Cartografía
de la ¨inteligencia humana¨:
más allá del CI más acá de la lA , del gen a la comunidad
La inteligencia, o, mejor dicho, las inteligencias
Las inteligencias humanas son más ricas y diversas de lo que durante mucho tiempo se creyó. Durante décadas, el concepto de inteligencia se redujo a ciertos tipos de destrezas, como el pensamiento lógico-matemático o el dominio del lenguaje. Estas habilidades eran las más valoradas, especialmente en los contextos escolares y profesionales. Las demás —musicales, corporales, emocionales, espaciales— quedaban relegadas a los márgenes, según las prioridades de cada época.
La teoría de las
inteligencias múltiples, propuesta por Howard Gardner, vino a cuestionar esa
visión reduccionista. Este psicólogo, heredero de la tradición cognitiva de
Piaget y Bruner, planteó que existen múltiples formas de inteligencia, que
operan en conjunto y en distintas proporciones en cada individuo. Cuando una de
ellas se manifiesta de manera aislada, sin el apoyo o la interacción de las
demás, puede transformarse en una limitación más que en una virtud.
Gardner parte de una premisa
realista, aunque incómoda: no todos tenemos las mismas capacidades ni los
mismos modos de aprender. Y nadie puede aprenderlo todo. Por eso, su propuesta
no busca uniformar, sino ayudar a identificar nuestras fortalezas cognitivas y
a trabajar activamente en el desarrollo de aquellas menos cultivadas.
Inteligencia
lingüística: Capacidad para usar las palabras con
precisión, elegancia y poder expresivo. La ejercen escritores, poetas,
periodistas y oradores. Involucra áreas específicas del cerebro como la zona de
Broca, cuya lesión puede producir afasias, aun cuando otras facultades se
conserven intactas.
Inteligencia
lógico-matemática: Es la habilidad para razonar de manera
abstracta, resolver problemas y manejar símbolos. Fue la gran protagonista de
las pruebas de coeficiente intelectual. Piaget la estudió profundamente en los
procesos de desarrollo infantil, pero Gardner advierte que su hegemonía es
injustificada: la vida rara vez se resuelve solo con cálculos.
Inteligencia
musical: Capacidad de percibir, reproducir y crear
estructuras sonoras. Desde Pitágoras hasta los recitales actuales, la música ha
sido una forma de vinculación social y cognitiva. Algunas personas tienen oído
absoluto, como Charly García; otras desarrollan esta inteligencia sin
instrucción formal, pero con gran sensibilidad. Algo personal, un día cuando Edgardo
y Carolina estudiaban piano ,los encuentro que ella tocaba una nota y el sin
mirar decía que nota era, le pregunto como sabia y me dice si Carolina toca do
escucho do. No pregunte más.
Inteligencia
espacial Permite percibir y manipular objetos en el espacio,
reconocer formas, orientarse y crear visualizaciones mentales. Es fundamental
en la arquitectura, la cirugía, la navegación y el ajedrez. Las lesiones en el
hemisferio derecho pueden afectar severamente esta capacidad.
Inteligencia
corporal-cenestésica: Es la inteligencia del cuerpo que actúa y
comunica. Se manifiesta en atletas, bailarines, cirujanos y artesanos.
Maradona, por ejemplo, expresó una inteligencia cenestésica extraordinaria,
capaz de unir técnica, intuición y expresión corporal.
Inteligencia
interpersonal: Consiste en comprender al otro: leer gestos,
emociones, intenciones. Es indispensable para docentes, líderes, terapeutas y
políticos. Incluso en etapas avanzadas del Alzheimer, cuando otras facultades
se deterioran, esta forma de inteligencia puede mantenerse.
Inteligencia
intrapersonal: Es la conciencia de uno mismo: conocer
nuestros estados internos, nuestras motivaciones, nuestras fortalezas y
límites. Es menos visible que otras, pero resulta fundamental para tomar
decisiones coherentes y sostener una vida con sentido.
Inteligencia
naturalista: Capacidad para identificar, clasificar y
comprender el mundo natural. Desde niños que distinguen frutas comible o no,
hojas y aves hasta científicos como
Darwin, esta inteligencia se conecta con una sensibilidad hacia lo vivo, muchas
veces olvidada en la era digital.
