viernes, diciembre 12, 2025

 

Bicicleta y Conversación Difícil: Retroalimentación en Acción

Las interacciones humanas, en especial aquellas que súbitamente se tensan, pueden analizarse rigurosamente desde la cibernética. Una conversación difícil no es una secuencia lineal de enunciados, sino un sistema dinámico compuesto por flujos de información, mecanismos de control, retroalimentación y autoorganización

La metáfora de la bicicleta resulta particularmente esclarecedora para comprender estas dinámicas, pues condensa los principios fundamentales enunciados por Wiener, Ashby, Bateson y von Foerster: estabilidad mediante retroalimentación negativa, mutua influencia entre sistema y ambiente, observación del observador y transformación del marco relacional.

La bicicleta, en apariencia simple, encarna una arquitectura cibernética sofisticada: es inherentemente inestable y solo puede sostenerse en movimiento gracias a correcciones constantes. Del mismo modo, una conversación difícil no se sostiene por su contenido, sino por los ajustes en tiempo real, los aprendizajes posteriores y la reformulación de la ecología del diálogo.

Para describir estos procesos de modo sistemático, se distinguen tres niveles operativos:

1.      Cibernética de primer orden: regulación inmediata y retroalimentación negativa.

2.      Cibernética de segundo orden: observación del observador y reorganización interpretativa.

3.      Cibernética de tercer orden: transformación del sistema conversacional y creación de nuevas reglas.

Primer Orden: Retroalimentación Negativa y Estabilización del Diálogo

La retroalimentación negativa opera aquí como un termostato conversacional. Su función es mantener la estabilidad y devolver el sistema (la conversación) a un estado deseado o aceptable. Objetivo: Mantener la estabilidad del sistema. No cambias tu opinión o tu forma de interactuar, solo haces ajustes tácticos para que el intercambio continúe.

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Según Wiener, un sistema se estabiliza cuando cuenta con feedback negativo capaz de reducir desviaciones. El ciclista lo realiza de modo automático: corrige cada micro movimiento que amenaza el equilibrio. En términos de Ashby, es un mecanismo que mantiene la variable crítica (el equilibrio) dentro de límites viables.

En una conversación difícil, una frase punzante, un gesto ambiguo o una palabra cargada actúan como perturbaciones que alteran momentáneamente el sistema. La respuesta automática —replicar con el mismo nivel de tensión— constituye un bucle positivo que amplifica la desviación y puede conducir al colapso del vínculo.

La intervención de primer orden consiste en introducir retroalimentación negativa que estabilice el sistema: modular el tono, desacelerar la velocidad, reformular, o introducir una pregunta que reorganice la dinámica (“¿Qué parte te incomodó?”). La finalidad no es corregir el contenido del desacuerdo, sino mantener viable el sistema conversacional. Este nivel opera durante el diálogo y tiene como objetivo evitar la caída.

II. Segundo Orden: Autoobservación y Reconfiguración Cognitiva Retroalimentación Recursiva (Segundo Orden / Aprendizaje)

 Retroalimentación Recursiva (Segundo Orden / Aprendizaje)

Aquí, el objetivo no es solo mantener la conversación, sino modificar tu propia estructura interna (tus reglas, tu percepción, tu modelo de la otra persona) en base a lo que estás observando y experimentando. La cibernética de segundo orden, inaugurada por von Foerster, subraya que el observador forma parte del sistema que describe. Toda descripción implica una serie de distinciones que, a su vez, construyen la realidad percibida. En una conversación difícil, este nivel aparece después del intercambio y se pregunta:

  • ¿Por qué interpreté esa frase como agresión?
  • ¿Qué expectativas estaban activas?
  • ¿Qué umbral emocional se activó?

Aquí no se corrige el diálogo, sino la estructura cognitiva que lo interpretó. Se trata de un proceso de aprendizaje recursivo, un aprendizaje de Tipo II en términos de Bateson: se modifican los patrones que producen las reacciones, no solo las reacciones mismas. Este nivel no estabiliza la conversación del presente, pero aumenta la capacidad de sostener conversaciones futuras. Así como el ciclista aprende de cada tambaleo, el conversador aprende de la perturbación pasada.

III. Tercer Orden: Transformación de la Ecología Conversacional

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La cibernética de tercer orden —heredera del constructivismo  y de la ecología de Bateson— se ocupa de la transformación del sistema total en el que ocurre el intercambio. No se limita a corregir desviaciones ni a revisar la percepción del observador: busca crear nuevas reglas del juego.

En la bicicleta, este nivel aparece cuando el equilibrio ya no es un problema para corregir, sino un estilo de movimiento: el ciclista integra la dinámica y produce un modo propio de estabilidad. En la conversación, implica rediseñar la ecología del vínculo, generando un bucle positivo generativo: una pequeña dosis de comprensión aumenta la confianza; la confianza incrementa la apertura; la apertura profundiza la comprensión. Es un proceso de homeorresis: estabilidad en el cambio, trayectoria más que punto fijo.

El conversador, en este nivel, opera como: diseñador de propósito (de persuadir a comprender)moderador del ritmo (del juicio a la escucha), creador de estética del diálogo (cómo hablamos cuando hablamos). Este nivel permite compatibilizar posiciones sin necesidad de homogeneizarlas. El sistema relacional se vuelve más complejo, más robusto y menos vulnerable.

Epílogo: Tres Órdenes para una Conversación que Permanece

Las conversaciones difíciles revelan, con claridad insospechada, la arquitectura cibernética que sostiene los vínculos humanos. En ellas se ponen en juego mecanismos de regulación inmediata, procesos de autorreflexión y posibilidades de transformación relacional que permiten que el sistema conversacional siga siendo viable aún bajo perturbaciones.

En el Primer Orden, la estabilidad del diálogo depende de la activación de bucles de retroalimentación negativa capaces de contener la escalada emocional. Son los ajustes en tiempo real —el tono, la cadencia, la pregunta que reorienta— los que preservan la continuidad del intercambio y evitan que la tensión desemboque en ruptura.

En el Segundo Orden, el foco se desplaza hacia la intimidad donde se analizan las condiciones internas que hicieron tambalear la conversación: las expectativas, los sesgos, los umbrales de sensibilidad. Allí se reorganizan los modelos interpretativos que guiarán futuros encuentros. No se corrige el diálogo: se corrige la forma de mirarlo.

En el Tercer Orden, el sistema entero se reconfigura. Aquí se transforma la ecología del intercambio: se redefinen propósitos, se ajustan ritmos y se inauguran nuevas reglas conversacionales que permiten compatibilizar posiciones sin exigir homogeneidad. Es en este nivel donde emergen los bucles positivos generativos que fortalecen el vínculo y amplían la capacidad de seguir dialogando.

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Así, la cibernética aplicada a la conversación no promete acuerdos, sino viabilidad. El verdadero logro no es convencer, sino mantener vivo el sistema que permite el encuentro. Y cuando estos tres órdenes operan articuladamente, incluso las conversaciones más frágiles encuentran una forma de permanecer en movimiento, como un ciclista que avanza porque aprende a equilibrarse mientras pedalea.

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