Cibernética
cotidiana:
Entre la Jarra de Herón y los
paisajes de la mente
La Cibernética es inimaginable sin un sistema y este sin la cibernética, merece
mucho más espacio
del que yo podría le dar Es posible que no pensemos en cibernética
mientras andamos en bicicleta, conducimos un auto o simplemente tratamos de
calmar una emoción. Y, sin embargo, en cada uno de esos actos cotidianos,
estamos inmersos en una danza invisible de señales, ajustes, percepciones y
decisiones que nos conectan con uno de los desarrollos intelectuales más
fecundos del siglo XX: la cibernética.
De Herón a
Wiener: el nacimiento de una idea circular
La palabra
“cibernética” proviene del griego kybernetes, que significa timonel. Con
ese término, Norbert Wiener la bautizó en 1948 como el estudio del control
y la comunicación en animales y máquinas. Pero su espíritu es mucho más
antiguo. Ya en el año 62 a.C., Herón de Alejandría había ideado una
jarra con un mecanismo de válvulas que regulaba la salida del líquido. Si el
vaso aún no estaba lleno, la jarra vertía más; si ya lo estaba, detenía el
flujo. Ese artefacto primitivo contenía el germen de la retroalimentación
negativa, un principio clave para el control automático de sistemas.
Para muchos
de nosotros la palabra se hizo evidente cuando comenzamos fisiología nos enteramos de que un médico francés llamado
Claude Bernard (1813–1878) notó que, a pesar de los cambios violentos
del entorno el cuerpo humano lograba mantener ciertas condiciones internas
estables, era la condición de posibilidad de la vida. Fue él quien acuñó
el concepto de “medio interno” (milieu intérieur) y formuló una
frase : “La constancia del medio interno es la condición de la vida libre e
independiente.”
Décadas más tarde otro el fisiólogo estadounidense Walter B.
Cannon (1871–1945) retomó esa idea y la desarrolló en profundidad. Observó
que ese equilibrio interno no era estático ni automático: requería mecanismos
complejos, coordinados y en permanente funcionamiento. Este pensador también
para los médicos aparece como invitado en fisiología y a ese conjunto de
procesos lo llamó homeostasis. Fue el primero en vincular directamente
la idea de Bernard con un lenguaje de control, autorregulación y ajuste fino.
En 1948, el matemático Norbert Wiener
(1894–1964) cibernética el control y la comunicación en animales y las maquinas
proponiendo uso que la retroalimentación (feedback) no era
exclusiva de los organismos vivos: también operaba en las máquinas, en los
ecosistemas y en los sistemas sociales.
Ya no se trataba sólo del
cuerpo humano, sino de una nueva visión del mundo: los sistemas viven,
aprenden y sobreviven regulando su relación con el entorno y con ellos mismos.
Esta perspectiva se
profundizó aún más con pensadores como Heinz von Foerster (1911–2002),
quien llevó la cibernética a su segunda etapa: una en la que el observador
también es parte del sistema, y donde los procesos de conocimiento,
percepción y conciencia también se entienden como sistemas autorregulados. En
este marco, conceptos como autopoiesis, autoobservación y organización
cerrada se volvieron centrales para pensar no sólo al cuerpo, sino también a
la mente y a la cultura.
Así, del “medio interno” al
feedback, del cuerpo a la conciencia, de la fisiología a la epistemología, la
historia de la homeostasis se convirtió en una historia sobre la vida
misma como arte de sostener el equilibrio en el cambio.
Pero no fue hasta la cibernética
de segundo orden, impulsada por Heinz von Foerster y Magoroh
Maruyama, que el enfoque se vuelve verdaderamente transformador: el
observador se incluye dentro del sistema observado, y se reconoce que todo
sistema está modelado por quien lo percibe, lo regula y lo interpreta. Así nace
una cibernética reflexiva, ecológica, epistémica.
Según H. von Foerster, la cibernética puede pensarse en tres niveles:
Cibernética
de orden cero:
control mecánico. Herón, de Alejandría
había diseñado una jarra con un sistema de válvulas que regulaba la salida de
líquido: si el vaso no estaba lleno, la jarra vertía más; si ya lo estaba,
detenía el flujo. Ese artefacto contenía el germen de la retroalimentación
negativa, un principio clave para el control automático de sistemas Es el primer timonel
técnico.
Cibernética de primer orden: regulación de sistemas vivientes sin considerar al observador. Aquí se
inscriben Bernard, Cannon, Wiener y la homeostasis.
