Empatía, costo y desarrollo: la paradoja humana
¨ La dialéctica subyacente a
la historia humana es un bucle continuo de retroalimentación entre la expansión de la empatía y el aumento
de la entropía¨… ¨La trágica ironía de
la historia es que nuestra empatía y nuestra sensibilidad aumentan a costa de
provocar un mayor daño entrópico al mundo que habitamos y del que dependemos
para existir y perpetuarnos¨.
Esto
forma parte de algunos fragmentos del libro de J. Rifkin: La civilización Empática. La carrera hacia una conciencia global en un
mundo en crisis. El autor adhiere que somos una especie empática, y
que tener conciencia de esa cualidad es trascendental, porque nuestra historia es una
estrecha y directa relación empatía-
entropía .
Esta
idea, central de Rifkin, señala que nuestra capacidad para sentir y conectar
con los demás —para comprender y compartir emociones ajenas— no solo define
nuestra especie, sino que también tiene un precio en términos de consumo
energético y complejidad social. A medida que construimos sociedades más
conectadas y conscientes, incrementamos simultáneamente la carga sobre el mundo
que habitamos. La paradoja es clara: nuestra sensibilidad y compasión
pueden generar bienestar social, pero al mismo tiempo agravar los riesgos ecológicos
y sociales que amenazan nuestra supervivencia. A más complejidad más
consumo energético.
La empatía tiene raíces
profundas en nuestra biología. Los descubrimientos de Giacomo Rizzolatti y
su equipo sobre las neuronas espejo mostraron que el cerebro humano está
programado para imitar, resonar y reflejar las acciones y emociones de otros.
Esta capacidad nos permite aprender de manera rápida o lenta, automática o
deliberada, células espejos de por medio ,lo que distingue a la empatía de
la simpatía, esta última más espontánea o simulada.
Martin
Hoffman profundiza en este desarrollo, identificando cinco etapas en la formación de la
empatía en el niño:
1.
Preverbales y automáticas:
a) Imitación motriz y retroalimentación sensorial.
b) Condicionamiento clásico.
c) Asociación con experiencias dolorosas propias.
2.
Mediadas y cognitivas:
a) Asociación con experiencias personales anteriores.
b) Adopción de roles y proyección de sentimientos ajenos.
Estas
etapas proponen que la empatía combina instinto y aprendizaje, y cómo la
interacción con el entorno a lo largo de milenios ha consolidado nuestra
capacidad de conectar con otros.
La
empatía como experiencia ética: compasión y negociación de pasiones
…¨El niño recién nacido no
solo se alimenta de leche sino también de la mirada y de los gestos de la
madre, el primer otro al que se encuentra confrontado. A través de sus
sentidos, que poco a poco de despiertan, penetra el corazón materno y se
instala en el con lágrimas y equipaje. A cambio, abre su corazón a los demás,
ofreciéndoles su sabiduría innata y el producto de sus descubrimientos. La
compasión preside sus primeras citas con la vida antes de convertirse en el
hilo conductor de su existencia¨...
Para
J.D. Vincent la ¨compasión¨ es lo propio del ser humano, ya
que empatía se da además en otros vertebrados, pero solo el ser humano es capaz
de negociar
pasiones. Pone su mira en
las pasiones buenas, a las de otra categoría las denomina contra
pasiones. Intercambiar pasiones es un hecho activo sentimos y actuamos, ese
combo de sentir y actuar nos diferencia
de otras especies. Este enfoque resalta que la empatía humana es acción
ética tanto como sentimiento, una herramienta que nos permite coordinar
sociedades complejas y transformar nuestro entorno emocional y social.
Adenda:
Células espejo → Se activan al ejecutar una acción y también
al observarla en otro. Su nombre es metafórico: “espejo” porque reflejan en el
cerebro propio la acción ajena. Células canónicas → Se activan al ver un
objeto, anticipando la forma canónica (del griego kanṓn = regla, modelo) del
movimiento necesario para manipularlo. No reflejan a otro, sino la posibilidad
de acción que ofrece.
Epilogo
Rifkin advierte que el aumento de la empatía no
ocurre en un vacío. La expansión de la sensibilidad humana está estrechamente
ligada a la creación de sistemas sociales más complejos, que requieren mayor
energía y recursos, elevando la entropía del mundo que habitamos.
La paradoja histórica es
dolorosamente irónica: a medida que nos volvemos más empáticos y conscientes, nuestra
actividad puede incrementar el daño ambiental y social, amenazando la
propia supervivencia que la empatía pretende proteger. Aquí se
entrelazan biología, psicología y ética: la empatía nos permite coordinar,
aprender y actuar moralmente, pero también impulsa procesos que requieren energía
y recursos, mostrando que el progreso emocional y social tiene un costo
material ineludible.
Y la gran lección es que ser empático no es solo
un deber moral, sino un acto que involucra responsabilidad consciente. Nuestra
capacidad de conectar con otros nos define, pero también nos impone límites y
obliga a tomar decisiones éticas frente al mundo que consumimos y alteramos. La
historia humana, entonces, puede entenderse como la búsqueda de un equilibrio
entre sensibilidad y sostenibilidad, entre la expansión de la conciencia
y la prudencia ante el costo entrópico de nuestras acciones.
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