Inteligencia
existencial: La forma más sutil, pero no por ello menos
importante. Es la capacidad de pensar en las grandes preguntas: la muerte, el
sentido, el cosmos. Presente en filósofos, místicos y buscadores de
profundidad. Gardner reconoce su valor, aunque no sea fácil de medir. Muchas
veces como padres o abuelos no sabemos que contestar a preguntas de hijos o
nietos.
Extensiones contemporáneas: emoción e intuición
Inteligencia
emocional: Popularizada por Daniel Goleman, incluye
habilidades para identificar, gestionar y canalizar nuestras emociones y las
ajenas. Plantea cinco competencias básicas: autoconocimiento, autorregulación,
empatía, automotivación y manejo de relaciones. Gardner, no sin críticas,
señaló que gran parte del mensaje de Goleman está ya contenido en su título.
Inteligencia
intuitiva: La intuición es una forma de conocimiento
veloz y no deliberado. Daniel Kahneman, en Pensar rápido, pensar despacio,
la estudió como parte de las heurísticas cognitivas. Malcolm Gladwell relató el
famoso caso de una estatua falsificada reconocida en segundos por el experto
Thomas Hoving. Su “olfato” superó a un año de análisis científicos. Intuición
no es adivinación: es una forma de inteligencia en acción.
Aprender a nivel colectivo: la quinta disciplina: En La quinta disciplina, Peter Senge redefine la inteligencia no
como un rasgo individual, sino como una capacidad organizacional. Las
organizaciones inteligentes son aquellas que aprenden: que generan
conocimiento, gestionan capital intelectual y, sobre todo, crean contextos para
el aprendizaje profundo y continuo. Tuve la oportunidad de asistir a sus
conferencias y me autografiara el libro.
Senge
propone cinco disciplinas que integran esta inteligencia colectiva:
1.
Dominio personal: el desarrollo continuo y la coherencia interna.
2.
Modelos mentales: creencias y supuestos que guían nuestra percepción.
3.
Visión compartida: alinear sin imponer, construir sentido común.
4.
Aprendizaje en equipo: dialogar, reflexionar, construir juntos.
5.
Pensamiento sistémico: la quintaesencia que vincula las demás, metáfora del éter unía los
cuatro elementos en la cosmología antigua.
Este pensamiento sistémico
cobra sentido pleno cuando se lo articula con el modelo SECI de Nonaka y
Takeuchi, que describe cómo las organizaciones generan y transforman
conocimiento:
- Socialización (tácito a tácito): aprender por experiencia compartida.
- Exteriorización (tácito a explícito): dar forma verbal o simbólica al saber implícito.
- Combinación (explícito a explícito): reorganizar y sintetizar conocimientos ya formulados.
- Interiorización (explícito a tácito): encarnar el conocimiento en la práctica.
En este marco, aprender no
es acumular: es transformar. Esa transformación ocurre cuando lo individual y
lo colectivo se entrelazan en una espiral dialéctica y viva de conocimiento.
Bases biológicas: la inteligencia a nivel molecular
Estudios recientes identificaron un gen, el DTNBP1,
asociado a la capacidad cognitiva general. Investigadores como K. Burdick
observaron que ciertas variantes de este gen se vinculan a menor rendimiento
intelectual.
Por su parte, Eric Kandel, premio Nobel de Medicina, demostró en sus
estudios sobre la Aplysia cómo el aprendizaje modifica físicamente las
conexiones sinápticas. La proteína CREB, clave en estos procesos, está
hoy en el centro de investigaciones neurocientíficas y farmacológicas. La
inteligencia, entonces, también tiene raíces bioquímicas y epigenéticas,
influenciadas tanto por nuestros genes como por nuestra experiencia.
La inteligencia no es un
número fijo, IC, ni una habilidad
estática. Es una tensión vital entre lo que somos y lo que podemos
llegar a ser. Por eso, más que medirla, debemos cultivarla. No solo en las
aulas o los laboratorios, sino también en las decisiones cotidianas, en los
vínculos, en las charlas de café, en el trabajo en equipo, en la comunidad.
Estoy absolutamente de acuerdo que no se trata de responder rápido, sino
de preguntar mejor, curiosidad, con empatía, con
propósito, para construir incansablemente mapas más ricos y significativos . Y, sobre
todo, de hacerlo juntos. Y tener presente puede no ser una garantía,
como lo confirma mi querido amigo polímata y fumador.
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