lunes, septiembre 29, 2025

! “Oíd, mortales, el grito sagrado: ¡Libertad, libertad, libertad!

 

! “Oíd, mortales, el grito sagrado:
¡Libertad, libertad, libertad!

Sábado 17-04-21 tarde de  laboratorio en el café de Marta al salir  Miguel nos regaló;  ¨Libertad¨ es un buen tema para dialogar. Recibo un Chats el 29 09 25 de Daniel que dice: Una pregunta a la que encontré múltiples respuestas, por lo tanto, no tengo alguna: ¿Qué es la libertad?

Tres pensadores —Spinoza, Mujica y Harari— junto con los hallazgos recientes de la neurociencia, ofrecen visiones que se rozan y , sin embargo, confluyen en un mismo desenlace: la libertad absoluta es más un mito que una realidad.

Las decisiones de la mente no son nada salvo deseos, que varían según varias disposiciones puntuales". "No hay en la mente un absoluto libre albedrío, pero la mente es determinada por el desear esto o aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y ésta a su vez por otra causa, y así hasta el infinito." "Los Hombres se creen libres porque ellos son conscientes de sus voluntades y deseos, pero son ignorantes de las causas por las cuales ellos son llevados al deseo y a la esperanza."

                                                                                                                                   B. Spinoza(1632-1677) 

 

"¿Hasta dónde es violable la intimidad humana y hasta dónde existe la libertad? Porque hasta hace poco, creíamos con pasión una definición de la libertad, y ahora la ciencia nos dice que, si por libertad se entiende seguir los deseos y las inclinaciones, la libertad existe. Si por libertad se entiende que nosotros, somos capaces de gestar esas inclinaciones y deseos, la libertad no existe”.

Es parte del discurso de despedida de Pepe Mujica 2021, que  expresa en su prosa tan peculiar algo similar a lo que dijera B. Spinoza.

 

Y.Harari con el mismo espíritu crítico dice: la libertad absoluta si bien  es un mito,  sigue siendo un horizonte imprescindible; más que un hecho natural, es un acuerdo social que debemos defender frente a nuevos riesgos (corporaciones, algoritmos, biotecnología). Para Harari la libertad es el valor más importante,

Libet: la neurociencia de la ilusión: A mediados del siglo XX, Benjamín Libet puso esta intuición a prueba experimental. Descubrió que el cerebro inicia la actividad motora fracciones de segundo antes de que seamos conscientes de nuestra decisión de movernos. En otras palabras, el “yo consciente” llega tarde: cree decidir, pero solo constata un proceso ya iniciado. Esto llevó a muchos a hablar del libre albedrío como una ilusión. Libet nos dio un consuelo : tal vez no elegimos originar los impulsos, pero sí tenemos un “poder de veto”, un margen mínimo para frenar o permitir lo que el cerebro prepara. Incluso en la neurociencia, la libertad queda reducida a un espacio diminuto, pero no del todo inexistente.

Los avances de la neurociencia refuerzan aún más esta visión. El hallazgo de las llamadas células canónicas mostró que, al percibir un objeto, el cerebro no se limita a registrarlo, sino que activa de inmediato la disposición motora para interactuar con él. Ver una taza es ya preparar el gesto de tomarla. Esto significa que nuestras decisiones no emergen de un “yo” abstracto, sino de una unidad enraizada en su entorno, predispuesto por millones de años de evolución. Si Libet reveló que la conciencia llega tarde al acto, las células canónicas muestran que ese acto está, además, guiado por las posibilidades de acción que el mundo ofrece (affordances). La libertad, entonces, no solo es limitada por procesos inconscientes, sino también por la forma en que el ambiente nos invita, orienta y condiciona a actuar.

Harari: el mito necesario

Yuval Harari proyecta el problema hacia el presente,  libertad absoluta es  un mito indispensable: sin él no habría democracia ni derechos humanos. La democracia parte de la ficción de que cada ciudadano decide con autonomía, cuando en realidad las emociones y no la razón gobiernan nuestras elecciones. Esa vulnerabilidad se multiplica en un mundo donde algoritmos y macrodatos descifran y manipulan nuestras decisiones mejor que nosotros mismos.

Los autos inteligentes:

El dilema se vuelve más concreto cuando pensamos en los autos inteligentes. Frente a un accidente inevitable, ¿qué debe decidir la máquina? ¿Atropellar a un grupo de niños o estrellarse contra un camión para salvarlos, sacrificando al conductor?

Un auto “kantiano” seguiría la norma de no usar a nadie como medio, mientras que un auto “utilitarista” calcularía la menor cantidad de muertes. En cualquier caso, la decisión no la tomaría el pasajero, sino un algoritmo diseñado por otros.


Lo paradójico es que, mientras creemos ganar libertad al delegar la conducción, la cedemos en lo esencial: ya no elegimos qué riesgo asumir, sino que lo hace un programa escrito en otro lugar. ¿Será esa la forma futura de nuestra libertad: confiar en que las máquinas decidan por nosotros bajo criterios que ni siquiera compartimos plenamente?

 

Auto Tesla choca sin conductor y provoca 2 muertes | Tesla, accidente,  atención En este auto Tesla con comando automático, los dos ocupantes murieron, no siguieron las indicaciones, ninguno estaba en el asiento del conductor.

Epilogo

Spinoza desnudó la ilusión, Mujica la tradujo en experiencia vital, Libet la demostró en el laboratorio, las células canónicas mostraron la raíz corporal y situada de nuestras acciones, Harari la colocó en el escenario global de algoritmos y biotecnología, y los autos inteligentes nos muestran que ya estamos entregando parte de nuestra decisión cotidiana a máquinas que actúan en nuestro nombre. La pregunta, entonces, no desaparece: si la libertad absoluta es ilusión, ¿podremos sostener la libertad práctica en un mundo donde los algoritmos no solo conocen nuestros deseos antes de que los sintamos, sino que empiezan a decidir por nosotros en nombre de nuestra seguridad? Cacho tuvo la oportunidad de en Londres de andar en un auto, pero con chofer como custodio, hasta cuándo será así …

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