domingo, junio 01, 2025

EL ENIGMA DEL REFLEJO


 

El enigma del reflejo


Salón de los Espejos

“Los espejos tienen algo monstruoso”, escribió Borges, evocando a Bioy Casares, quien recordaba que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres.

“Los espejos, antes de darnos la imagen que reproducen, deberían reflexionar un poco.”
                                                                                                                                       Jean Cocteau

El interés por los espejos es tan antiguo como universal. Han sido símbolo de vanidad, verdad, mentira, desdoblamiento y misterio. Algunos espejos célebres nos llegan desde los mitos y los cuentos: el de Narciso, el de Blancanieves, el de Alicia. Pero hay otros espejos, menos poéticos y no por ello menos reveladores. Uno de ellos lo llevamos dentro: es biológico, invisible y activo. Son las neuronas espejo, descubiertas en los años 90 por Giacomo Rizzolatti y su equipo al estudiar el cerebro de monos macacus. Estas neuronas se activan tanto cuando realizamos una acción como cuando vemos a otro hacerla. Son clave para la imitación, la comprensión de gestos y, más profundamente, para la empatía. No reflejan un rostro, sino un estado del otro. No muestran imágenes, sino emociones en acto.

Reflejo y desconcierto

Mirarse en un espejo no es tan simple como parece. Los espejos reflejan, sí, pero también perturban. Como decía Alicia, todo parece "ir del otro lado". ¿Por qué lo reflejado se ve invertido de izquierda a derecha y no de arriba abajo? La intuición común dice que el espejo invierte lateralmente, pero eso no es del todo exacto. En realidad, el espejo refleja punto a punto respecto a su plano, invirtiendo el eje adelante-atrás. Lo que interpretamos como una inversión izquierda-derecha es una construcción mental, una ilusión aprendida. Ocurre porque proyectamos nuestro esquema corporal sobre ese "otro" que parece mirarnos desde el otro lado.

Por eso, si levanto la mano derecha, en el espejo la veo moverse del lado izquierdo de la imagen, pero sigue siendo mi derecha. El reflejo no cambia la lateralidad: cambia la profundidad. Y esa sutileza puede convertirse en desconcierto.

Un cuerpo que no obedece

En Asunción, mientras caminábamos con Ariel por el Shopping del Sol, nos detuvimos frente a una gran pantalla que transmitía en tiempo real lo que captaba una cámara. Nuestra imagen aparecía allí, pero algo se sentía extraño. Al mover los brazos o las manos, una leve incomodidad surgía. No era un error técnico. Era más profundo: una disonancia entre lo que veía y lo que mi cuerpo esperaba. Me costaba coordinar mis gestos con esa imagen.

Entonces entendí: no era una imagen especular, como la del espejo, sino una imagen frontal, como la que capta alguien que me mira de frente. Mostraba mi “yo visible”, no mi “yo habitual”. Esa representación externa de mi cuerpo no coincidía con mi memoria corporal ni con la experiencia aprendida de años frente al espejo. La acción más simple —levantar una mano, ajustar una prenda— se volvía torpe. Como si el cuerpo reflejado no respondiera.

El espejo imita una relación de cara a cara, interpretamos intuitivamente que la imagen mueve su derecha —que, desde nuestro punto de vista, aparece en el lado izquierdo del espejo— en sincronía con nuestra propia mano derecha.”

Contraste entre espejo y pantalla:

En el espejo:
Movés tu mano derecha, y la imagen también levanta su mano derecha.
Pero como el espejo invierte lateralmente, tu mano derecha aparece del lado izquierdo del reflejo (desde tu punto de vista).
Lo interpretás como una relación cara a cara contigo mismo.

En la pantalla cuando te filman:
Movés tu mano derecha, y la ves moverse hacia el lado derecho de la pantalla, como si fuera otra persona de frente.
No hay inversión especular: el movimiento coincide con el de alguien que está mirándote desde enfrente.

Ahí el cerebro se desorienta momentáneamente. Tu cuerpo no encaja del todo en esa imagen. Sentís algo “raro”. Y esa rareza es profundamente interesante

El cuerpo vivido y el cuerpo observado

Lo que me desconcertó es porque se quebró un acuerdo tácito entre mi percepción interna y la imagen externa. Mi propiocepción, mi esquema corporal y mi memoria especular no reconocían ese cuerpo proyectado en la pantalla. Como diría Merleau-Ponty, me enfrenté al cuerpo como objeto visible, no como cuerpo vivido... "Ese pequeño abismo entre la familiaridad del espejo y la de la cámara bastó para inquietarme y empujarme a buscar una explicación."

 

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