! “Oíd, mortales, el grito sagrado:
¡Libertad, libertad, libertad!
Sábado 17-04-21 tarde de laboratorio en el café de Marta al salir Miguel nos regaló; ¨Libertad¨ es un buen tema para dialogar.
Recibo un Chats el 29 09 25 de Daniel que dice: Una pregunta a la que encontré
múltiples respuestas, por lo tanto, no tengo alguna: ¿Qué es la libertad?
Tres pensadores —Spinoza, Mujica y Harari— junto con los hallazgos
recientes de la neurociencia, ofrecen visiones que se rozan y , sin embargo,
confluyen en un mismo desenlace: la libertad absoluta es más un mito que una
realidad.
Las decisiones de la mente no son nada salvo deseos, que
varían según varias disposiciones puntuales". "No hay en la mente un
absoluto libre albedrío, pero la mente es determinada por el desear esto o
aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y ésta a su vez por
otra causa, y así hasta el infinito." "Los Hombres se creen libres
porque ellos son conscientes de sus voluntades y deseos, pero son ignorantes de
las causas por las cuales ellos son llevados al deseo y a la esperanza."
B. Spinoza(1632-1677)
"¿Hasta dónde es violable la
intimidad humana y hasta dónde existe la libertad? Porque hasta hace poco,
creíamos con pasión una definición de la libertad, y ahora la ciencia
nos dice que, si por libertad se entiende seguir los deseos y las
inclinaciones, la libertad existe. Si por libertad se entiende que nosotros,
somos capaces de gestar esas inclinaciones y deseos, la libertad no existe”.
Es parte del discurso de despedida de Pepe Mujica 2021, que expresa en su prosa tan peculiar algo similar
a lo que dijera B. Spinoza.
Y.Harari con el mismo espíritu crítico dice: la libertad absoluta si bien es un mito,
sigue siendo un horizonte imprescindible; más que un hecho natural, es
un acuerdo social que
debemos defender frente a nuevos riesgos (corporaciones,
algoritmos, biotecnología). Para Harari la
libertad es el valor más importante,
Libet: la neurociencia de la ilusión: A mediados del siglo XX, Benjamín
Libet puso esta intuición a prueba experimental. Descubrió que el cerebro
inicia la actividad motora fracciones de segundo antes de que seamos
conscientes de nuestra decisión de movernos. En otras palabras, el “yo
consciente” llega tarde: cree decidir, pero solo constata un proceso ya
iniciado. Esto llevó a muchos a hablar del libre albedrío como una ilusión.
Libet nos dio un consuelo : tal vez no elegimos originar los impulsos, pero sí
tenemos un “poder de veto”, un margen mínimo para frenar o permitir lo que el
cerebro prepara. Incluso en la neurociencia, la libertad queda reducida a un espacio
diminuto, pero no del todo inexistente.
Los avances de la neurociencia refuerzan aún más esta visión. El
hallazgo de las llamadas células canónicas mostró que, al percibir un
objeto, el cerebro no se limita a registrarlo, sino que activa de inmediato la
disposición motora para interactuar con él. Ver una taza es ya preparar el
gesto de tomarla. Esto significa que nuestras decisiones no emergen de un “yo”
abstracto, sino de una unidad enraizada en su entorno, predispuesto por millones
de años de evolución. Si Libet reveló que la conciencia llega tarde al acto,
las células canónicas muestran que ese acto está, además, guiado por las posibilidades
de acción que el mundo ofrece (affordances). La libertad, entonces, no solo
es limitada por procesos inconscientes, sino también por la forma en que el
ambiente nos invita, orienta y condiciona a actuar.
Harari: el mito necesario
Yuval Harari proyecta el problema hacia el presente, libertad absoluta es un mito indispensable: sin él no habría
democracia ni derechos humanos. La democracia parte de la ficción de que cada
ciudadano decide con autonomía, cuando en realidad las emociones y no la razón
gobiernan nuestras elecciones. Esa vulnerabilidad se multiplica en un mundo
donde algoritmos y macrodatos descifran y manipulan nuestras decisiones mejor
que nosotros mismos.
Los autos inteligentes:
El dilema se vuelve más concreto
cuando pensamos en los autos inteligentes. Frente a un accidente
inevitable, ¿qué debe decidir la máquina? ¿Atropellar a un grupo de niños o
estrellarse contra un camión para salvarlos, sacrificando al conductor?
Un auto “kantiano” seguiría la
norma de no usar a nadie como medio, mientras que un auto “utilitarista” calcularía
la menor cantidad de muertes. En cualquier caso, la decisión no la tomaría
el pasajero, sino un algoritmo diseñado por otros.
Lo paradójico es que, mientras creemos ganar libertad al delegar la conducción,
la cedemos en lo esencial: ya no elegimos qué riesgo asumir, sino que lo hace
un programa escrito en otro lugar. ¿Será esa la forma futura de nuestra
libertad: confiar en que las máquinas decidan por nosotros bajo criterios que
ni siquiera compartimos plenamente?
En este auto
Tesla con comando automático, los dos ocupantes murieron, no siguieron las
indicaciones, ninguno estaba en el asiento del conductor.
Epilogo
Spinoza desnudó la ilusión, Mujica la tradujo en experiencia vital,
Libet la demostró en el laboratorio, las células canónicas mostraron la raíz
corporal y situada de nuestras acciones, Harari la colocó en el escenario
global de algoritmos y biotecnología, y los autos inteligentes nos muestran que
ya estamos entregando parte de nuestra decisión cotidiana a máquinas que actúan
en nuestro nombre. La pregunta, entonces, no desaparece: si la libertad
absoluta es ilusión, ¿podremos sostener la libertad práctica en un mundo donde
los algoritmos no solo conocen nuestros deseos antes de que los sintamos, sino
que empiezan a decidir por nosotros en nombre de nuestra seguridad? Cacho tuvo
la oportunidad de en Londres de andar en un auto, pero con chofer como custodio,
hasta cuándo será así …
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