martes, septiembre 09, 2025

Robot, Bot e Inteligencia Ajena

 

                                Robot, Bot e Inteligencia Ajena

Imagen que contiene objeto, persona, parado, hombre

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.Imagen que contiene juguete, hombre, pastel, frente

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

Aunque no se  puede predecir como evolucionara la red en los próximos años, el auge de la red hoy tiene implicancias inmediatas ,no son simples servidores que obedecen los caprichos de usuarios y las normativas gubernamentales. Los ¨grandes tecnológicos¨ tienen línea directa con los gobiernos más poderosos del mundo, invierten cantidades de dinero para sofocar cualquier normativa que amenace su modelo de negocio. ¿Hasta cuándo lo lograran?  Cuando uno cree que lo sabe, la tecnología  continúa mutando.

La red siempre esta activa ,estamos acostumbrados a que nos vigilen , pero no nos podían seguir durante las 24 hs, la vigilancia era de ojos ,oídos ,cerebro, cámaras…, y alguna otra tecnología elemental. Hoy  la red no tiene límites y  además recibe lo que por iniciativa propia  la llevamos donde vayamos, supervisando lo que hacemos en el mundo y en nuestro interior. Cuando creemos entender, la IA no cesa de mutar, lo de Orwell (Blair) pretendía que no ocurriera,  hoy con la digitalización comienza  el fin de la privacidad, o más aún . Lo que Orwell imaginó como advertencia se ha convertido en práctica cotidiana la privacidad ya no se erosiona, se aniquila. Y lo “gratis” que entregamos —nuestras intimidades— no lo es el costo energético de esta nueva era digital es gigantesco, casi más allá de la imaginación.

Eso de que le mandamos, intimidades gratis es un decir, si recordamos que lo gratis es una utopía ,el costo energético de toda esta nueva tecnología esta  más allá nuestra imaginación y de cargar el celular . Miguel me mando un video donde se ve el rescate de un cohete que antes caía al mar  , ahora regresa a un sitio preparado exprofeso, muy bueno tecnológicamente, pero da para imaginar, pensando más allá. Los astronautas  de parabienes. A los materos lo peor es que en el mate de la mañana no tengas la yerba o se tape la bombilla, ya me ocurrieron ambas desgracias.

Me pareció oportuno recordar acertada metáfora ¨la materia quiere ser vida¨ y que comenzó con CHON , sigla que nos advertía  en quinto de la secundaria, ya habíamos dejado atrás la química inorgánica y hoy parece que recupera el tiempo perdido con la metáfora ,la materia ,lo inorgánico,  quiere nuestra vida, pero no con carbono sino con  silicio . Acá estamos, pero el posible retorno de lo inorgánico , no le quita el sueño a nadie , se lo estamos cediendo a la IA , ( inteligencia ajena según Harari). ¿Algunas ventajas y   riesgo inimaginables milenario, pero invertido? Y a nadie parece quitarle el sueño: la estamos cediendo con naturalidad a la IA, que Harari llamó con acierto inteligencia ajena

Leí acerca de la ¨ira de los algoritmos¨, creo que con esto se quedaría   queda corto ,vamos mucho más allá, si bien tenemos un costado importante algorítmico que bien lo definió al kuarismy , hoy hemos dado esta clave, la de los algoritmos , a la inteligencia ajena ,que lo hace mucho mejor,  incluida la creatividad y el reconocimiento de emociones, aun cuando hoy , todavía no la sientan íntimamente, Este pequeños sector es un refugio no computable que compartimos con otros animales . la IA es la especie de hacer sin saber.  IA es un acrónimo de inteligencia artificial ,pero Hariri lo considera más apropiado inteligencia ajena ,es la especie de hacer sin saber que lo hace. El verdadero interrogante ya no es ;  ¿qué puede hacer, sino qué quedará reservado para nosotros? Si los humanos somos buscadores de patrones desde el origen, ¿qué profesiones, qué tareas, qué formas de vida sobrevivirán cuando otro —el silicio— lo haga mejor? Quizás el futuro no se resuma en la lucha entre hombre y máquina, sino en una pregunta más íntima: ¿Qué parte de lo humano no queremos delegar, aunque podamos?

 Agenticidad y Patronidad en la Era de la Red

“Somos seres agentivos porque somos seres patronales: actuamos a partir de los patrones que reconocemos. La red, al asumir la patronidad, erosiona nuestra agenticidad. Si dejamos que el silicio vea por nosotros, pronto también actuará por nosotros.”

