HISTORIA SISTEMA CAOTICO NIVEL DOS
Días después del domingo con café en lo de Marta, en que Miguel
pusiera sobre la mesa; ¿para
qué sirve la historia? y ¿cuál es la importancia del cómo
y el por qué?, un
paciente me dijo; que interesante la conversación que tuvieron el domingo. Me sorprendió, hablamos muy alto en el café de Marta o tiene
un oído muy sensible o,
Miguel me sugirió releyera el capítulo ¨El secreto del Éxito¨ del libro de
N.Y. Harari quien en ese capítulo nos
dice:
“Nuestra
capacidad de cooperar en grandes grupos es gracias a las ficciones compartidas:
creencias, mitos, normas y conceptos abstractos que existen solo en nuestra
mente, pero que todos aceptamos como reales. La situación de los sapiens en la
globalidad fue el resultado de la dinámica de la historia, un único camino que
nos condujo al presente, pero con ¨miríadas¨ de sendas al futuro¨.
El acento está en distinguir
entre describir el cómo la secuencia de
acontecimientos que nos trajo al presente y explicar el por qué las relaciones causales que conectan esos hechos. Según Harari, la
historia no se puede predecir porque es un sistema caótico de nivel dos.
Veamos que significa esta
aseveración:
En un sistema caótico de nivel uno —el clima, por ejemplo— podemos ¨mejorar predicciones¨ con más datos y mejores
modelos, pero siempre con un límite. Edward Lorenz lo demostró en los años
sesenta al estudiar ecuaciones meteorológicas: un redondeo mínimo en los
decimales de sus cálculos llevaba a resultados completamente distintos. Ese
hallazgo se hizo famoso como el efecto mariposa: el aleteo de una mariposa en Brasil puede
provocar un tornado en Texas. El clima es caótico, pero no “reacciona” a
nuestras predicciones: lloverá o no lloverá, sin importar lo que pensemos.
En un sistema caótico de nivel dos —como la historia humana— los actores ¨modifican su comportamiento¨
al enterarse de las predicciones. Si alguien anuncia una crisis financiera, los
mercados pueden desplomarse o dispararse solo por la expectativa. Si un
gobierno predice estabilidad, puede provocar confianza o, por el contrario,
sospecha. En otras palabras: la predicción altera el curso de lo que pretende
describir. Esa es la razón por la cual la historia nunca puede predecirse con
exactitud: las “pruebas” son evidentes.
Entonces; ¿para qué sirve entonces la historia? . Muchos creen que su función es impedir repetir errores. Harari matiza:
su verdadero valor está en ampliar nuestros horizontes, mostrarnos que lo que vivimos no es natural ni
inevitable, sino fruto de decisiones, azares y contingencias. Nos recuerda que
el mundo pudo organizarse de otra manera y todavía puede hacerlo. Además,
advierte: como Clío es ciega, no hay garantía de que las culturas que hacen
historia lo hagan en beneficio de la humanidad. Son los vencedores quienes
redactan —y creen— su propia versión.
Me pareció necesario mencionar que los porqués tienen matices
que solemos pasar por alto. Así como en la historia confundimos causas con
explicaciones, en la lengua confundimos las formas de escribir porque.
1.
Porque (junto, sin tilde): conjunción causal. “Cacho no
vino porque estaba con frio y lloviendo.”
2.
Porqué (junto, con tilde): sustantivo. “Desconocen el
porqué de su enfermedad.”
3.
Por que (separado, sin tilde): preposición + pronombre
relativo. “Esa es la razón por que no va a venir.”
4.
Por qué (separado, con tilde): interrogativo. “¿Por qué no
vino Cacho?”
La lengua, como la historia, está llena de bifurcaciones que parecen mínimas,
pero cambian el sentido entero. Y tal vez de eso se trate: aprender a
distinguir los cómo de los por qué, para no confundir lo inevitable con lo posible.
El presente político como historia en
curso
Si seguimos a Harari, la historia no es solo lo que ya pasó: también se
está escribiendo en este mismo instante. Y ahí aparece lo interesante: las
situaciones políticas de muchos países muestran en vivo y en directo lo que
significa un sistema caótico de nivel dos.
Cada pronóstico electoral, cada encuesta publicada, cada rumor de alianza o
de ruptura, no describe de manera neutra la realidad: la transforma. Un candidato que aparece arriba en las encuestas
puede atraer más votos por el “efecto ganador”, o perderlos porque despierta
temor. Una medida económica anunciada como “inevitable” puede generar confianza
o protestas masivas.
¿Lo vemos hoy?:
- Cuando un gobierno intenta controlar la
narrativa, el simple hecho de anunciar estabilidad puede producir lo
contrario, porque la ciudadanía y los mercados reaccionan a esa
expectativa.
- Cuando un opositor
denuncia “fraude inminente”, aunque no existan pruebas, introduce en la
dinámica política la duda y la sospecha, que a su vez reconfiguran el
juego.
En otras palabras: la política no solo se estudia como historia
futura, sino como historia en curso, moldeada por actores que conocen, leen y
responden a las predicciones que se generan. Eso explica por qué los escenarios políticos son
tan difíciles de anticipar: no basta con proyectar tendencias, porque cada
proyección se convierte en parte del fenómeno mismo.
La historia, la lengua y la política comparten entonces una misma lección: lo que parece fijo o inevitable se vuelve frágil
cuando se mira de cerca. Y comprender esa fragilidad es, quizás, el mejor GPS que
podemos tener para orientarnos en el presente. En otras palabras, no es fuerza ni
inteligencia individual, sino la
imaginación colectiva y la confianza mutua en ideas compartidas
lo que nos permite construir civilizaciones, economías y …
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