viernes, diciembre 26, 2025

 

VERDOR TERRIBLE

Historia natural del progreso tóxico

Diagrama, Mapa

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Me llama mi amigo, el Dr. Leguizamón, para recomendarme un libro inquietante de Benjamín Labatut: Un verdor terrible. El autor despliega una constelación de datos históricos novelados, entre ellos la importancia económica de la búsqueda de los colores, sus riesgos y esa vieja ambición humana de “sacar pan del aire”. Esto me recuerda un dicho antiguo: “este cree que se vive del aire”. Algo que, al parecer, terminó siendo cierto. Entre los muchos relatos del libro tomo solo algunos.

Johann Jacob Diesbach creó uno de los pigmentos más preciados de su tiempo, el Azul de Prusia, a partir de un error en la búsqueda del carmín. Una serendipia más entre tantas: lo obtuvo vertiendo potasio sobre restos de animales. Johann Leonhard Frisch, un financista sagaz, convirtió ese azul en un negocio de oro macizo por su enorme rentabilidad. El color como error, el error como fortuna.

Carl W Scheele fabricó el célebre Verde de Scheele a partir de arsénico, sin conocer su toxicidad. Ese desconocimiento le costó la vida y causó graves problemas de salud a miles de niños, expuestos a juguetes y dulces teñidos con ese color.

El arsénico es un asesino paciente. Scheele descubrió además numerosos elementos químicos fundamentales, entre ellos el oxígeno .

Longwood House

 

El verde fue tono preferido de Napoleón; se cree que su uso prolongado en las pinturas durante el cautiverio pudo haber contribuido a su muerte. La casa de Napoleón en Santa Elena estaba pintada con ¨Verde de Scheele¨ , pero el arsénico, el asesino silencioso, se evaporaba y lo enveneno.  En sus cabellos se encontró una cantidad mortal de arsénico, tenía 52 años.

E. Astolfi  nos habló de ¨Taco Pozo¨  donde el agua tenía arsénico, no es el único lugar.  Taco pozo; ¨pozo del algarrobo¨, los quechuas decidieron que el algarrobo  sería nominado genéricamente ¨el árbol¨ .  Algarrobo palabra de origen árabe, al-kharroub", que significa "cuerno pequeño", por la forma de las vainas. Recuerdo de pequeño, cuando vivía en Saenz Peña comer vainas , es un alimento muy importante con poca prensa.

 

Scheele descubrió el cianuro casi por casualidad, revolviendo con una cuchara una mezcla que incluía ácido sulfúrico y Azul de Prusia. Sobrevivió de milagro: tenía la costumbre de probar lo que producía, pero esa vez —vaya uno a saber por qué— no lo hizo.

 

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Con ¨amigas¨ rusas a orillas del rio Nevá. Con Cacho en San Petersburgo recordábamos a G. Rasputín, su influencia y su final.

 

A Gregori Rasputín le dieron ¨petits fours¨ con cianuro y no murió ¿?, le dispararon tres balas en el tórax y una en la cabeza, amarrado lo tiraron al Nevá, el ¨influencer¨ incidía en las decisiones de Alejandra Romanova, rescatado por ella y sus hijas, le hicieron un altar en el bosque, sus enemigos lo cremaron para hacerlo desaparecer.

The saga of Rasputin, the Boney M hit that incensed – and seduced – the  Soviet UnionDonde comer los mejores petit fours

 

En la clase de Toxicología, durante quinto de Medicina, el profesor E. Astolfi nos mostró un frasco que contenía una muestra con el característico olor del cianuro, parecido al de las almendras amargas. Nos sugirió olerlo, pero nadie quiso. Nos explicó que consumir demasiadas semillas de manzana o pepas de durazno puede ser peligroso por el contenido de cianuro. Esta sustancia, compuesta de carbono, nitrógeno y potasio, actúa bloqueando la fuente de energía celular de forma rápida y letal.

 Se dice que Alan Turing se suicidó con una manzana con cianuro, la imagen representativa de Apple, otra versión dice que fue asesinado por el servicio secreto. Carl W, Scheele fue él que más elementos naturales descubrió, nueve, incluido el oxígeno  al que llamó, ¨aire-fuego¨. Sabiduría con mala estrella, un mal final murió a los  43 años. Nunca supo el problema de su legado y que su verde produjo envenenamiento porque se usaba no solo para pintar paredes, sino juguetes... Sabiduría con mala estrella, un mal final murió a los  43 años.

En 1914, Fritz Haber logró lo que el dicho se hiciera realidad: extrajo pan del aire.

 

Pero además fue el padre de la guerra química, el 22 de abril de 1915, en Ypres, desarrolló y utilizó por primera vez gas dicloro como arma. En los pulmones se transformaba en ácido clorhídrico; no dejaba nada con vida a su paso. Mil quinientos soldados murieron. “La guerra es la guerra”, era su lema. Su esposa no pudo tolerarlo. Al comprender la magnitud de lo hecho, se suicidó. Haber fue declarado criminal de guerra, aunque sus enemigos también utilizaban gases químicos. Paradójicamente, en 1918 recibió el Premio Nobel de Química por haber logrado, por primera vez, fijar nitrógeno del aire en el laboratorio.

Ese descubrimiento permitió producir fertilizantes sintéticos y resolver la escasez que amenazaba a la agricultura. Carl Bosch, desde la BASF, lo industrializó, posibilitando la explosión demográfica mundial. Gracias a ello, los ingleses dejaron de saquear tumbas en Egipto y los norteamericanos de masacrar bisontes —de cuyos restos obtenían nitrógeno—, como lo muestran las montañas de cráneos acumulados en las llanuras de Estados Unidos.

Diagrama

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Haber decía sentir culpa, no por las muertes por el gas, ni por suicidio de su esposa,  sino por haber alterado el equilibrio al extraer nitrógeno del aire. Temía que, en el futuro, el mundo ya no perteneciera  a las plantas. Bastaría —pensaba— con que la población humana descendiera a cierto nivel para que, las plantas crecieran sin freno, ahogando las formas de vida en un verdor terrible.

EPÍLOGO

El verdor terrible es una advertencia epistemológica.  Cuando una solución funciona demasiado bien, a veces deja de ser solución y se vuelve condición de posibilidad del desastre. La fijación del nitrógeno permitió alimentar a millones, pero también alteró  el equilibrio que había mantenido al planeta habitable.  

El verdor terrible no es el castigo de la naturaleza, sino su indiferencia: cuando el humano desaparece, la vida no se venga; simplemente continúa. La supervivencia cognitiva no consiste en producir más ideas, sino en saber cuáles dejar crecer y cuáles no. Porque incluso el pensamiento, cuando se vuelve imparable, puede volverse inhabitable.

 

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