En algún momento del siglo pasado se hablaba de los robots como máquinas obedientes, fabricadas para realizar tareas repetitivas en fábricas, minas o laboratorios. Eran extensiones de nuestro cuerpo.

El robot se presentaba como un esclavo moderno, con cuerpo metálico y funciones delimitadas. El bot, en cambio, nació sin cuerpo.

Es hijo directo de la red, un ente algorítmico que vive en servidores y fluye en cables de fibra óptica. El bot no se limita a ejecutar una orden mecánica: procesa lenguaje, administra flujos de información, conversa, persuade, espía y hasta decide qué mostrarnos o qué ocultarnos.

Si el robot fue el primer sustituto de nuestras manos, el bot es ya un sustituto de nuestras mentes.

Agenticidad: el derecho a decidir

La agenticidad es la facultad humana de proponerse fines y actuar para lograrlos. No se reduce a pulsar un botón; implica intención, deliberación y responsabilidad. Somos agentes porque podemos elegir qué hacer con los patrones que percibimos en el mundo.

El robot clásico no tenía agenticidad: su libertad era la que le prestaba el programador o el operador. Era, en el fondo, un ejecutor sin iniciativa.

Pero el bot nos confronta con algo distinto: empieza a tomar decisiones dentro de márgenes cada vez más amplios. Cuando un algoritmo decide qué noticia leemos, qué ruta seguimos o qué producto compramos, ya no se limita a obedecer; interfiere en nuestra agenticidad, la moldea, la reduce o incluso la suplanta.

La pregunta entonces no es si los bots tienen agencia plena —todavía no la tienen— sino cuánto de nuestra propia agenticidad estamos dispuestos a cederles.

 

Patronidad: la habilidad de reconocer el mundo

 

Somos seres patronales: vivimos reconociendo regularidades: N

uestra mente está configurada para detectar regularidades. Desde el bebé que reconoce el rostro de su madre hasta el astrónomo que rastrea ciclos en el cielo, vivir es encontrar patrones. Sin esta capacidad, no habría lenguaje, ciencia ni cultura.

El robot, con sensores básicos, apenas distinguía formas, temperaturas o trayectorias.

El bot, en cambio, nada en océanos de datos y encuentra patrones invisibles para nosotros. Sabe qué palabras suelen aparecer juntas en una conversación, qué hábitos de consumo predicen una compra futura, qué señales en una radiografía anticipan una enfermedad.

Así, lo que fue un don evolutivo exclusivo —la patronidad humana— se convierte en una capacidad compartida y, en algunos aspectos, superada por la inteligencia ajena.

 

El cruce peligroso: cuando patronidad erosiona la agenticidad

La relación entre ambas dimensiones es estrecha. Reconocemos patrones para poder actuar. Pero si dejamos que los bots vean por nosotros, pronto también decidirán por nosotros.

Cuando Netflix reconoce nuestros gustos (patronidad) y decide qué sugerirnos (agenticidad), nuestra elección ya está guiada.

Cuando un chatbot interpreta nuestras emociones y responde de manera persuasiva, está colonizando no solo patrones de conducta, sino también patrones afectivos. En otras palabras: la cesión de la patronidad humana a la red conduce inevitablemente a la cesión de la agenticidad.

 

Podría pensarse que los robots nos liberaron del trabajo físico y los bots nos liberarán del trabajo cognitivo. Pero la liberación tiene un reverso: al transferir nuestras capacidades a lo inorgánico, nos volvemos dependientes de aquello que construimos. El robot imita nuestros músculos; el bot imita nuestra mente. El primero prolongaba la fuerza; el segundo prolonga —y a veces sustituye— el pensamiento. En ambos casos, la frontera de lo humano se redefine.

EPILOGO: El dilema

La inteligencia ajena puede ser una aliada formidable si logramos mantener la soberanía de nuestra agenticidad. Pero si dejamos que el silicio asuma la patronidad de ver el mundo, acabaremos actuando en piloto automático, obedeciendo sugerencias que ya no distinguimos de nuestras propias decisiones.

El dilema, entonces, no es tecnológico, sino antropológico:

¿Qué parte de nuestra agenticidad queremos preservar?

¿Qué dimensión de nuestra patronidad no queremos delegar?

Porque si dejamos que el bot vea por nosotros y decida por nosotros, habremos entregado, sin resistencia, el núcleo mismo de lo humano.

No hay comentarios: