, usar nuestra bicicleta, viajar en avión o mandar gentes a la luna Es sólida, eficaz, cotidiana. En ella existe la mente, la materia, y el observador es un espectador, nunca un protagonista.

Para la física clásica hay mente y hay materia, excluye al observador, y el libre albedrío queda a cargo  de la psicología, la filosofía, la teologíaPero un adagio dice: Hasta donde sabemos la teoría newtoniana es una aproximación, la mecánica cuántica es correcta

 

Lo muy pequeño donde comienza lo insólito

 

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Cuando bajamos al nivel del átomo —y aún más abajo— las leyes de Newton dejan de funcionar y la lógica clásica se vuelve insuficiente. Allí rigen otros principios, tan contraintuitivos que parecen rozar lo absurdo: probabilidades puras, dualidades imposibles, resultados que dependen del acto mismo de medirlos.

Las  leyes que nos regaló Newton no se pueden aplicar, como tampoco tiene cabida la lógica clásica, sus principios son contraintuitivos, allí lo aleatorio y el ``absurdo`` son los personajes protagónicos.  Este lugar de lo aparentemente ilógico, de lo muy pequeño, es  también el de lo ¨muy preciso¨. Allí y así, es donde es reina la mecánica cuántica.

El libro  *El Enigma Cuántico* de Bruce Rosemblum y Fred Kuttner comienza con un comentario que les había hecho un colega acerca de su libro:

¨Aunque lo que dicen  es correcto, exponer este material a los no científicos es el equivalente intelectual de dejar que los niños jueguen con pistolas cargadas¨.

El libro se basa en la negación que hace la mecánica cuántica de la existencia de un mundo real independiente de su ¨observación¨, un principio difícil de digerir y asimilar, tanto que hasta A. Einstein se resistía a conceder ese poder a la ``observación¨ y lo expresaba palabras más palabras menos, diciendo:

Quiero que la luna este allí, aunque yo no la observe.

El problema es que la física cuántica no le dio ese gusto. Creo que con esto ya bastaría para dar tranquilidad a Lito y a muchos de nosotros. Pero algunos pueden seguir hasta que les den las neuronas. La teoría cuántica avanza más allá de lo meramente  físico como lo revela una de sus frases fundacionales; * La observación crea la realidad observada*. No es posible la realidad física independiente de la observación*. Pero, cualquier observador.

Podes no aceptar la propuesta, si no sabemos su historia todo tiene olor a cuento, no a ¨cuanto¨, pero se nos borra inmediatamente esta idea cuando nos advierten, que además de ser exitosa desde el punto de vista teórico, por su alto grado de precisión, más de un tercio de la economía mundial depende en la actualidad de la mecánica cuántica, y va por todo.

 

La visión del mundo que esta teoría nos aporta no solo es más extraña de lo que suponemos, sino de lo que podríamos suponer, este sería el lugar donde la física se encuentra con la conciencia, un encuentro que no tiene por qué convertirse en relación. ¿O sí?

 

Se la concibió para explicar la mecánica que rige el comportamiento a nivel atómico, la energía cambia solo de manera discreta, a esto es lo que denomino cuantos. El ¨cuanto¨ salió a escena para buscar una explicación de la radiación de los cuerpos incandescentes, según el trabajo de  Max Planck.

 

Pero fue Niels Bohr quien reconoció que la física se había topado con el observador, y que la observación produce la propiedad observada .La palabra clave paso a ser ``observación``, y siempre que aludimos a la observación se hace presente la conciencia. ¿Cada vez más claro?

 

El origen del enigma

La historia comienza con Max Planck, quien descubrió que la energía no fluye de manera continua, sino en pequeños “paquetes”: los cuantos. Pero fue Bohr quien proporciono el giro más radical: donde hay observación, hay interacción, y donde hay interacción, hay creación de propiedades. Antes de ser observados, los sistemas microscópicos no tienen atributos definidos. No son partículas u ondas; son una superposición de posibilidades. Esto llevó a afirmaciones dramáticas: La observación crea la propiedad observada. No existe realidad física independiente de la observación. Él observador no puede ser eliminado de la teoría.

