jueves, diciembre 04, 2025

 

¿Creer o no creer?

La tarde  amable,  clima agradable ,y  mesa especialmente diseñada para hablar de cualquier cosa que se alejara de lo disciplinario. Día del Médico 2025

 



 

Se empezó con  un déficit de la forma de presentación de platos y  cubiertos , lo cual se relaciona con un aspecto parcial de la educación como  estrategia de aprendizaje a aprender, en este caso solo con relación a lo sociocultural ,que con seguridad pasa en muchos casos. Pero quedo la idea de la educación como estrategia de aprendizaje de aprender, de manera integral y que merece más espacio.

Espacio que fue de alguna manera acotado por otro tema tan o más importante; las creencias religiosas de los presentes esa tarde en el laboratorio de café :¿Creer o no creer? Y su importancia

Shakespeare hubiese aprobado el dramatismo del interrogante; B.Brecht, más pragmático, ya había resuelto el asunto a su modo: “Dios existe si lo necesitás.” , Woody Allen, fiel a su personaje , pedía una señal divina en forma de depósito bancario. La divinidad, hasta donde sabemos, no opera con transferencias electrónicas. Facundo Cabral, en cambio, sonreiría satisfecho: “Podemos hablar de esto porque ya hemos comido”. Comer para sobrevivir; debatir para vivir.

Y así, entre café y chipas  flotaban creyentes, ateos, agnósticos y dubitativos. Pero había algo común: nadie podía dejar del todo el pensamiento teleológico, esa inclinación casi automática a buscar un propósito, una intención, un “por qué” detrás de lo que pasa. Como si nuestra mente viniera de fábrica con un GPS espiritual preinstalado.

D. Golombek  en su libro * Las neuronas de Dios. Una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la Luz al final del túnel* nos da una visión desde la ciencia de nuestra inquietud acerca de lo sobrenatural y nos asegura que no podemos librarnos de las nociones de religión y de Dios por dos hipótesis:

 

1.- Porque Dios está en todos lados.

2.- Porque hay algo del cableado de nuestros cerebros que mantiene la idea de religión. Alguna ventaja debe tener la religión y la fe en términos evolutivos.

 

Si la religión y las creencias en lo sobrenatural son tan universales como parece, entonces no solo deben tener sentido evolutivo, sino seguramente existe una base genética y hasta hereditaria para explicarlas.

Nos plantea que un antepasado confiado, pensando que tal vez sea el viento el que movió las hojas, termina pisoteado por un mamut. Con seguridad ese no fue nuestro ancestro, es un  error tipo II ,falso negativo o beta, es decir no creer que hay algo cuando si lo hay.   Pero también existe el error tipo I , falso positivo o alfa,  creer  que algo  hay  y en realidad no lo hay, sea el viento, una fiera o algo sobrenatural. Este error habitualmente es menos costoso, tanto si salimos corriendo o creemos en Dios.

Miguel nos recordó que los creyentes viven estadísticamente entre siete y ocho años más.”
La mesa mostro interés y  nadie discutió ,acordamos que  la fe, alarga la vida. Debemos tener presente que, si bien la causa implica correlación, correlación no es causalidad. Los estudios muestran que la diferencia se podría explicar de distintas maneras correlativas todas atendibles, entre ellas apoyos comunitarios, menor aislamiento, rutinas estables, menor estrés y, sobre todo; de sentido.

Y con relación a esto último me pareció oportuno recurrir a la logoterapia una psicoterapia laica, centrada en la búsqueda de sentido. Victor Frankl nunca la pensó como una doctrina religiosa ni como una defensa de la fe. Sin embargo, su propuesta otorga un marco psicológico y existencial que explica por qué la experiencia religiosa tiene tanta fuerza para muchas personas.

El sentido se construye en tres planos que se entrelazan. El por qué nombra nuestras raíces: las causas, historias y condicionamientos que explican de dónde venimos. El cómo describe el modo en que atravesamos la vida: nuestras estrategias, hábitos, actitudes y maneras de responder al mundo. Pero es el para qué —la dirección, la finalidad, la tarea pendiente— lo que verdaderamente orienta la existencia.

Sin un para qué, el por qué se vuelve mero determinismo y el cómo se degrada en simple supervivencia, con un para qué, en cambio, el por qué encuentra sentido dentro de un horizonte más amplio, y el cómo se vuelve elección, estilo y responsabilidad. En términos de Frankl: el ser humano vive de propósito; necesita un para qué que organice sus porqués y ennoblezca sus cómos.

Allí donde estas tres dimensiones se integran, aparece una vida no solo explicada, sino justificada. La integración entre el por qué, el cómo y el para qué toca un núcleo que históricamente ha sido territorio de lo religioso: la búsqueda de sentido. Las religiones, cada una a su modo, ofrecen un para qué último, un horizonte de significado que excede lo inmediato y que organiza los porqués y los cómos de la vida cotidiana.

En esa clave, lo religioso opera como un marco que orienta: da origen (por qué), propone una forma de vida (cómo) y brinda un propósito trascendente (para qué).

Si bien Frankl no construyó una teoría religiosa, abrió la puerta a una intuición que se alinea con lo sagrado: el ser humano está estructuralmente orientado hacia el sentido. Cuando ese “sentido último” se expresa como fe, los creyentes encuentran un para qué poderoso. Y ese para qué modula los cómos —la actitud, la conducta, el sacrificio— y reinterpreta los porqués —la historia, el sufrimiento, las pruebas— dentro de un relato mayor.

 

No se trata de probar la existencia de Dios, sino de comprender que la dimensión religiosa es una forma histórica y culturalmente robusta de organizar el sentido de la vida, especialmente en situaciones límite. Por eso muchos estudios encuentran que quienes creen viven, en promedio, con mayor resiliencia, son masa antifragiles, tienen más redes de apoyo y una mayor capacidad para sostener el sufrimiento: tienen un para qué.

Diagrama, Dibujo de ingeniería

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

Lo religioso no es solo un conjunto de creencias, sino la arquitectura más sólida del sentido de la vida que integra pasado (por qué), conducta (cómo) y propósito (para qué).

Adenda

A diferencia de la "voluntad de placer" (Freud) o la "voluntad de poder" (Adler), la Logoterapia sostiene que la principal fuerza motivadora del ser humano es la búsqueda de un sentido para su propia vida.

Conclusion

Quizá creamos por viejos sesgos, quizá creamos por necesidad, quizá creamos por tradición. Pero aquello en lo que creemos —mientras no se vuelva oscurantismo— puede convertirse en la estructura que le da forma a nuestro mundo interior. Y esa es justamente la intuición de Frankl: el sentido no exige certeza, solo dirección. Creer o no creer deja de ser una disputa metafísica para convertirse en una decisión existencial: ¿qué horizonte elegimos para sostener nuestro porqué, orientar nuestro para qué y dignificar nuestro cómo?

 

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