lunes, septiembre 22, 2025

Avanzar con las reglas a la deriva

 

Avanzar con las reglas a la deriva

Lo visible forma la base del conocimiento de lo invisible”. —                   Anaxágoras

Esta frase, lejos de ser un mero vestigio histórico, sigue vigente. Expresa un sueño nunca realizado: disponer de un conjunto de normas que, aplicadas con rigor, nos garantizara un acceso seguro al conocimiento. Sin embargo, ese sueño nunca se concretó, quizá porque no hallamos tales normas, o porque, sencillamente, no existen.

Paul Feyerabend, en Contra el método: Esquema de una teoría anárquica del conocimiento, fue tajante: no es posible comprender la complejidad de la realidad únicamente desde un conjunto fijo de reglas. La historia de la ciencia muestra que los grandes descubrimientos no nacen siempre de la obediencia, sino muchas veces de la transgresión. En ocasiones, el avance ha requerido aplicar la norma opuesta a la aceptada.

Esto es incómodo, porque lo adquirido nos ofrece  seguridad. La estabilidad intelectual genera confianza, pero al precio de perder flexibilidad en la búsqueda de nuevas preguntas y respuestas. Los caminos bien trazados —seguros, señalizados, predecibles— son útiles y lo hacemos para movernos en lo cotidiano, pero no habilitan lo verdaderamente nuevo. Y no todos están preparados para abandonar su área de confort en favor de la creatividad.

Feyerabend fue un caso singular en un contexto especial, porque estudió física en Viena y trabajó con Wolfgang Pauli, premio Nobel de Física 1945, en cuyas reuniones y  discusiones descubrió que incluso en la física había interpretaciones abiertas y no unívocas. La mecánica cuántica fue su escenario especial: allí vio que los físicos no avanzaban siguiendo un método rígido, sino mediante metáforas, intuiciones, contradicciones y audacias que rompían con las reglas clásicas. De esa experiencia surgió su idea de anarquismo epistemológico: la ciencia progresa tanto gracias al orden como al desorden creativo.

Pasó luego de la física a la epistemología, discípulo de Karl Popper, aunque siempre con la física cuántica como telón de fondo.  Popper abrió un camino decisivo con su método hipotético-deductivo y el criterio de falsabilidad: las teorías no se confirman, se ponen a prueba. En su esquema, se parte de una hipótesis formulada y lo central es someterla a crítica. De esta manera, evitamos que la ciencia se convierta en dogma.

Aquí conviene introducir a Charles Sanders Peirce, quien señaló un aspecto previo: ¨la generación de hipótesis¨. Mientras Popper parte de una hipótesis ya dada para contrastarla, Peirce introduce la abducción, movimiento mental por el cual se conjetura ,se genera una hipótesis, una explicación plausible frente a lo inesperado. Su aporte es el momento inventivo de la ciencia: el cómo surgen nuevas ideas. Popper, en cambio, se centra en el momento crítico: cómo se depuran. En conjunto, ambos nos muestran que el progreso científico depende tanto de imaginar conjeturas como de someterlas a prueba.

Otro discípulo de Popper, Imre Lakatos, intentó dar más estructura con su propuesta de los programas de investigación científica. Su esquema distingue un núcleo firme (supuestos fundamentales que no se cuestionan), un cinturón de protección (hipótesis auxiliares que absorben las críticas) y una heurística positiva y negativa que orienta las investigaciones.

Sin embargo, frente a lo inesperado de la mecánica cuántica, incluso esos “núcleos firmes” resultaron insuficientes. Allí, la flexibilidad de Feyerabend y la actitud crítica de Popper resultan más compatibles que la rigidez de Lakatos: la ciencia no establece verdades absolutas, sino que vive de la crítica, la refutación y la imaginación. Y, la mecánica cuántica es el mejor ejemplo.

La física clásica, con las leyes de Newton, ofrecía seguridad y predictibilidad; pero ante fenómenos como la superposición, el entrelazamiento o el principio de incertidumbre, los científicos tuvieron que aceptar paradojas y elaborar modelos abstractos que rompían con toda regla previa. En ese terreno, la libertad metodológica y la creatividad fueron más fecundas que cualquier manual de normas.

Volviendo a Anaxágoras: lo visible —experimentos, observaciones— es la puerta de acceso a lo invisible —funciones de onda, microestados, probabilidades—. Pero las reglas que guían esa interpretación no son ni universales ni definitivas.

Epílogo

En la ciencia cotidiana seguimos métodos, pero siempre queda un espacio reservado a quienes saben navegar entre lo visible y lo invisible, entre normas y libertad, entre estabilidad y creatividad. La mecánica cuántica es el ejemplo paradigmático: allí el conocimiento avanza cuestionando, innovando y asumiendo riesgos. Ese es un terreno genuino de descubrimiento, donde la epistemología no es un corsé de reglas, sino, como proponía Feyerabend, un desafío permanente para comprender la realidad sin aprisionarla.

 

 

 

 

 

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