Pero la precisión de las predicciones cuánticas es absoluta. Y más de un tercio de la economía mundial depende de dispositivos basados en sus principios: láseres, chips, resonancias magnéticas, relojes atómicos, comunicaciones digitales. Uno puede no aceptar el misterio, pero no puede negar su éxito. Este es el punto donde la física toca la puerta de la filosofía, y detrás aparece la conciencia. Es un encuentro incómodo, casi un “secreto de familia”.

La interpretación de Copenhague según Bohr

La interpretación de Copenhague   afirma que la observación  produce las propiedades observadas, estableciendo:

*Que una observación tiene lugar allí donde un objeto microscópico a escala atómica interacciona con un objeto macroscópico*

Esta forma de interpretación es la más ortodoxa y pragmática a la hora de enseñar y aplicar la mecánica cuántica. Existen otras explicaciones que  están a tu disposición.  Un ejemplo hace las cosas un poco más fáciles de entender; si un fotón pega contra una película fotográfica, la película ha observado un fotón. De acuerdo con esta interpretación los objetos del dominio microscópico carecen de realidad hasta que se observan. Pero nos tira un salvavidas, no niega la realidad de  la luna, las sillas, los gatos… Con esto debería bastar, pero significo años de discusión entre Einstein  y Bohr.

 

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Tengamos presente que según la teoría cuántica una partícula puede ser una onda extensa o una partícula concentrada, esta dualidad está respaldada por el principio de incertidumbre de Heisenberg que limita la precisión con la que se puede saber la posición y el movimiento simultáneamente.

El colapso de la función de onda es el momento en que se transforma abruptamente la onda de energía en partícula de energía, y se crea así la realidad al ser interpretada por nuestros sentidos.

Como corolario la mecánica cuántica al incluir al observador y la observación  nos llevó a enfrentarnos directamente con los dos enigmas de la humanidad más importantes;  el libre albedrio y la conciencia.

El desafío de la dualidad

Según la cuántica, una partícula puede comportarse como onda extensa o como punto concentrado. El principio de incertidumbre de Heisenberg nos dice que no podemos conocer simultáneamente posición y velocidad con precisión absoluta. No por ignorancia nuestra, sino porque la naturaleza no las posee al mismo tiempo de manera definida. Es un golpe a la intuición, al sentido común, a la idea de un mundo independiente. Y, sin embargo, funciona.

Los múltiples universos

Otra interpretación, tan contraintuitiva como la interpretación de Copenhague, es la que el físico Hugh Everett III publicó, y que Bryce DeWitt  rotulo con el nombre  "muchos mundos". Según esta teoría, en el momento mismo de la medición el universo se divide y se multiplica en varias copias, una por cada resultado posible.

Jorge Luis Borges ¨qué raro¨ , es el primero en formular esta alternativa al tiempo lineal, al menos es la más aproximada a la teoría de Everett. Hay también una cita de William James, a quien Borges leyó por influjo paterno:

"Las realidades parecen flotar en un mar de posibilidades más ancho que aquel de donde fueron escogidas, y en algún lugar, dice el indeterminismo, esas posibilidades existen y forman una parte de la verdad".

J.L. Borges propone en El jardín de los senderos que se bifurcan, un laberinto temporal en el que, cada vez que uno se enfrenta con varias alternativas, en vez de optar por una y eliminar otras, "opta simultáneamente– por todas. Crea así diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan". La literatura de Borges había llegado mucho antes.

Según A. Rojo, las correspondencias entre el cuento de Borges y el trabajo de Everett hacen que, si uno pone los párrafos lado a lado, en el de Everett la ciencia suena a ficción y, en el de Borges, la ficción se lee como ciencia.

