Funes y otros: memoria, pensamiento y poda
Desde la infancia, la
lectura de cuentos nos introduce en el arte de pensar a través de imágenes,
tuve la suerte de que mi madre me leyera cuentos y que durante mis años de
primaria en el Salesiano nos estimularan a leer autores como Andersen ,Salgari ,
Verne... De adulto  Jorge Luis Borges es
un desafío, empezar con Funes el memorioso me parece recomendable, se
destaca por presentar una paradoja esencial: un hombre que recuerda
absolutamente todo, pero que, precisamente por eso, es incapaz de pensar.
Este cuento  anticipa conceptos que la neurociencia recién
empezaría a comprender a mediados del siglo XX: ¨La necesidad del olvido para
la formación del pensamiento abstracto y la organización de la experiencia¨
(Edelman, 1987; Damasio, 1994).
Tras un accidente, Ireneo
Funes hasta ese momento era el cronométrico , queda paralizado físicamente,
pero desarrolla una memoria total. En lugar de representar un don, su nueva
capacidad se convierte en condena , es un doble prisionero. Borges
escribe: Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el
latín. Sospechaba que, a diferencia de los demás, él sabía pensar.” 
Sin embargo, lo que Funes
llamaba “pensar” no es pensamiento, sino pura acumulación de imágenes. Su
intento de crear un sistema numérico propio —donde “ferrocarril”, “azufre” o
“Napoleón” equivalen a números— revela su incapacidad para abstraer, es
decir, para separar lo esencial de lo accidental.
Funes no comprende que el número es una idea, no un objeto, que 365 son
tres centenas, seis decenas y cinco unidades.  Su mente concreta confunde el signo con
la cosa, como si cada experiencia fuera irrepetible e inconmensurable.
Las investigaciones
neurocientíficas actuales confirman la intuición borgiana: el olvido es una
función cognitiva esencial. Según Antonio Damasio (1994), el cerebro humano
no es un dispositivo de registro, sino un sistema activo que selecciona
reorganiza y desecha información para construir mapas mentales dinámicos.
Recordar implica olvidar, y olvidar permite recordar lo relevante.
Del mismo modo, Gerald
Edelman (1987) propone en su Teoría de la selección de grupos neuronales
que el cerebro funciona como un sistema darwiniano: las conexiones sinápticas
compiten y se seleccionan en función de la experiencia. Olvidar es, en este
sentido, un proceso adaptativo que elimina lo redundante para conservar lo
significativo.
Roger
Penrose (1994), desde la física teórica, lleva esta
idea más lejos al sostener que la conciencia requiere un “colapso de
posibilidades”: una reducción del caos informativo que da lugar a una
estructura significativa. Pensar es elegir, y elegir implica olvidar.
Los Funes reales: Shereshevsky y Tammet
S.Shereshevsky:  Su cerebro
podría haber retenido todas las conexiones sensoriales sin podarlas.
Como resultado, cada estímulo activaba un mosaico completo de percepciones,
sin filtros, imposibilitando la abstracción. Las conexiones cruzadas entre
áreas sensoriales (colores, sonidos, sabores, formas) son más numerosas y
menos reguladas.  La sinestesia “normal” es selectiva; en su  caso, las vías sensoriales están hiperconectadas,
generando una experiencia total e inabarcable del mundo. Desde la
perspectiva de la neurociencia, esto equivale a un “ruido de fondo
constante”, que dificulta cualquier operación cognitiva de alto nivel.
El problema no es la memoria per se, sino la falta de
filtrado, su cerebro retiene demasiado, conectando todo  incapaz de jerarquizar o sintetizar. En
términos simples: olvidar es una función cognitiva, y su ausencia convierte
la memoria en un laberinto sin salida.
D. Tammet:  Desarrolló
mecanismos cognitivos que permiten filtrar estímulos irrelevantes, algo
que Funes en la ficción y Shereshevsky no pudieron hacer. La poda sináptica
funcional y la atención selectiva le permiten navegar el mundo sin
colapsar por exceso de información porque su cerebro aprendió a filtrar y
organizar la información, En términos neurocientíficos, Tammet tiene: Memoria
eidética funcional y selectiva, sinestesia regulada.
 Es reconocido por su extraordinaria habilidad
para realizar cálculos matemáticos complejos y aprender idiomas, ha destacado
por su capacidad para transformar su experiencia sensorial única en una
herramienta cognitiva poderosa. Su sinestesia, le permite visualizar números y
palabras con colores, formas y texturas, le ha proporcionado una forma
distintiva de interactuar con el mundo.
Tammet ha desarrollado estrategias personales para canalizar su percepción
sensorial hacia actividades constructivas. Por ejemplo, ha utilizado su
habilidad para memorizar secuencias numéricas extensas y para aprender nuevos
idiomas con rapidez. Esta capacidad de adaptación sugiere que ha encontrado
formas de integrar su experiencia sensorial en su vida diaria de manera
funcional. Es importante señalar que, aunque Tammet ha compartido públicamente
su experiencia y ha escrito sobre su vida con el síndrome de Asperger y la
sinestesia, no hay evidencia  de que haya
recibido una terapia formal para tratar su sinestesia. 
En cambio, ha aprendido a
vivir con ella y a utilizarla en su beneficio. Su enfoque autodidacta y su
capacidad para encontrar significado y utilidad en su percepción sensorial
única lo han convertido en un ejemplo notable de adaptación y  encaja perfectamente con el concepto de antifragilidad
de Nassim Taleb, no solo resiste, sino que se beneficia del estrés,
la volatilidad y la complejidad. Es como un organismo que se fortalece al
enfrentarse a desafíos.
Adenda:
Poda sináptica: Durante la infancia, el cerebro forma
más conexiones sinápticas de las necesarias, la poda sináptica
elimina las conexiones redundantes o menos útiles, fortaleciendo las redes más
relevantes. Este proceso permite que la información se organice, generalice
y abstraiga, evitando la saturación.
Conclusión
Borges imaginó en Funes el
destino trágico de una mente sin olvido. Luria lo encontró en Shereshevsky; la
neurociencia lo explica hoy como saturación de memoria sin abstracción.  Daniel Tammet no ha recibido una terapia
convencional para su sinestesia, pero ha desarrollado métodos propios para
integrar y aprovechar su experiencia sensorial, demostrando cómo la comprensión
y adaptación personal pueden ser herramientas poderosas para vivir con
condiciones neurológicas atípicas. En todos los casos, el mensaje es el mismo: pensar
no es recordar, sino olvidar bien. El olvido no es la falla de la memoria,
sino su forma más elevada. Gracias a él podemos generalizar, simbolizar y crear.
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