Avanzar con las reglas a la
deriva
“Lo visible forma la base del conocimiento de lo invisible”. — Anaxágoras
Esta frase, lejos de ser un
mero vestigio histórico, sigue vigente. Expresa un sueño nunca realizado:
disponer de un conjunto de normas que, aplicadas con rigor, nos garantizara un
acceso seguro al conocimiento. Sin embargo, ese sueño nunca se concretó, quizá
porque no hallamos tales normas, o porque, sencillamente, no existen.
Paul Feyerabend, en Contra
el método: Esquema de una teoría anárquica del conocimiento, fue
tajante: no es posible comprender la complejidad de la realidad únicamente
desde un conjunto fijo de reglas. La historia de la ciencia muestra que los
grandes descubrimientos no nacen siempre de la obediencia, sino muchas veces de
la transgresión. En ocasiones, el avance ha requerido aplicar la norma opuesta
a la aceptada.
Esto es incómodo, porque lo
adquirido nos ofrece seguridad. La
estabilidad intelectual genera confianza, pero al precio de perder flexibilidad
en la búsqueda de nuevas preguntas y respuestas. Los caminos bien trazados
—seguros, señalizados, predecibles— son útiles y lo hacemos para movernos en lo
cotidiano, pero no habilitan lo verdaderamente nuevo. Y no todos están
preparados para abandonar su área de confort en favor de la creatividad.
Feyerabend fue un caso
singular en un contexto especial, porque estudió física en Viena y trabajó con
Wolfgang Pauli, premio Nobel de Física 1945, en cuyas reuniones y discusiones descubrió que incluso en la física
había interpretaciones abiertas y no unívocas. La mecánica cuántica fue su
escenario especial: allí vio que los físicos no avanzaban siguiendo un método
rígido, sino mediante metáforas, intuiciones, contradicciones y audacias que
rompían con las reglas clásicas. De esa experiencia surgió su idea de anarquismo
epistemológico: la ciencia progresa tanto gracias al orden como al
desorden creativo.
Pasó luego de la física a la
epistemología, discípulo de Karl Popper, aunque siempre con la física cuántica
como telón de fondo. Popper abrió un
camino decisivo con su método hipotético-deductivo y el criterio de
falsabilidad: las teorías no se confirman, se ponen a prueba. En su esquema, se
parte de una hipótesis formulada y lo central es someterla a crítica. De esta
manera, evitamos que la ciencia se convierta en dogma.
Aquí conviene introducir a
Charles Sanders Peirce, quien señaló un aspecto previo: ¨la generación
de hipótesis¨. Mientras Popper parte de una hipótesis ya dada
para contrastarla, Peirce introduce la abducción, movimiento mental por el cual
se conjetura ,se genera una hipótesis, una explicación plausible frente a lo
inesperado. Su aporte es el momento inventivo de la ciencia: el cómo surgen
nuevas ideas. Popper, en cambio, se centra en el momento crítico: cómo se
depuran. En conjunto, ambos nos muestran que el progreso científico depende
tanto de imaginar conjeturas como de someterlas a prueba.
Otro discípulo de Popper,
Imre Lakatos, intentó dar más estructura con su propuesta de los programas
de investigación científica. Su esquema distingue un núcleo firme
(supuestos fundamentales que no se cuestionan), un cinturón de protección
(hipótesis auxiliares que absorben las críticas) y una heurística positiva y
negativa que orienta las investigaciones.
Sin embargo, frente a lo
inesperado de la mecánica cuántica, incluso esos “núcleos firmes” resultaron
insuficientes. Allí, la flexibilidad de Feyerabend y la actitud crítica de
Popper resultan más compatibles que la rigidez de Lakatos: la ciencia no establece
verdades absolutas, sino que vive de la crítica, la refutación y la
imaginación. Y, la mecánica cuántica es el mejor ejemplo.
La física clásica, con las
leyes de Newton, ofrecía seguridad y predictibilidad; pero ante fenómenos como
la superposición, el entrelazamiento o el principio de incertidumbre, los
científicos tuvieron que aceptar paradojas y elaborar modelos abstractos que
rompían con toda regla previa. En ese terreno, la libertad metodológica y la
creatividad fueron más fecundas que cualquier manual de normas.
Volviendo a Anaxágoras: lo
visible —experimentos, observaciones— es la puerta de acceso a lo invisible
—funciones de onda, microestados, probabilidades—. Pero las reglas que guían
esa interpretación no son ni universales ni definitivas.
Epílogo
En la ciencia cotidiana
seguimos métodos, pero siempre queda un espacio reservado a quienes saben
navegar entre lo visible y lo invisible, entre normas y libertad, entre
estabilidad y creatividad. La mecánica cuántica es el ejemplo paradigmático:
allí el conocimiento avanza cuestionando, innovando y asumiendo riesgos. Ese es
un terreno genuino de descubrimiento, donde la epistemología no es un corsé de
reglas, sino, como proponía Feyerabend, un desafío permanente para comprender
la realidad sin aprisionarla.
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