 

… A diferencia  de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempo, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de estos ejemplos, en algunos existe usted, en otros, yo, no usted, en otros, los dos…

 

"Cuando escribo no pienso en términos de enseñar. Pienso que mis historias, de algún modo, me son dadas y mi tarea es narrarlas. Tampoco busco connotaciones implícitas ni parto de ideas abstractas. No soy un cazador de símbolos". Fíjese qué curioso, porque lo único que yo sé de física viene de mi padre, que me enseñó cómo funcionaba el barómetro"." ¡Qué imaginativos son los físicos! JL Borges:

Adenda:

La decoherencia cuántica es la interacción del mundo cuántico indeterminado con el clásico determinado, es la responsable de todo lo que pasa en el universo, Pero la consecuencia es inquietante: De este lado del mundo el macroscópico, las cosas existen independientemente de que las miremos: la luna, las sillas, los gatos. Del otro lado el cuántico, la realidad no está definida hasta que algo o alguien la observa. El puente entre ambos mundos es la decoherencia, el mecanismo que hace que lo cuántico se vuelva clásico sin que el universo se vuelva un caos de posibilidades superpuestas.

Epílogo

Es el concepto más difícil de digerir en mecánica cuántica es, sin duda, la inclusión del observador (y la conciencia) como un elemento activo en la creación de la realidad. La frase fundacional destacada —"La observación crea la realidad observada"— es el núcleo del enigma y el origen del famoso desacuerdo entre Einstein y Bohr. La resistencia de Einstein ("Quiero que la Luna esté allí, aunque yo no la observe") resume perfectamente la colisión entre el sentido común filosófico y los resultados experimentales.

Si entre el  50–70% de la economía mundial moderna depende, directa o indirectamente, de la mecánica cuántica. No por “gatos de Schrödinger”, sino por semiconductores, láseres, resonancia magnética, GPS, telecomunicaciones y electrónica…, todos fundamentados en fenómenos cuánticos cuya base filosófica es que la realidad no está definida hasta ser medida (un ¨cuanto, de energía¨, un colapso de la función de onda), entonces no podemos descartarla como "cuento" o simple especulación. El éxito tecnológico es la prueba de su precisión. La pregunta no es si es correcta, sino qué implicaciones tiene para nuestra comprensión de la existencia identifica correctamente el momento en que la física "toca la puerta de la filosofía" para enfrentarse a los dos enigmas humanos fundamentales: el libre albedrío y la conciencia.

El concepto de decoherencia cuántica es crucial, es la respuesta técnica a cómo el mundo borroso de las probabilidades cuánticas se convierte en el mundo sólido y determinado que experimentamos. La interacción constante de un sistema cuántico con su vasto entorno (el mundo clásico) destruye rápidamente la superposición, fijando la realidad que medimos. En el fondo, lo que Lito preguntó aquella tarde —entre pastas, amigos y risas— no era qué es la mecánica cuántica, sino cómo es posible que un mundo tan sólido como el nuestro dependa de algo tan esquivo como la observación. No hay respuestas simples. Pero sí hay una certeza:

Lo muy raro no espera, ya estamos dentro de él

domingo, noviembre 16, 2025

 

 

La arquitectura invisible del conocer




Cómo unas leyes perceptivas se convirtieron en la base silenciosa del conocimiento cotidiano y científico

Un amigo, Miguel Ángel Dellamea, me había regalado hace muchos años, ¨Juegos con la Imagen¨, un libro de Franco Agostini que me revelan   la complejidad de la percepción, basada en la organización acorde con los principios de la psicología Gestalt

 

¨ cuyo principio básico afirma;  que la forma es una configuración en la cual la función de cada parte está determinada por la organización del conjunto: un todo cuyo significado no surge de sumar las partes, sino de la estructura que las integra.”

Hay descubrimientos que no nacen en un laboratorio sino como serendipias, cuando alguien mira  lo que todos miran, pero ve y entiende lo que nadie entiende. Así nació la Gestalt. No como una teoría psicológica más, sino como una revelación epistemológica: la mente no recibe el mundo, lo organiza.

