viernes, mayo 09, 2025

¿Libre albedrío, compatibilismo y determinismo?: entre la filosofía y la neurociencia

 

¿Libre albedrío, compatibilismo y determinismo?: entre la filosofía y la neurociencia


La mano ajena

La idea del libre albedrío ha sido cuestionada desde distintas perspectivas filosóficas y científicas. Uno de los primeros en abrir el debate fue René Descartes, quien propuso una separación radical entre la mente y la materia. Esta dualidad permitía pensar en un alma racional libre, independiente del mundo físico, y por lo tanto compatible con la noción de libre albedrío: somos libres porque nuestra mente no está sujeta a las leyes deterministas del cuerpo.

Sin embargo, Pierre-Simon Laplace imaginó un universo muy distinto. Su famoso "demonio" —una inteligencia capaz de conocer todas las condiciones iniciales del universo y las leyes naturales— podría predecir tanto el pasado como el futuro. Desde esta perspectiva determinista, cada estado del universo es consecuencia inevitable del anterior. No hay margen para la libertad: todo está predeterminado.

Frente a estas posturas opuestas, Immanuel Kant introduce un argumento esencial: sin libre albedrío no puede haber moral. Para Kant, la libertad es una condición necesaria para que podamos responsabilizarnos de nuestros actos. No podemos ser agentes morales si nuestras decisiones están completamente determinadas por causas externas.

Siglos después, la neurociencia comenzó a intervenir en este debate con experimentos empíricos. Benjamín Libet realizó un estudio ya clásico en el que pidió a participantes que eligieran libremente el momento para flexionar los dedos, marcando cuándo sentían que tomaban la decisión. Mientras tanto, se registraba simultáneamente la actividad cerebral (con electroencefalograma) y la muscular (con electromiograma). El resultado fue sorprendente: la activación cerebral ocurría aproximadamente 300 milisegundos antes de que la persona fuera consciente de su decisión, y esta conciencia precedía a la acción motora por solo 200 milisegundos. Es decir, el cerebro “decidía” antes de que el sujeto creyera hacerlo. Esto sugiere que la sensación de libre albedrío podría ser una construcción posterior, no la causa real de nuestras acciones.

A esto se suman estudios más recientes, donde mediante estimulación transcraneal de ciertas áreas cerebrales se ha inducido decisiones que los sujetos creen haber tomado libremente, cuando en realidad fueron provocadas desde afuera. Así, una parte creciente de la comunidad científica sostiene hoy que el libre albedrío podría ser una ilusión funcional.

“Quienes creen que hablan, o callan, o hacen cualquier cosa por libre decisión de su mente no hacen más que soñar con los ojos abiertos.”

                                                                                                                                           Baruch Spinoza

Pensar que nuestras ideas preceden a nuestras acciones es parte de esta ilusión. En realidad, muchos de nuestros actos se originan en procesos subconsciente que luego nuestra conciencia interpreta como propios. Cuando esta ilusión se rompe, lo notamos con claridad. Un ejemplo extremo es el síndrome de la mano ajena, como el caso representado por Peter Sellers en Dr. Strangelove, donde su mano derecha actúa contra su voluntad, saludando de forma involuntaria o incluso intentando agredirlo. Este síndrome puede surgir por lesiones en el cuerpo calloso, estructura que une ambos hemisferios cerebrales. Casos como este revelan que la unidad de la voluntad es más frágil de lo que creemos.

Incluso en situaciones cotidianas, esta ilusión puede fallar. Por ejemplo, cuando tratamos de hacernos cosquillas, no sentimos el mismo efecto que cuando otro lo hace, a menos que se retrase artificialmente la percepción. Es decir, el cerebro necesita una ligera desconexión temporal para percibir algo como ajeno.

Conclusión:

Hoy, la tensión entre determinismo, compatibilismo y libre albedrío sigue vigente. Puede que no seamos tan libres como creemos, pero también es posible que esa ilusión de libertad sea necesaria para la vida ética, la justicia y la responsabilidad. El experimento de Libet presenta una de las aportaciones más influyentes —y polémicas— de la neurociencia al debate sobre el libre albedrío. A partir de sus hallazgos, surgió la idea de que nuestras decisiones pueden estar determinadas subconscientemente por el cerebro antes de que seamos conscientes de ellas. Sin embargo, Libet no concluyó que el libre albedrío no existe. De hecho, propuso que, aunque no controlamos el inicio de la intención, sí tenemos una “capacidad de veto”: un breve intervalo (los últimos ~100-150 milisegundos) en el que podemos inhibir la acción antes de que se ejecute.

Esto implica que, aunque el deseo o impulso de actuar surge subconscientemente, la conciencia puede intervenir para frenar o modificar la acción. Así, Libet defendía un modelo en el que no somos completamente libres de iniciar nuestras decisiones, pero sí de impedirlas. Tal vez, como dijo Kant, no podamos demostrar la libertad, pero debamos vivir como si fuéramos libres para que la moral tenga sentido.

Nacho cree en el destino, pero Cacho es compatibilista. Para la mitología griega el destino era un hilo invisible manejado por tres poderosas diosas llamadas las Moiras,  "las hilanderas del destino"  que lo tejen, lo miden y lo terminan. Cloto La que hila ; encargada de empezar el hilo de la vida cuando un niño nacía. Como una tejedora divina, sacaba el hilo desde su rueca sagrada y daba origen a cada existencia. Láquesis La que mide ,una vez que el hilo estaba en marcha, medía su longitud con una vara de oro, decidiendo cuánto tiempo viviría esa persona. Podía ser corto como un suspiro o largo como una leyenda. Átropos La que corta; tenía la tarea más temida: cortar el hilo con sus tijeras afiladas cuando llegaba la hora de la muerte. Su decisión era final, y ni los dioses podían evitarla.

 

No hay comentarios:

Archivo del blog