Edgardo A Marecos

sábado, diciembre 20, 2025

 

Somos el diálogo

 

Nosotros somos el dialogo, es el modo en que aprendemos las cosas, es la esencia misma del ser humano. El ¨ser¨ que puede ser comprendido es el lenguaje, sin él no podemos comprender, es el lugar donde el ¨ser¨ se expresa. El procesode comprensión es lingüístico.

                                                                                           Hans-Georg  Gadamer

 

 

En agosto de 2023, una tarde de café, Golo me acercó un papel. No decía nada más que un nombre: Gadamer. Ese gesto mínimo fue suficiente para despertar la curiosidad y llevarme de nuevo a la hermenéutica según la visión de este filósofo.

Desde la Ilustración, el término prejuicio fue cargado de un sentido peyorativo: algo que debía eliminarse para alcanzar el conocimiento objetivo. Gadamer hace un movimiento decisivo: rescata el prejuicio en su sentido más profundo y originario, no como obstáculo, sino como condición de posibilidad de la comprensión.

Diagrama

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

Toda comprensión parte de prejuicios, de preconcepciones. No llegamos nunca “en blanco” a un texto, a una obra, a una persona o al mundo. Nuestros prejuicios se forman en la historia personal: allí se sedimentan ideas, valoraciones, modos de convivir, prácticas, saberes tácitos. Son el suelo sobre el que nos movemos, muchas veces sin advertirlo. Pretender eliminar los prejuicios equivaldría a suprimir la posibilidad misma de comprender. Sin un punto de partida, no hay interpretación posible. Comprender siempre ocurre desde algo y en medio de algo.

La comprensión se despliega entonces en lo que Gadamer llama el círculo hermenéutico: un movimiento continuo en el que los prejuicios se ponen en juego se confronta, se confirman o se transforman. Preguntamos, interpretamos, volvemos a preguntar. El proceso no concluye por agotamiento lógico, sino por separación práctica: cuando dejamos el libro, la obra, la conversación, la situación. Es una circularidad abierta, finita solo en lo biográfico, siempre inacabada.

Aquí aparece con fuerza Charles Sanders Peirce. La abducción —la inferencia que propone una hipótesis ante lo inesperado— puede pensarse como la chispa creativa que pone en marcha ese círculo. No comprendemos solo mirando, sino releyendo, remirando, repensando, reinterpretando. Las cosas —en el sentido más amplio— no son las mismas para distintas generaciones, contextos o circunstancias, porque tampoco lo son los marcos desde los cuales las interrogamos.

La base histórica de la comprensión no es estática: se transforma a medida que comprendemos. Cada interpretación modifica el horizonte desde el cual volvemos a interpretar. Nuevas preguntas generan nuevas respuestas, y esas respuestas reconfiguran el punto de partida. Esa dinámica —dialéctica y viva— es la esencia misma del círculo hermenéutico.

Para Gadamer, comprender no es trasladarse al pasado, sino avanzar hacia adelante. Comprender es una fusión de horizontes: el horizonte del intérprete y el de aquello que se interpreta se encuentran y generan un horizonte nuevo, más amplio, que se mueve con nosotros. Aprender a comprender es aprender a ver más allá de lo inmediato, integrando lo propio y lo ajeno, lo heredado y lo nuevo.

Si aceptamos esta historia de prejuicios, resulta inevitable advertir su profunda afinidad con lo que en estadística y ciencia de datos llamamos priors o probabilidades previas. El teorema de Bayes formaliza matemáticamente esta intuición: todo proceso de inferencia parte de una creencia previa que se actualiza ante nueva evidencia. Sin priors, no hay punto de partida; sería como intentar leer un libro sin saber qué es un idioma.

Gadamer se distancia así de la idea hobbesiana —y luego empirista— de la mente como tabula rasa, y converge, aunque desde otro lenguaje, con Bayes, Peirce, Ausubel, Popper y Taleb. Todos coinciden, de distintas maneras, en que se necesita una estructura previa para encontrarse con el mundo y permitir que el mundo nos “hable”. La mayoría de las veces, este proceso ocurre de forma intuitiva, encarnada, no explícita.

Conclusión

Podemos pensar la comprensión es un verdadero ecosistema epistemológico donde convergen una serie de pensadores . Ellos  han marcado un hito en la formación universitaria , me refiero específicamente a la oportunidad que tuvimos en la Facultad de Medicina durante el decanato de Mili Bluvstein  con los cursos de formación docente que se realizaron durante toda su gestión y la apertura a la comunidad.  En relación a esta  narrativa creo necesario destacar a :

  • Gadamer, con el prejuicio rehabilitado, describe la estructura de sentido previa.
  • Peirce, con la abducción, explica el surgimiento creativo de hipótesis ante la sorpresa.
  • Bayes ofrece el mecanismo de actualización: cuánto cambia una creencia frente a la evidencia.
  • Ausubel muestra que el aprendizaje solo es significativo cuando el nuevo contenido se ancla en lo ya existente.
  • Popper introduce el control crítico: la disposición a poner en riesgo nuestras hipótesis.
  • Taleb recuerda que un sistema sano no solo resiste la incertidumbre, sino que puede fortalecerse con ella.

Creo que la dinámica es clara: operamos con un modelo previo del mundo; algo irrumpe y resiste nuestra interpretación; formulamos una hipótesis; la integramos o la revisamos; y sometemos el resultado a prueba. Acá Bayes es el pensador intruso menos tenido en cuenta pese a ser vital El riesgo aparece cuando el círculo se vuelve vicioso: priors demasiado rígidos derivan en dogmatismo; priors inexistentes conducen al escepticismo estéril. La clave está en la permeabilidad de los priors: el ser suficientemente firmes para comprender y , suficientemente abiertos para ser corregidos. La idea central puede formularse así: somos máquinas de generar hipótesis que se autocorrigen mediante el diálogo y la prueba del error.

Dialogamos con los textos, con los otros, con el mundo y con nuestras propias creencias. En ese diálogo —lingüístico, cognitivo, histórico— no solo aprendemos: nos constituimos. Comprender no es poseer una verdad final, sino permanecer en movimiento, en conversación, en apertura. Y tal vez allí resida el núcleo de toda supervivencia cognitiva.