En 1910, Max Wertheimer tuvo su serendipia cuando observó viajando en tren un cartel luminoso : varias luces fijas que se encendían secuencialmente producían la ilusión de un movimiento inexistente. Cualquiera habría dicho: “parece que la luz se desplaza”. Wertheimer vio otra cosa: la experiencia tiene forma antes de tener contenido; tiene estructura antes de tener interpretación. Ese fue el nacimiento del fenómeno phi, y con él, de la psicología de la Gestalt.

Pero su hallazgo va mucho más allá de la psicología. Muestra algo más profundo: una de las bases ineludibles del conocimiento humano —en la vida cotidiana y en la ciencia— es la capacidad de la mente de descubrir patrones antes de poder nombrarlos.

Las leyes de la Gestalt: el alfabeto silencioso de la percepción

Primer paso, la Gestalt  no nos propone trucos visuales ni ilusiones ópticas, sino leyes de organización. Son principios que la mente aplica espontáneamente para que el mundo no se presente como un mosaico caótico de estímulos.  Las más importantes son:

1. Ley de proximidad

Tendemos a agrupar lo que está cerca. Es la base del reconocimiento de grupos, constelaciones, objetos compuestos.

2. Ley de semejanza

Agrupamos lo que se parece. Es la semilla perceptiva del concepto científico de “clase”, “categoría”, “especie”.

3. Ley de cierre

Completamos lo incompleto. El cerebro prefiere formas cerradas. Es la base de la inferencia cotidiana.

4. Ley de continuidad

Preferimos trazos y recorridos continuos. Fundamental para anticipar trayectorias, causas y efectos.

5. Ley de destino común

Lo que se mueve junto se interpreta como un conjunto. Es la raíz perceptiva de la causalidad y de la noción de sistema.

6. Ley de pregnancia o “buena forma” La mente tiende a la forma más simple, estable y regular.
Es una economía de sentido: el orden más eficiente.

 

Estas leyes no describen el mundo: describen cómo la mente constituye un mundo interpretable. son solo el primer paso.

Luego aparece la patronidad: la capacidad de estabilizar relaciones que se repiten. Un patrón es una regularidad confiable. Cuando lo encontramos, el mundo deja de ser azaroso.

Luego la inteligibilidad que  nace a partir del patrón  es la posibilidad de comprender, explicar, anticipar.

Luego la agentividad: actuar para saber, saber para actuar porque conocer no es contemplar. El mundo se entiende en movimiento. Es la base operativa del conocimiento: poder actuar, intervenir, probar. Toda teoría —desde un niño jugando hasta un físico teórico— necesita acción para verificarse.

La mente se organiza para actuar, y actúa para comprender lo que transforma la inteligibilidad en experiencia.

Este recorrido —del caos a la forma, de la forma al patrón, del patrón a la comprensión y la acción — es común tanto al cotidiano más simple (reconocer el rostro de un amigo entre la multitud) como a la ciencia (descubrir la estructura del ADN o las leyes del movimiento). En ambos casos, el conocimiento comienza con ver relaciones, no con ver objetos.

Antifragilidad: mejorar con el error

Aquí entra Taleb y su concepto central: la antifragilidad. Un sistema antifrágil no solo soporta el desorden: crece gracias a él. La mente humana es antifrágil: cada error perceptivo, cada predicción fallida, cada patrón que colapsa es ocasión de refinamiento. La ciencia progresa así. La vida cotidiana también. Nos volvemos más sabios no porque el mundo sea estable, sino porque sabemos reajustarnos cuando no lo es.

El circuito  de retroalimentación:

  • la Gestalt organiza;
  • el patrón estabiliza;
  • la inteligibilidad explica;
  • la agentividad prueba;
  • la antifragilidad mejora.

