viernes, junio 06, 2025

Las lógicas en nuestras vidas: una charla de café con Peirce, Taleb, Kahneman, Nonaka, Takeuchi… y Cacho

 

Las lógicas en nuestras vidas: una charla de café con Peirce, Taleb, Kahneman, Nonaka, Takeuchi… y Cacho

 

 

En nuestras charlas de café, Cacho siempre se apura a advertir: A mí no me hablen de matemáticas. Lo dice con alivio, como quien encuentra una salida de emergencia del pensamiento formal. Sin embargo, la ironía es profunda: Cacho piensa como un estadístico. Razonable, intuitivo, preciso. No usa fórmulas ni lápiz ni papel, pero su mente calibra en tiempo real. Como todos, sin saberlo, practica la lógica del día a día: una lógica bayesiana de café.

Con  Cacho esperamos a Carlos, nuestro amigo a veces impuntual. Por experiencia, Cacho sabe que Carlos llega tarde siete de cada diez veces. Esa estadística personal le genera una creencia previa, una hipótesis de base. Pero hoy, Carlos envía un mensaje:

—¡Ya salí! Llego en cinco.

Cacho no hace cálculos explícitos, pero su expectativa cambia. Ajusta su creencia con la nueva información. Eso, sin saberlo, es razonamiento bayesiano: partir de una ¨probabilidad previa¨, incorporar nueva evidencia, y actualizar la creencia resultante.

Además, Cacho recuerda que otras veces ese mismo “llego en cinco” se tradujo en veinte minutos de espera. Lo que está haciendo es considerar la ¨probabilidad condicional¨ y, de forma aún más sofisticada, la ¨probabilidad inversa¨: se pregunta, sin decirlo, qué tan confiable es el mensaje dado lo que sabe de Carlos. Todo eso mientras revuelve su café.

¿Qué lógica es esta? No se trata de lógica formal, del tipo “si A, entonces B”. Tampoco está discutiendo con alguien, como en la lógica informal argumentativa. Está razonando en el terreno movedizo de la incertidumbre práctica. Y ahí entra la lógica bayesiana: una lógica para vivir, para adaptarse, para pensar sin certezas.

Podemos decir que convivimos con tres grandes formas de razonar:

1.      La lógica informal, que incluye la abducción (proponer hipótesis), la inducción (generalizar) y la deducción (aplicar reglas).

2.      La lógica formal, rigurosa, matemática, útil para derivar conclusiones a partir de premisas verdaderas.

3.      El pensamiento bayesiano, que opera con incertidumbre, ajustando creencias mediante probabilidad condicional.

Cada una tiene su rol. La abducción selecciona hipótesis plausibles, pero no las cuantifica. Ahí interviene el pensamiento bayesiano, que evalúa, asigna y reajusta probabilidades: previas y posteriores.

Pensar al revés Cacho no parte de una regla general para aplicarla. Parte del efecto (Carlos llega tarde) e infiere causas (quizás salió más temprano, quizás miente). Es lo que muchos llamamos “pensar en reversa”. Y no es una rareza: es el modo natural del pensamiento humano frente al mundo. De hecho, cuando alguien dice “este tipo piensa al revés”, suele ser un halago.

Este modo de razonar no es nuevo. Peirce, Taleb y Kahneman ya lo sabían, cada uno desde su perspectiva.

Charles Sanders Peirce, pionero de la lógica informal moderna, sostenía que conocer no es alcanzar la verdad absoluta, sino mejorar nuestras creencias con cada experiencia. Su noción de abducción —la inferencia de la mejor explicación— es la raíz del pensamiento bayesiano. No buscamos certezas, generamos hipótesis plausibles para contrastar.  Si bien las similitudes  entre Peirce y K Popper son importantes,  en necesario también reconocer la diferencia: Peirce se enfoca en generar hipótesis plausibles a partir de observaciones sorprendentes (abducción como origen del conocimiento). K. Popper se enfoca en poner a prueba hipótesis existentes mediante deducciones que puedan falsarse (refutación como motor del progreso).   Peirce es el epistemólogo del descubrimiento. Popper es el epistemólogo de la crítica.

 

Nassim Taleb, con su metáfora del cisne negro, nos recuerda los límites del pensamiento probabilístico. Confiar en estimaciones pasadas puede cegarnos ante lo improbable. Lo importante no siempre es lo probable, sino lo posible. Carlos puede llegar temprano no por hábito, sino por un accidente en la rutina. Si solo miramos los promedios, ignoramos lo esencial: a veces, lo improbable sucede.

Daniel Kahneman advirtió que incluso cuando queremos ser racionales, nuestra mente tropieza con sesgos. Sobrevaloramos lo reciente, evitamos lo que contradice nuestras ideas, y nos aferramos a certezas ilusorias. Somos bayesianos defectuosos, pero funcionales. Pensamos con atajos. Cacho también. Y todos, cuando podemos, corregimos sobre la marcha.

Estas tres formas de pensar —la lógica formal, la lógica informal y la bayesiana— no compiten. Se cruzan, se corrigen, se potencian.

  • La lógica formal nos permite deducir con rigor.
  • La lógica informal, conjeturar y argumentar con criterio.
  • La lógica bayesiana, adaptarnos con inteligencia al cambio.

Y siempre hay una cuarta presencia, implícita pero fundamental: la epistemología, como supervisora del proceso. Pensar bien no es elegir una lógica, sino saber cuándo y cómo usar cada una.

El umbral epistemológico y el modelo SECI la pregunta  ¿Se puede enseñar a pensar en reversa? ¿Se puede hacer explícito ese conocimiento tácito?

Sí. Pero para eso hay que cruzar lo que podríamos llamar el umbral epistemológico. La clave está en la pregunta adecuada, esa que permite transformar una intuición en reflexión consciente. Aquí el modelo SECI de Nonaka y Takeuchi puede guiarnos:

1.      Socialización: el pensamiento en reversa nace de la experiencia compartida. Conocimiento tácito a tácito.

2.      Exteriorización: punto crucial. Es la traducción de la intuición en conceptos. Es donde se cruza el umbral. La pregunta es la llave.

3.      Combinación: el conocimiento explícito se une a otros saberes. Se sistematiza, se valida.

4.      Interiorización: el conocimiento vuelve al plano tácito, ya mejorado y más potente.

Si no hay exteriorización, el pensamiento en reversa puede quedarse en genialidad individual. Con ella, puede transformarse en competencia colectiva. Enseñable, compartible, replicable.

Volvamos al comienzo, Cacho no ¨cree´  que le gusta la matemática. Pero mientras esperamos a Carlos y evalúa el peso de cada mensaje, practica una de las lógicas más humanas y profundas que tenemos: la de poder cambiar de idea. Y esa, tal vez, sea la más alta forma de inteligencia: pensar bien en la incertidumbre.

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