lunes, junio 02, 2025

Escritura y Simetría: Leonardo, Franquita y la abeja

 

 

Escritura y Simetría: Leonardo, Franquita y la abeja

Leonardo el zurdo genio que escribía al revés y al derecho

Tiempo atrás, Edgardo nos mandó al grupo de la familia un WhatsApp donde Franquita, mi nieta, resolvía una multiplicación y ponía 32 como resultado, pero escribió el 3 al revés y rápidamente se dio cuenta corrigiéndolo.   Me comento Edgardo,  que a veces también confunde d con b.  Esto suele ser habitual en los primeros años, lo mismo puede ocurrir con p y q. Me llamaron la atención varias  cosas, en primer lugar, que pudiera multiplicar 8 x 4,  en segundo lugar, que se diera rápidamente cuenta del el error en espejo, y en tercer lugar la prolijidad con la que escribe. En ese momento estaba en preescolar.

En los primeros años de vida, casi todos cometemos errores en espejo al leer o escribir, y esto ocurre en todas las culturas, luego el ¨error¨ desparece. En su libro `` El Cerebro Lector``  de S. Dehaene, sostiene que la habilidad para generalizar perspectivas simétricas facilita el reconocimiento invariante de los objetos cuando se los ve, competencia esencial del sistema visual. Pero cuando los niños deben aprender a leer *necesitan desprender la generalización especular* . En algunos niños este proceso de  ¨desaprendizaje¨, no se da, lo cual  puede llegar a ser un problema, 

Descripción: Resultado de imagen para tigre de bengalaNo importa la simetría esta cara lo dice todo.

El tema de la simetría es muy complejo, Miguel me regalo el libro de Marcus Du Suatoy ¨Simetría Un viaje por los patrones de la naturaleza ¨  Entre muchas cosas interesantes una nos habla que  la simetría constituye una forma de comunicación entre las flores y las abejas, Para la flor el hexágono es como un letrero luminoso que dice ¨Visítame¨ .Para la abeja ,en la forma simétrica esta codificado el mensaje ¨Aquí hay comida¨ por lo tanto,  aquellas que no codifican simetría no comen y , la flor no poliniza.  Existe una íntima relación entre la evolución y la simetría.

Lo concreto es que en la evolución los ejes que  tuvieron una fuerte influencia fueron  el vertical y el anteroposterior, era importante discriminar lo que venía de arriba o abajo, lo lejano y lo cercano, lo de adelante y lo de atrás. Estas fueron y son operaciones esenciales para poder sobrevivir, pero al eje izquierda derecha se le presto menos atención, aunque es de igual  importancia.

    • La evolución parece haber calculado que había más para ganar que para perder si no se le daba importancia a la izquierda o a la derecha, siempre que eso nos permitiese reaccionar con mayor velocidad en situaciones críticas. Un depredador era una cosa seria, tanto si aparecía de izquierda o de derecha, de su cara nos interesaba lo que representara, no su simetría. Y aunque la lateralidad no haya importado tanto a la evolución, siglos después, algunos harían de ‘izquierda’ y ‘derecha’ una cuestión existencial…”

 Las cosas cambiaron y más cuando  se inventó la escritura. La escritura  en espejo supone un argumento sólido a favor de la hipótesis del reciclaje neuronal, pues nuestro cerebro no estaba previsto que leyera, pero se adaptó para hacerlo, utilizando los medios que tenía a su disposición.

El lenguaje de la naturaleza es la simetría cuando uno empieza a buscarla, se la ve en todas partes, desde lo más pequeño hasta las galaxias más grandes. Es un testimonio del orden que subyace en el mundo natural manifestándose de diversas formas que son cruciales para la supervivencia, la función y la estética de los organismos.

Pero en esta oportunidad me dispare a un cuento, Planilandia, escrito por Edwin A. Abbott, que nos invita a reflexionar sobre la percepción de las dimensiones y cómo la nuestra, como seres tridimensionales, nos permite entender el mundo bidimensional y unidimensional de una manera que aquellos que habitan esas dimensiones inferiores no pueden. El cuento se adelantó décadas a Don Albert y nos invita a tratar de entender aquello de otras dimensiones.  Pero yo lo voy a aplicar  la infancia y al abeja.

Imaginemos a un niño, en este caso particular mi nieta y,  en el escenario que relate. Para nuestra condición de niños , el mundo es fundamentalmente tridimensional. Cuando  aprendemos a leer y escribir, se nos  introduce a la "Planilandia de las letras". En ese ¨mundo¨ bidimensional de la hoja de papel, la simetría especular como la de la ¨d¨ y ¨b¨  o "p" y la "q"  toma importancia. El cerebro infantil , acostumbrado a ignorar la orientación para reconocer objetos en 3D una silla sigue siendo una silla, la mire como la mire, debe reconfigurarse para entender que en esta nueva "Planilandia simbólica", la orientación lo es todo. Es un esfuerzo cognitivo temporal, una adaptación para dominar las reglas artificiales de la escritura. No es que su capacidad tridimensional desaparezca, sino que aprende a aplicar una nueva regla específica para esos símbolos bidimensionales.

Ahora, pensemos en la abeja ,también es un ser tridimensional, capaz de volar y navegar en un espacio complejo. Sin embargo, a diferencia de nosotros niños, la abeja no necesita "viajar a Planilandia" para entender la simetría plana de una flor. La evolución, a lo largo de millones de años, ha cableado su sistema visual para detectar la simetría bidimensional de las flores de forma innata. Para la abeja, la simetría de los pétalos o las guías de néctar no es una convención a aprender, sino una señal visual directa que indica la presencia y calidad del alimento. Es una característica inherente del objetivo que busca, y su cerebro ya está optimizado para procesarla eficientemente para su supervivencia.

En esencia, mientras que mi nieta o cualquier niño debe hacer un ajuste consciente para adaptarse a las reglas de la "Planilandia" cultural de la escritura, la abeja ya tiene una "función Planilandia" integrada en su percepción, desarrollada por la evolución para las necesidades de su entorno natural. Ambos ejemplos ilustran la relación entre nuestra existencia en una dimensión superior y cómo percibimos y procesamos la información en las dimensiones inferiores.

Epílogo: Ver lo invisible

La historia de Franquita, la abeja y Leonardo se entrelazan en un asunto profundo: cómo vemos el mundo, qué reglas lo organizan y qué dimensiones debemos cruzar para comprenderlo. Un niño aprende a leer domesticando su percepción para operar en un mundo plano de letras. Una abeja sobrevive gracias a un instinto que la guía por patrones simétricos. Y un genio como Leonardo juega con la inversión especular como quien mira desde fuera del plano. Einstein, por su parte, nos recuerda que la realidad tiene más dimensiones de las que podemos percibir directamente. La cuarta dimensión del espacio-tiempo, como la simetría de una flor o el reflejo en un espejo, nos desafía a ir más allá de lo visible.

Quizás Planilandia  sea una metáfora literaria, una clave para entender que cada nueva dimensión —la de la cultura, la conciencia, el lenguaje o la ciencia— exige no solo aprender, sino también desaprender. Y que ese proceso, a veces tan silencioso como corregir un 3 escrito al revés, es una de las formas de la inteligencia humana.

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