Esta es la base del conocimiento cotidiano y científico

En un mundo saturado de estímulos, complejidad y ruido, estas leyes son nuestro primer kit de supervivencia cognitiva. No vemos para entender: entendemos para ver.
Y en ese ver —configurado, comprendido, operado y afinado— se apoya todo conocimiento humano, desde el más humilde hasta el más sofisticado.

sábado, noviembre 15, 2025

 

Las tres raíces internas del Yo emergente

La ciencia ha hecho una identificación muy clara de las tres dimensiones internas fundamentales que sostienen la sensación de identidad: la propiocepción, la interocepción y la introspección.  Estas tres raíces no son meros mecanismos fisiológicos, sino instancias profundas del conocimiento encarnado.

La propiocepción nos sitúa en el espacio, anclando la noción de “yo” a un cuerpo que se mueve y percibe. La interocepción introduce la conciencia del organismo como un sistema vivo, donde los ritmos internos —latido, respiración, temperatura, hambre— configuran un fondo de presencia constante. La introspección, finalmente, es la capacidad de dirigir la atención hacia los propios estados mentales, reflexionar sobre ellos y narrarlos. De la interacción dinámica entre estas tres raíces, junto con la información sensorial externa y el contexto social, emerge la sensación de continuidad personal que denominamos Yo.

 

El Yo es una configuración dinámica que se actualiza constantemente en el cruce entre cuerpo, entorno y lenguaje. En este sentido, la Gestalt constituye la materia prima del Yo emergente. Es el proceso cognitivo más elemental mediante el cual la mente organiza tanto la realidad externa como la imagen interna del propio cuerpo. La Gestalt no es solo una forma perceptiva, sino una forma del sentido: el modo en que el caos perceptual se convierte en totalidad inteligible. De la forma al sentido: la secuencia funcional del Yo emergente.

 

Secuencia de emergencia del Yo, podríamos plantearla de la siguiente cadena funcional:

 

Gestalt → Patronicidad → Inteligibilidad → Agentividad

 

1.-Gestalt: Es el primer nivel de organización perceptiva. Permite que lo fragmentario adquiera forma, que el flujo continuo de estímulos se configure en unidades coherentes. Es el acto primario de unificación: aquello que separa la figura del fondo, que traza contornos entre “yo” y “mundo”. Sin esta capacidad de configurar totalidades, no habría identidad perceptiva ni corporal.

2.-Patronicidad: Sobre la base de la Gestalt, la mente reconoce regularidades. La patronicidad es la tendencia a detectar patrones en el flujo sensorial, simbólico o social. Constituye la raíz de toda predicción y aprendizaje. Allí donde la Gestalt da forma, la patronicidad da estabilidad: convierte lo efímero en reconocible. Es el nivel donde el sistema nervioso empieza a anticipar, a inferir y a encontrar coherencias. Cuando este nivel se altera, el mundo puede volverse caótico o, por el contrario, excesivamente ordenado (como en la rigidez perceptiva o el pensamiento obsesivo).

3-Inteligibilidad: Emerge cuando los patrones adquieren sentido. La inteligibilidad transforma la percepción en comprensión: traduce la regularidad en significado. Aquí nace el pensamiento conceptual, la auto interpretación y la narrativa del Yo. En términos peirceanos, es el momento del tercero: la mediación simbólica que permite decir “esto significa algo”. Sin inteligibilidad, habría experiencia sensorial, pero no comprensión de sí mismo.

4.-Agentividad: El sentido se convierte en acción, es la conciencia de ser autor de los actos. No se reduce al movimiento voluntario, sino que implica una integración entre percepción, intención y consecuencia. Sentirse agente es sentir que el cuerpo y la mente responden al mundo de manera coherente. Es el punto en que la experiencia se cierra sobre sí misma y genera la certeza de identidad activa: “soy yo quien hace esto”.

 

El equilibrio frágil del Yo Cuando alguno de estos eslabones se debilita, la experiencia del Yo se fragmenta. Cada operación hace posible la siguiente, la experiencia del Yo se construye en un flujo dinámico, el resultado final no está en ninguna parte por separado, sino que emerge del encadenamiento.

