martes, junio 10, 2025

Cibernética cotidiana: Entre la Jarra de Herón y los paisajes de la mente

 

Cibernética cotidiana:  

           Entre la Jarra de Herón y los paisajes de la mente

La Cibernética es inimaginable sin un sistema y este sin la cibernética, merece mucho más espacio del que yo podría le dar Es posible que no pensemos en cibernética mientras andamos en bicicleta, conducimos un auto o simplemente tratamos de calmar una emoción. Y, sin embargo, en cada uno de esos actos cotidianos, estamos inmersos en una danza invisible de señales, ajustes, percepciones y decisiones que nos conectan con uno de los desarrollos intelectuales más fecundos del siglo XX: la cibernética.

De Herón a Wiener: el nacimiento de una idea circular

La palabra “cibernética” proviene del griego kybernetes, que significa timonel. Con ese término, Norbert Wiener la bautizó en 1948 como el estudio del control y la comunicación en animales y máquinas. Pero su espíritu es mucho más antiguo. Ya en el año 62 a.C., Herón de Alejandría había ideado una jarra con un mecanismo de válvulas que regulaba la salida del líquido. Si el vaso aún no estaba lleno, la jarra vertía más; si ya lo estaba, detenía el flujo. Ese artefacto primitivo contenía el germen de la retroalimentación negativa, un principio clave para el control automático de sistemas.

Para muchos de nosotros la palabra se hizo evidente cuando comenzamos fisiología  nos enteramos de que un médico francés llamado Claude Bernard (1813–1878) notó que, a pesar de los cambios violentos del entorno el cuerpo humano lograba mantener ciertas condiciones internas estables, era la condición de posibilidad de la vida. Fue él quien acuñó el concepto de “medio interno” (milieu intérieur) y formuló una frase : “La constancia del medio interno es la condición de la vida libre e independiente.”

Décadas más tarde otro  el fisiólogo estadounidense Walter B. Cannon (1871–1945) retomó esa idea y la desarrolló en profundidad. Observó que ese equilibrio interno no era estático ni automático: requería mecanismos complejos, coordinados y en permanente funcionamiento. Este pensador también para los médicos aparece como invitado en fisiología y a ese conjunto de procesos lo llamó homeostasis. Fue el primero en vincular directamente la idea de Bernard con un lenguaje de control, autorregulación y ajuste fino.

En 1948, el matemático Norbert Wiener (1894–1964) cibernética el control y la comunicación en animales y las maquinas proponiendo uso que la retroalimentación (feedback) no era exclusiva de los organismos vivos: también operaba en las máquinas, en los ecosistemas y en los sistemas sociales.

Ya no se trataba sólo del cuerpo humano, sino de una nueva visión del mundo: los sistemas viven, aprenden y sobreviven regulando su relación con el entorno y con ellos mismos.

Esta perspectiva se profundizó aún más con pensadores como Heinz von Foerster (1911–2002), quien llevó la cibernética a su segunda etapa: una en la que el observador también es parte del sistema, y donde los procesos de conocimiento, percepción y conciencia también se entienden como sistemas autorregulados. En este marco, conceptos como autopoiesis, autoobservación y organización cerrada se volvieron centrales para pensar no sólo al cuerpo, sino también a la mente y a la cultura.

Así, del “medio interno” al feedback, del cuerpo a la conciencia, de la fisiología a la epistemología, la historia de la homeostasis se convirtió en una historia sobre la vida misma como arte de sostener el equilibrio en el cambio.

Pero no fue hasta la cibernética de segundo orden, impulsada por Heinz von Foerster y Magoroh Maruyama, que el enfoque se vuelve verdaderamente transformador: el observador se incluye dentro del sistema observado, y se reconoce que todo sistema está modelado por quien lo percibe, lo regula y lo interpreta. Así nace una cibernética reflexiva, ecológica, epistémica.

Según H. von Foerster, la cibernética puede pensarse en tres niveles:

Cibernética de orden cero: control mecánico. Herón, de Alejandría había diseñado una jarra con un sistema de válvulas que regulaba la salida de líquido: si el vaso no estaba lleno, la jarra vertía más; si ya lo estaba, detenía el flujo. Ese artefacto contenía el germen de la retroalimentación negativa, un principio clave para el control automático de sistemas Es el primer timonel técnico.

Cibernética de primer orden: regulación de sistemas vivientes sin considerar al observador. Aquí se inscriben Bernard, Cannon, Wiener y la homeostasis.