Cibernética de segundo orden: se incorpora la noción de que todo control implica observación, y toda
observación, una posición. La objetividad absoluta se disuelve. Se asume que
todo sistema que aprende o cambia, lo hace en función de cómo se observa a
sí mismo y a su entorno.
Dos tipos de retroalimentación gobiernan nuestras vidas necesarias y podemos y debemos saber cuándo y cómo opera cada bucle de retroalimentación:
Negativa:
estabiliza, corrige desviaciones. Es la que mantiene nuestra temperatura
corporal, el tono muscular en bicicleta, el lenguaje claro en una conversación.
Positiva:
amplifica, genera cambio. Se da en un estallido emocional, en una espiral de
creatividad o en una crisis que desestructura para reconfigurar.
Pero veamos algo de cibernética íntima y
cotidiana
Cuando andamos en bicicleta,
el cuerpo calcula en milisegundos ángulos, velocidad, inclinación: equilibrio
dinámico puro. Lo mismo al conducir: ojos, manos y pies integran miles de
señales en tiempo real. En lo emocional, muchas veces es necesario autorregular
un enojo o sostener la concentración ante la presentación de un estímulo no
esperado ,de un intruso, todas formas
elementales de cibernética encarnada. En
síntesis, en todo lo social, saber cuándo hablar, escuchar, ceder o intervenir
también responde a mecanismos de retroalimentación aprendidos, muchos de ellos ¨subconscientes¨
y para otros inconscientes. Da para elegir.
Todo esto nos invaden incluso
en nuestras decisiones más íntimas, como dormir , alimentarnos, ir al baño todas
están moduladas por sistemas de comunicación interna: hambre, saciedad,
fatiga, alerta. Nuestro cuerpo nos comunica que no solo vive, sino que, en
muchas ocasiones ,creo, la mayoría se autogobierna.
Los
paisajes de la mente es una propuesta interesante de M. Maruyama y la ecología
de los sistemas
Magoroh
Maruyama nos aporta una clave fundamental: no todos
los sistemas perciben y regulan del mismo modo. En su teoría de los landscapes
of the mind, plantea que cada cultura o individuo tiene mapas cognitivos
que predisponen ciertos modos de ver y actuar. Algunos buscan conservar
(morfoestasis), otros transformarse (morfogénesis). Algunos sistemas prefieren
la retroalimentación negativa (orden, control); otros, la positiva
(creatividad, mutación).
Es interesante profundizar
la propuesta de Maruyama porque entre otras cosas porque puede justificar o
mejor ser la causa de problemas educativos en sentido amplio y de la
interacción docentes-aprendices pese a
la buen voluntad de las partes, Un tema que creo da mucho es para otra charla
de café.
Los paisajes mentales propuestos por Maruyama son formas
adaptativas distintas. Un entorno inestable necesita sistemas abiertos al
cambio; uno amenazado necesita contención. La cibernética ecológica sugiere que
el equilibrio no está en un punto fijo, sino en la capacidad de navegar
entre estabilidad y transformación.
Acá aparece como siempre
nuestro invitado silencioso, no tan tenido en cuenta, pero un crítico
importante y obligado la epistemología ,y nos trae una frase contraria a la
que conocemos de A. Korzybski “el mapa no es el territorio” y que Von Foerster reformula; para los sistemas vivientes, el mapa es el
territorio. Lo que creemos que es el mundo influye activamente en cómo lo
vivimos, lo regulamos y lo cambiamos. Aquí, la cibernética se vuelve epistemología
activa: no sólo estudia cómo controlamos, sino cómo construimos sentido
mientras lo hacemos. ¿Y?
Conclusión: timonear lo complejo: Como
timoneles la cibernética nos hace saber que todo sistema se regula en función
de cómo se percibe a sí mismo, que la vida se desarrolla entre la constancia y
el cambio, y que nuestra mente es la parte más activa del sistema que intenta
comprender que cada paso, cada emoción, cada ajuste corporal o mental forma
parte de un sistema mayor que no nos reduce: que nos hace más libres. Aquello
de Bernard- Cannon que cuando curse fisiología tanto me impacto con su propuesta
del medio interno y la homeostasis hoy con todos los avances nos hacen sentir
que sí ; que el mapa es el territorio. Porque nos devuelve la posibilidad de
timonear, no desde ¨la ilusión de control¨ absoluto, sino desde una conciencia
ampliada; de nuestros bucles, nuestros
mapas y nuestros paisajes y la libertad de navegar.
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