Guardar la forma importa, pero con transición de
fase
STARDUST
¨Al posar el pulgar en la muñeca, sentimos
la tibieza del tacto; pero a escala microscópica, lo que palpamos es la trama
flexible de átomos de carbono, oxígeno, nitrógeno e hidrógeno. Esos átomos
fueron forjados en el corazón de estrellas moribundas que, con cataclismos y
explosiones, fecundaron el cosmos con nueva materia. Nuestros cuerpos están
hechos con cenizas de astros difuntos. Somos, literalmente, polvo de estrellas¨.
H. Reeves
En nuestras reuniones en el laboratorio
de café de Marta una de las cosas que debemos cuidar es la forma, pero sin profundizar
de que realmente se trata , me intereso ir más allá y ver una de las sorpresas que nos tiene reservado el término.
Apele al universo como laboratorio cósmico porque su historia puede leerse
como una sucesión de umbrales, cada uno marcado por la unión de dos procesos
inseparables: emergencia y transición de fase:
Emergencia es aparición de una forma
nueva, dotada de propiedades inéditas, que no estaban presentes en los
componentes aislados.
Transición de fase es transformación de
esa forma cuando la energía la impulsa hacia otro estado.
Así, hace 13.800 millones de
años, la gran iniciación cuántica abrió el espacio y el tiempo: una primera
transición de fase que liberó las fuerzas fundamentales. La gravedad, el
electromagnetismo y las interacciones nucleares, distintas entre sí, dieron lugar
a la emergencia de las primeras estructuras estables: átomos, nubes de
hidrógeno, semillas de lo que luego serían estrellas.
Con la formación y agonía de
las primeras estrellas apareció otro umbral: la emergencia de los
elementos químicos. El hidrógeno y el helio, al fusionarse en el corazón
estelar, transitaron fases de presión y temperatura que generaron
oxígeno, carbono, hierro: la materia que haría posible la vida.
De allí nacería el sistema
solar, un nuevo orden de organización: planetas, lunas y mares. En la Tierra,
la química se reorganizó hasta que, en un punto aún misterioso, emergió la
vida. Otra transición de fase: moléculas simples, bajo ciertas condiciones
energéticas, dieron lugar a sistemas capaces de replicarse.
El relato se acelera: tras
la extinción de los dinosaurios, los mamíferos y luego los homínidos ocuparon
el escenario. Y hace apenas 200.000 años, emergió el Homo sapiens. Aquí
la forma y transición de fase ya no fue solo biológica, sino cultural: la
energía del lenguaje, de los símbolos y de la cooperación transformó cerebros
individuales en sociedades.
Con el fin de la última
glaciación, llegaron la agricultura, las ciudades y la escritura: nuevas formas
que reorganizaron el mundo humano. Hace apenas unos siglos, la revolución
industrial —con la fuerza contenida en los combustibles fósiles— impulsó la transición
hacia un planeta interconectado, capaz incluso de extender su mirada al
espacio.
Hoy nos encontramos en el
umbral más incierto: ¿será posible una transición de fase hacia un orden
mundial sostenible? Lo que está en juego es si la humanidad logrará reorganizar
sus energías —materiales, sociales y espirituales— en una
nueva forma que asegure la continuidad de la vida.
La lección de la gran
historia parece clara: cada umbral no fue mera acumulación, sino creación de
formas nuevas y transición de fase . El agua emerge respetando que los hidrógenos
y oxígeno tengan una forma angular de 104,5° y la transición de fase puede originar vapor o
hielo. El universo no cesa de inventar configuraciones inesperadas. La pregunta
es si, en este laboratorio de complejidad, la especie humana sabrá emerger mejorar
en la próxima transición de fase.
Pero hay algo en esto de formas y fases que son decisivas e ¨invisible¨ :
La Materia oscura cuya gravedad organiza galaxias. En términos de
emergencia: es una estructura oculta que sostiene la forma visible.
Podría pensarse como el esqueleto secreto del cosmos.
La Energía oscura Representa una transición de fase a escala
cósmica: el universo pasó de una expansión ralentizada por la gravedad a una
aceleración creciente, es la energía del “vacío” que, paradójicamente, no deja
al cosmos vaciarse, sino expandirse sin fin.
Materia oscura = emergencia de la forma oculta
que da cohesión.
Energía oscura = transición de fase hacia un
cosmos en expansión acelerada.
Ambos fenómenos nos recuerdan que la mayor parte de la realidad no es
evidente a los sentidos: lo que vemos es apenas una fracción de lo que
sostiene y mueve el todo.
Hoy nos encontramos en el
umbral más incierto: ¿será posible una transición de fase hacia un orden
mundial sostenible? Lo que está en juego es si la humanidad logrará reorganizar
sus energías —materiales, sociales y espirituales— en una nueva forma que asegure
la continuidad de la vida.
La lección
de la gran historia parece clara: cada
umbral no fue mera acumulación, sino creación de formas nuevas. Como el
agua que surge de hidrógeno y oxígeno, el universo no cesa de inventar
configuraciones inesperadas. La pregunta es si, en este laboratorio de
complejidad, la especie humana sabrá emerger a tiempo a su próxima fase.
En toda historia hay un villano: En la historia cósmica, ese rol lo cumple la entropía. Será la
responsable de apagar el sol en unos 4000 millones de años y, después, de ir
apagando progresivamente todo. Fin de la función cósmica a la cual asistimos
como espectadores y protagonistas colados.
Pero este macrocosmos se acompaña de un
microcosmos fundamental. Lynn Margulis y Dorion Sagan lo explicaron con claridad: el mundo
microbiano es más antiguo, más persistente y decisivo que el de las plantas,
animales o incluso los humanos. Somos fenómenos recientes y pasajeros en
comparación con la vida microbiana, de la que formamos parte y sin la cual no
existiríamos.
Epilogo:
Somos polvo
de estrellas ¿Miramos las estrellas porque somos humanos o
somos humanos porque miramos las estrellas? El principio antrópico, del griego ánthropos
(hombre), sostiene que el universo es necesariamente como es porque hay seres
humanos que se preguntan por qué es así.
Stephen
Hawking lo resumió con crudeza: “vemos
el universo en la forma que es porque nosotros existimos; si no fuese así,
nosotros no estaríamos aquí para observarlo”. Según su versión más dura, la
vida es una aparición inevitable: consecuencia de los 15.000 millones de años
que lleva el universo. Los quarks dieron protones, los protones átomos, los
átomos moléculas, y de esa larga cadena surgió la vida. En esta mirada, todo
parece haber ocurrido para que existiera alguien —nosotros— capaz de
contemplarlo y darle sentido. Ciencia, filosofía y mística convergen en esta
frontera.
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