martes, diciembre 30, 2025

 

Aprender a ver: una epistemología cibernética de la percepción

No vemos para entender: entendemos para ver. Esta inversión —aparentemente contraintuitiva— resulta central para una epistemología del aprendizaje. El cerebro no registra pasivamente los estímulos del mundo: los organiza, los jerarquiza y les confiere sentido desde el inicio de la experiencia.

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¡No vemos las cosas como son sino como somos!

Esta tesis permite comprender fenómenos cotidianos y, a la vez, decisivos. Vemos rostros en las nubes, figuras en manchas azarosas o intenciones donde solo hay movimientos. Del mismo modo, un clínico experimentado puede “ver” una patología a partir de gestos mínimos, posturas o silencios. En ninguno de estos casos la percepción surge de una suma de datos neutros: emerge una forma significativa que hace visible lo relevante.

 

La psicología de la Gestalt demostró de manera contundente que la percepción humana tiende espontáneamente a organizar los estímulos en totalidades significativas. No percibimos primero partes aisladas que luego ensamblamos para formar un todo; ocurre lo contrario: el todo aparece primero y, solo desde él, las partes adquieren sentido. La conocida afirmación de que “el todo es más que la suma de sus partes” no describe una suma enriquecida, sino un cambio de nivel: la forma no es una agregación, sino una estructura que determina qué cuenta como parte y qué no.

Aquí la epistemología kantiana ofrece un marco esclarecedor. La experiencia no es posible sin formas previas que la estructuren: espacio, tiempo, categorías del entendimiento. De modo análogo, en el aprendizaje no hay percepción “pura” del objeto, sino siempre una percepción mediada por las formas que el sujeto ya posee. Lo que cambia al aprender no es solo lo que sabemos, sino el mundo que se nos vuelve visible

Desde esta perspectiva, no vemos puntos, sonidos o datos sueltos que luego interpretamos racionalmente; vemos configuraciones organizadas desde el inicio. La percepción es ya interpretación, aunque no reflexiva. Ver es reconocer una forma.

El lego y la percepción ingenua

En este contexto, conviene precisar qué entendemos por lego. Llamamos lego al sujeto sin formación específica ni experiencia significativa en un dominio determinado, cuya percepción se organiza a partir de formas globales ingenuas, no diferenciadas, y guiadas por el sentido común cotidiano más que por criterios técnicos o conceptuales.

El lego no “ve mal”: ve de un modo funcional y suficiente para la vida cotidiana. Sin embargo. Ve totalidades evidentes, pero no reconoce aún las relaciones internas que las sostienen. Esta forma perceptiva inicial constituye el punto de partida de todo aprendizaje.

Forma

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Aprender no es sumar: es reorganizar la forma

Desde una epistemología del aprendizaje, aprender no consiste principalmente en incorporar información nueva, sino en transformar las formas que organizan la experiencia. Por ello, el aprendizaje no siempre mejora de inmediato la percepción: muchas veces la empobrece transitoriamente, deconstruye.

Diagrama, Texto

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Quien observa una vivienda sin conocimientos técnicos ve una casa: una totalidad evidente y funcional. En cambio, quien comienza a formarse en construcción o arquitectura suele dejar de ver la casa y empezar a ver ladrillos, vigas, columnas, mezclas. El aprendizaje inicial fragmenta la percepción: el todo se vuelve inestable. Solo con el tiempo, cuando la experiencia se consolida, el experto vuelve a ver la casa, pero ahora la ve mejor: ve la totalidad y, simultáneamente, su estructura interna.

Algo análogo ocurre al aprender a leer. El lector experto no ve letras; ve sentido. El niño que aprende a leer ve letras aisladas, sílabas forzadas, fragmentos sin unidad. Aprender a leer no es sumar signos, sino hacer emerger una nueva totalidad perceptiva.

 

En la clínica médica, el fenómeno se intensifica: el lego ve síntomas sueltos; el estudiante ve listas, signos fragmentados, diagnósticos diferenciales. El clínico experimentado, en cambio, ve un cuadro clínico: una configuración significativa que no se deduce paso a paso, sino que se hace visible de manera inmediata. No es intuición inexplicable, sino percepción entrenada.

Transformaciones perceptivas del aprendizaje

La progresión desde la percepción ingenua hasta la percepción experta puede sintetizarse de la siguiente manera:

Situación

Lego

Aprendiz

Experto

Construcción

Ve una casa como un todo evidente.

Ve ladrillos y estructuras aisladas.

Ve la casa y su estructura simultáneamente.

Lectura

Ve el texto como un bloque confuso.

Ve letras y sílabas aisladas.

Ve sentido de manera inmediata.

Clínica médica

Ve síntomas sueltos.

Ve signos fragmentados y listas.

Ve un cuadro clínico.

Radiología

Ve manchas sin sentido.

Ve estructuras aisladas.

Ve patrones patológicos.

Música

Escucha la obra como emoción global.

Escucha notas y errores técnicos.

Escucha estructura y totalidad.

Lengua extranjera

Oye sonidos incomprensibles.

Oye palabras sueltas.

Oye sentido directamente.

Esta progresión muestra que el aprendizaje no avanza de las partes al todo, sino del todo ingenuo a la fragmentación y, finalmente, a una totalidad reorganizada.

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El aprendizaje como proceso cibernético

Este recorrido puede comprenderse de manera más profunda si se lo concibe como un mecanismo cibernético con bucles de retroalimentación. El aprendizaje perceptivo no es lineal ni acumulativo, sino recursivo y autorregulado.

El proceso puede describirse así:

  1. Totalidad perceptiva inicial: una forma global, funcional, poco diferenciada.
  2. Fragmentación: el análisis introduce partes y desestabiliza el todo.
  3. Retroalimentación: las partes actúan como señales de corrección.
  4. Reorganización: el todo se reconfigura en una nueva estructura más estable.

Este bucle se repite y se profundiza. El todo orienta la percepción de las partes, y las partes retroalimentan y transforman el todo. Aprender es, así, un proceso dialéctico, no lineal.

Texto

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Abducción: el disparador del bucle

 

El mecanismo cibernético del aprendizaje no se activa de manera continua, sino a partir de un quiebre. Cuando la forma vigente ya no logra organizar la experiencia, emerge la sorpresa. En términos epistemológicos, este momento corresponde a la abducción, tal como la formuló Charles S. Peirce.

La abducción no es deducción ni inducción: es el reconocimiento implícito de que “algo no encaja”. No explica aún, pero pone en marcha el proceso. En este marco, la abducción actúa como el disparador del bucle cibernético.

La experiencia inesperada fragmenta la forma previa, introduce partes, genera tensión y obliga a la reorganización. Cada ciclo exitoso estabiliza una nueva gestalt. La percepción experta es el resultado de innumerables abducciones pasadas que ya no necesitan hacerse conscientes.

Por eso el experto “ve” sin calcular: su sistema perceptivo ha sido entrenado por múltiples ciclos de desajuste, corrección y reorganización.

Forma y condiciones del conocer

Esta concepción encuentra un respaldo filosófico sólido en Kant. La experiencia no es posible sin condiciones previas del conocer: las formas a priori de la sensibilidad (espacio y tiempo) y las categorías del entendimiento. No hay percepción “pura” de lo dado.

De modo análogo, en el aprendizaje no accedemos directamente al objeto, sino siempre a través de formas previas. Aprender implica modificar esas formas. Cuando cambian las formas, cambia el mundo que se vuelve visible.

 

Conclusión

En sentido profundo, aprender es aprender a ver. Ver no es un acto pasivo, sino una operación cognitiva compleja, histórica y corporal. El aprendizaje funciona como un sistema cibernético de reorganización perceptiva, impulsado por la abducción y estabilizado por la experiencia. Allí donde cambia la forma, cambia la percepción.
Y allí donde cambia la percepción, cambia la realidad que habitamos.

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