viernes, abril 25, 2025

LA REVOLUCION APACIBLE DEL ALFABETO

 La revolución apacible del alfabeto

Este tema merece un lugar destacado en la historia de la humanidad. En el libro El infinito en un junco de Irene Vallejo, uno de sus capítulos se titula precisamente La revolución apacible del alfabeto. Y es que pocas invenciones han transformado tanto nuestra manera de vivir y pensar como esta herramienta silenciosa y poderosa.

Hoy en día, vivimos en un mundo alfabetizado. Es raro encontrar a una persona adulta que no sepa leer, y el acto de leer nos parece tan natural que olvidamos su carácter revolucionario. Sin embargo, el camino hacia este mundo lleno de letras empezó hace más de seis mil años, cuando surgieron los primeros signos escritos en Mesopotamia y otras culturas. El origen fue netamente práctico: antes de contar historias, se aprendió a contar bienes. “Primero las cuentas, luego los cuentos”. El cálculo antecedió a las letras.

Al principio, la escritura consistía en dibujos, pictogramas que representaban objetos o ideas. Pero esta forma de escribir resultaba limitada: se necesitaban demasiados símbolos, y la memoria no podía con tanto. Entonces ocurrió una de las mayores genialidades humanas: dejar de dibujar cosas para empezar a representar sonidos. Así nacieron los alfabetos: un número finito de signos para representar un número infinito de palabras y pensamientos.

Con la invención del alfabeto se derribaron muros y se abrieron puertas. Se democratizó el acceso al conocimiento y al pensamiento escrito. El alfabeto, tal como lo conocemos hoy, es fruto de una larga evolución. Uno de los sistemas más influyentes fue el alfabeto fenicio, que representaba únicamente sonidos consonánticos. Más tarde, los griegos, en el siglo VIII a.C., lo adaptaron añadiendo vocales, lo que permitió una transcripción más precisa del lenguaje. Así surgió el alfabeto griego, base de muchos sistemas de escritura actuales.

Cada cultura que adoptó el alfabeto lo modificó y perfeccionó, construyendo paso a paso los cimientos de la comunicación escrita moderna. Esta evolución dio lugar a un sistema versátil, duradero y universal.

El científico Jorge Wagensberg propuso una visión fascinante de los alfabetos del mundo. Según él, hoy existen cuatro grandes alfabetos:
a) algo más de cien letras para describir la materia inerte (la tabla periódica),
b) veintisiete letras para el español,
c) cuatro letras para la materia viva (A, T, C, G del ADN),
d) y millones para describir paisajes (el arte, la imagen, la experiencia).
Cada uno es un sistema para traducir la realidad a símbolos, para comprenderla y compartirla.

Desde la lingüística, conceptos como fonema (unidad mínima de sonido), grafema (representación escrita del fonema) y morfema (unidad mínima de significado) nos ayudan a desentrañar la estructura del lenguaje, esa otra genial invención humana. Cada palabra que escribimos o leemos es el resultado de miles de años de evolución y reflexión.

En síntesis, el alfabeto fue, y sigue siendo, una revolución pacífica. Su legado no es solo la escritura, sino la posibilidad de pensar juntos, a través del tiempo y del espacio. Lo finito puesto al servicio de lo infinito.

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