Si falla la Gestalt, el mundo se disuelve en fragmentos sensoriales.

Si se altera la patronicidad, la realidad pierde regularidad o se ve invadida por falsas conexiones.

Si se perturba la inteligibilidad, el sentido se dispersa y la narración de sí mismo se vuelve incoherente.

Y si se rompe la agentividad, la persona deja de sentirse autora de sus actos: aparece la experiencia de alienación o disociación.

 

El Yo es una cadena de operaciones integradas que organizan la experiencia desde el cuerpo hacia la acción. La propiocepción alimenta la Gestalt; la interocepción sostiene la patronicidad emocional; la introspección emerge de la inteligibilidad; y la agentividad encarna la síntesis de todas.

 

El Yo emergente, entonces, no es una entidad sino un proceso de coherencia dinámica. Una arquitectura viva donde el cuerpo siente, el cerebro organiza, la mente interpreta y la conciencia actúa. En ese ciclo continuo se renueva, a cada instante, la experiencia de ser alguien.

viernes, noviembre 14, 2025

 

 

Llego la hora del coctel  epistemológico

 


 

“…Por irónico que pueda parecer, la única realidad que la ciencia no puede reducir es precisamente la única realidad que nosotros conoceremos siempre… Estamos hechos de arte y ciencia. Al igual que ocurre con una obra de arte, también nosotros superamos nuestros materiales. La ciencia necesita del arte para enmarcar el misterio, pero el arte necesita de la ciencia para que todo no sea misterio. Ninguna de las dos verdades es la solución, pues nuestra realidad es plural.”

                                                                          Jacob Bronowski, El ascenso del hombre

En nuestras tardes de laboratorio de café tenemos una visión clásica del conocimiento. Pero Oscar siempre me incito a poner en funcionamiento la coctelera y preparar un trago distinto. Así que fui en búsqueda del barman adecuado.

Lo encontré con poco esfuerzo: el sujeto en cuestión es Alan Sokal, quien entre sus antecedentes figura como profesor en la Universidad de Nueva York y en el University College de Londres. En esta última institución, dicho sea de paso, se conserva en una vitrina el cuerpo embalsamado de Jeremy Bentham, con la cabeza de cera, “participando” de las reuniones del consejo académico. ¿?

Sokal, amigo de las bromas pesadas —ya veremos por qué—, habla de la actitud racional más que del sentido común, y quiere convencernos de que lo que hacemos cotidianamente goza de continuidad metodológica con el conocimiento científico; que las diferencias solo se dan en los resultados. Bronowski decía que “estamos hechos de arte y ciencia”, Sokal, agrega un tercer ingrediente: la ironía como método de limpieza conceptual. A veces hace falta un chiste para desarmar un mito.

“Por sus frutos los conoceréis.”
                                           (Mateo 7:20)

Su posición es clara: no existen diferencias esenciales entre lo que hacemos todos los días y lo que hace un científico. Muchos pensarán que el barman se pasó en la dosis y que el trago le salió muy cargado. Puede gustar o no. Pero para Sokal, la actitud racional tiene distintos niveles de profundidad: ubica al conocimiento cotidiano en un extremo y al científico en el otro. En la brecha estarían los historiadores, detectives, médicos, mecánicos, plomeros… y cualquiera que tu imaginación permita incluir.

Sokal es apropiado considerarlo como un símbolo de vigilancia epistemológica, a favor de la claridad conceptual, marcando la frontera entre ciencia y retórica, un crítico de la autoridad discursiva sin contenido. Es, de algún modo, un “Bronowski del rigor”: cree profundamente que la claridad es un acto ético.  Una deuda impaga en muchas de nuestras reuniones en el laboratorio.