Cibernética de segundo orden: se incorpora la noción de que todo control implica observación, y toda observación, una posición. La objetividad absoluta se disuelve. Se asume que todo sistema que aprende o cambia, lo hace en función de cómo se observa a sí mismo y a su entorno.



La Retroalimentación es como  el arte o la obligación de equilibrar y transformar son los procesos de morfoestasis y la morfogénesis. La morfoestasis tiene que ver básicamente con el mantenimiento de la constancia a través de la retroalimentación negativa y la morfogénesis tiene que ver con la variabilidad del sistema a través de la retroalimentación

Dos tipos de retroalimentación gobiernan nuestras vidas necesarias y podemos y debemos saber cuándo y cómo opera cada bucle de retroalimentación:

Negativa: estabiliza, corrige desviaciones. Es la que mantiene nuestra temperatura corporal, el tono muscular en bicicleta, el lenguaje claro en una conversación.

Positiva: amplifica, genera cambio. Se da en un estallido emocional, en una espiral de creatividad o en una crisis que desestructura para reconfigurar.

Pero veamos algo de cibernética íntima y cotidiana

Cuando andamos en bicicleta, el cuerpo calcula en milisegundos ángulos, velocidad, inclinación: equilibrio dinámico puro. Lo mismo al conducir: ojos, manos y pies integran miles de señales en tiempo real. En lo emocional, muchas veces es necesario autorregular un enojo o sostener la concentración ante la presentación de un estímulo no esperado  ,de un intruso, todas formas elementales de cibernética encarnada.  En síntesis, en todo lo social, saber cuándo hablar, escuchar, ceder o intervenir también responde a mecanismos de retroalimentación aprendidos, muchos de ellos ¨subconscientes¨ y para otros inconscientes. Da para elegir.

Todo esto nos invaden incluso en nuestras decisiones más íntimas, como dormir , alimentarnos, ir al baño todas están moduladas por sistemas de comunicación interna: hambre, saciedad, fatiga, alerta. Nuestro cuerpo nos comunica que no solo vive, sino que, en muchas ocasiones ,creo, la mayoría se autogobierna.

Los paisajes de la mente es una propuesta interesante de M. Maruyama y la ecología de los sistemas

Magoroh Maruyama nos aporta una clave fundamental: no todos los sistemas perciben y regulan del mismo modo. En su teoría de los landscapes of the mind, plantea que cada cultura o individuo tiene mapas cognitivos que predisponen ciertos modos de ver y actuar. Algunos buscan conservar (morfoestasis), otros transformarse (morfogénesis). Algunos sistemas prefieren la retroalimentación negativa (orden, control); otros, la positiva (creatividad, mutación).

Es interesante profundizar la propuesta de Maruyama porque entre otras cosas porque puede justificar o mejor ser la causa de problemas educativos en sentido amplio y de la interacción docentes-aprendices pese  a la buen voluntad de las partes, Un tema que creo da mucho es para otra charla de café.

Los  paisajes mentales propuestos por Maruyama son formas adaptativas distintas. Un entorno inestable necesita sistemas abiertos al cambio; uno amenazado necesita contención. La cibernética ecológica sugiere que el equilibrio no está en un punto fijo, sino en la capacidad de navegar entre estabilidad y transformación.

Acá aparece como siempre nuestro invitado silencioso, no tan tenido en cuenta, pero un crítico importante y obligado la epistemología ,y nos trae una frase contraria a la que conocemos de A. Korzybski “el mapa no es el territorio” y que  Von Foerster reformula;  para los sistemas vivientes, el mapa es el territorio. Lo que creemos que es el mundo influye activamente en cómo lo vivimos, lo regulamos y lo cambiamos. Aquí, la cibernética se vuelve epistemología activa: no sólo estudia cómo controlamos, sino cómo construimos sentido mientras lo hacemos. ¿Y?

Conclusión: timonear lo complejo: Como timoneles la cibernética nos hace saber que todo sistema se regula en función de cómo se percibe a sí mismo, que la vida se desarrolla entre la constancia y el cambio, y que nuestra mente es la parte más activa del sistema que intenta comprender que cada paso, cada emoción, cada ajuste corporal o mental forma parte de un sistema mayor que no nos reduce: que nos hace más libres. Aquello de Bernard- Cannon que cuando curse  fisiología tanto me impacto con su propuesta del medio interno y la homeostasis hoy con todos los avances nos hacen sentir que sí ; que el mapa es el territorio. Porque nos devuelve la posibilidad de timonear, no desde ¨la ilusión de control¨ absoluto, sino desde una conciencia ampliada;  de nuestros bucles, nuestros mapas y nuestros paisajes y la libertad de navegar.

 

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