¿Creer o no
creer?
La tarde amable, clima agradable ,y mesa especialmente diseñada para hablar de
cualquier cosa que se alejara de lo disciplinario. Día del Médico 2025
Se empezó con un déficit de la
forma de presentación de platos y
cubiertos , lo cual se relaciona con un aspecto parcial de la educación
como estrategia de aprendizaje a
aprender, en este caso solo con relación a lo sociocultural ,que con seguridad
pasa en muchos casos. Pero quedo la idea de la educación como estrategia de
aprendizaje de aprender, de manera integral y que merece más espacio.
Espacio que fue de alguna manera acotado por otro tema tan o más
importante; las creencias religiosas de los presentes esa tarde en el
laboratorio de café :¿Creer o no creer? Y su importancia
Shakespeare hubiese aprobado
el dramatismo del interrogante; B.Brecht, más pragmático, ya había resuelto el
asunto a su modo: “Dios existe si lo necesitás.” , Woody Allen, fiel a
su personaje , pedía una señal divina en forma de depósito bancario. La
divinidad, hasta donde sabemos, no opera con transferencias electrónicas. Facundo
Cabral, en cambio, sonreiría satisfecho: “Podemos hablar de esto porque ya
hemos comido”. Comer para sobrevivir; debatir para vivir.
Y así, entre café y chipas flotaban creyentes, ateos, agnósticos y
dubitativos. Pero había algo común: nadie podía dejar del todo el
pensamiento teleológico, esa inclinación casi automática a buscar un
propósito, una intención, un “por qué” detrás de lo que pasa.
Como si nuestra mente viniera de fábrica con un GPS espiritual preinstalado.
D. Golombek en su libro * Las neuronas de Dios. Una
neurociencia de la religión, la espiritualidad y la Luz al final del túnel*
nos da una visión desde la ciencia de nuestra inquietud acerca de lo
sobrenatural y nos asegura que no podemos librarnos de las nociones de religión
y de Dios por dos hipótesis:
1.- Porque Dios está en todos
lados.
2.- Porque hay algo del cableado
de nuestros cerebros que mantiene la idea de religión. Alguna ventaja debe
tener la religión y la fe en términos evolutivos.
Si la religión y las creencias en
lo sobrenatural son tan universales como parece, entonces no solo deben tener
sentido evolutivo, sino seguramente existe una base genética y hasta
hereditaria para explicarlas.
Nos plantea que un antepasado
confiado, pensando que tal vez sea el viento el que movió las hojas, termina
pisoteado por un mamut. Con seguridad ese no fue nuestro ancestro, es un error
tipo II ,falso negativo o beta, es decir no creer que hay algo cuando
si lo hay. Pero también existe el error tipo I , falso positivo o alfa, creer
que algo hay y en realidad no lo hay, sea el viento, una
fiera o algo sobrenatural. Este error habitualmente es menos costoso, tanto si
salimos corriendo o creemos en Dios.
Miguel nos recordó que los
creyentes viven estadísticamente entre siete y ocho años más.”
La mesa mostro interés y nadie discutió
,acordamos que la fe, alarga la vida. Debemos
tener presente que, si bien la causa implica correlación, correlación no es
causalidad. Los estudios muestran que la diferencia se podría explicar de
distintas maneras correlativas todas atendibles, entre ellas apoyos
comunitarios, menor aislamiento, rutinas estables, menor estrés y, sobre todo; de
sentido.
Y con relación a esto último
me pareció oportuno recurrir a la logoterapia una psicoterapia laica,
centrada en la búsqueda de sentido. Victor Frankl nunca la pensó como una
doctrina religiosa ni como una defensa de la fe. Sin embargo, su propuesta otorga
un marco psicológico y existencial que explica por qué la experiencia religiosa
tiene tanta fuerza para muchas personas.
El sentido se construye en
tres planos que se entrelazan. El por qué nombra nuestras raíces: las
causas, historias y condicionamientos que explican de dónde venimos. El cómo
describe el modo en que atravesamos la vida: nuestras estrategias, hábitos,
actitudes y maneras de responder al mundo. Pero es el para qué —la
dirección, la finalidad, la tarea pendiente— lo que verdaderamente orienta la
existencia.
Sin un para qué, el por qué
se vuelve mero determinismo y el cómo se degrada en simple supervivencia, con
un para qué, en cambio, el por qué encuentra sentido dentro de un horizonte más
amplio, y el cómo se vuelve elección, estilo y responsabilidad. En términos de
Frankl: el ser humano vive de propósito; necesita un para qué que organice sus
porqués y ennoblezca sus cómos.
Allí donde estas tres
dimensiones se integran, aparece una vida no solo explicada, sino justificada. La
integración entre el por qué, el cómo y el para qué toca un núcleo que
históricamente ha sido territorio de lo religioso: la búsqueda de sentido. Las
religiones, cada una a su modo, ofrecen un para qué último, un horizonte
de significado que excede lo inmediato y que organiza los porqués y los cómos
de la vida cotidiana.
En esa clave, lo religioso opera como un marco que orienta: da origen
(por qué), propone una forma de vida (cómo) y brinda un propósito trascendente
(para qué).
Si bien Frankl no construyó
una teoría religiosa, abrió la puerta a una intuición que se alinea con lo
sagrado: el ser humano está estructuralmente orientado hacia el sentido. Cuando
ese “sentido último” se expresa como fe, los creyentes encuentran un para
qué poderoso. Y ese para qué modula los cómos —la actitud, la conducta, el
sacrificio— y reinterpreta los porqués —la historia, el sufrimiento, las
pruebas— dentro de un relato mayor.
No se trata de probar la
existencia de Dios, sino de comprender que la dimensión religiosa es una
forma histórica y culturalmente robusta de organizar el sentido de la vida,
especialmente en situaciones límite. Por eso muchos estudios encuentran que
quienes creen viven, en promedio, con mayor resiliencia, son masa antifragiles,
tienen más redes de apoyo y una mayor capacidad para sostener el sufrimiento: tienen
un para qué.
Lo
religioso no es solo un conjunto de creencias, sino la arquitectura más sólida
del sentido de la vida que integra pasado (por qué), conducta (cómo) y
propósito (para qué).
Adenda
A
diferencia de la "voluntad de placer" (Freud) o la "voluntad de
poder" (Adler), la Logoterapia sostiene que la principal fuerza motivadora
del ser humano es la búsqueda de un sentido para su propia vida.
Conclusion
Quizá creamos por viejos
sesgos, quizá creamos por necesidad, quizá creamos por tradición. Pero aquello
en lo que creemos —mientras no se vuelva oscurantismo— puede convertirse en la
estructura que le da forma a nuestro mundo interior. Y esa es justamente la
intuición de Frankl: el sentido no exige certeza, solo dirección. Creer
o no creer deja de ser una disputa metafísica para convertirse en una decisión
existencial: ¿qué horizonte elegimos para sostener nuestro porqué, orientar
nuestro para qué y dignificar nuestro cómo?
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