Decía que era amigo de las bromas pesadas, y la prueba fue un cóctel de auténtica mala leche que preparó con el título “La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica”, publicado en 1996 en la revista Social Text. El nombre además de poco claro en hasta difícil de recordar y da idea de solo para genios

¿Por qué su trago tenía mala leche? Porque el mismo día de la publicación, Sokal anunció en otra revista que todo era una farsa. ¿La razón? Mostrar la falta de neutralidad ideológica de ciertos editores y cómo se publican textos por el prestigio del autor, independientemente de los disparates que pudiera decir.

Sokal no fue tímido en sus críticas. Señaló el fraude científico y dio nombres. En su lista figura Martha E. Rogers, precursora de la pseudociencia en enfermería, aunque —dice— muy por debajo de los virtuosos de la charlatanería: Jacques Lacan, Julia Kristeva, Gilles Deleuze y Félix Guattari. Si buscan un crítico agudo de la ciencia y sus espejismos, no se pierdan de leerlo.

“Al autor puede perdonársele su falta de honradez solo en caso de que, antes de engañar a otros, se haya tomado muchas molestias en engañarse a sí mismo.”
                                                                                                                        — Peter Medawar

Sokal no está solo en esta cruzada. Lo acompaña, entre otros, el propio Peter Medawar, Premio Nobel de Medicina, quien dedica un capítulo entero al fraude científico en su libro El extraño caso de los ratones moteados y otros ensayos sobre la ciencia.

Nos hace ver que  la ciencia está hecha de santos y de sinvergüenzas, de visionarios y de dibujantes, de místicos y .... Los casos de fraude no enseñan nada profundo sobre la naturaleza humana; enseñan algo simple todo oficio humano puede ser bastardeado, y por eso mismo necesita vigilancia, humildad y humor.

En su libro entre tantas cosas interesantes nos relata el caso del doctor W. Summerlin, investigador del Instituto del Cáncer Sloan Kettering de Nueva York. Summerlin afirmaba haber logrado, con un método sencillo, trasplantes exitosos de piel y córnea entre individuos —incluso de distintas especies—. El fraude se descubrió, y Medawar le dedicó unas líneas memorables:

“Cuando el asunto Summerlin sea conocido, los profanos menearán la cabeza pesarosamente y se echarán largas miradas como si hubiesen aprendido algo profundamente nuevo sobre la moral de los científicos. Pero los científicos —como todos los seres humanos— son de muchos tipos: coleccionistas, clasificadores, detectives por temperamento, exploradores, artistas, artesanos, poetas, filósofos, algunos místicos y unos pocos sinvergüenzas. No hay una verdad profunda sobre la conducta científica que aprender del caso Summerlin, salvo quizá que en el mundo tiene que haber de todo.”

Y quizá esa sea la verdadera enseñanza: la ciencia, como el arte, no está hecha de materiales puros, sino de mezclas. De pasiones, de errores, de intuiciones y de ironías. Al fin y al cabo, el conocimiento —como los buenos cócteles— necesita una dosis justa de razón y de misterio. Si falta una, el trago pierde sabor; si sobra, se vuelve indigesto.

Epílogo: el último sorbo

Al terminar el cóctel, siempre queda un gusto persistente. En este caso, una certeza inquietante: el conocimiento humano es una bebida mezclada. Ningún trago puro nos explica del todo. La ciencia sin arte se seca en fórmulas; el arte sin ciencia se disuelve . Entre ambos, la razón cotidiana —esa que Sokal quiso rescatar— que intenta mantener el equilibrio, mezclando un poco de rigor con un poco de intuición, un poco de duda con un poco de fe. Quizás lo que nos salva no sea la verdad, sino la lucidez con que dudamos de ella. Porque el conocimiento, como todo buen brebaje, se disfruta mejor cuando no se lo bebe de un trago, sino cuando se lo saborea con pausa, mientras conversamos, sospechamos y reímos un poco. Al final, toda ciencia es un arte del juicio, y todo arte, una ciencia del asombro. El secreto no está en las proporciones, sino en saber cuándo agitar y cuándo dejar reposar.

Sokal nos recuerda que pensar es, a veces, ponerse ácido, Bronowski  que  también es, siempre, ponerse humano.