jueves, julio 31, 2025

Kant, Einstein y los Aymara: tres miradas sobre el tiempo y el conocimiento. Están juntos, pero no del todo integrados.

 

Kant, Einstein y los Aymara: tres miradas sobre el tiempo y el conocimiento. Están juntos, pero no del todo integrados.

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Sapere Aude, decía Kant: atrévete a saber. Su filosofía crítica marcó un antes y un después al preguntarse no solo qué conocemos, sino cómo es posible el conocimiento. Según él, solo accedemos a los fenómenos, es decir, a lo que aparece ante nosotros, y no a las cosas en sí mismas (noúmenos), que nos están vedadas. Nacemos, decía, con una suerte de "plaqueta" estructural: el tiempo y el espacio como intuiciones a priori (su estética trascendental) y ciertas categorías fundamentales como cantidad, cualidad, relación y modalidad (la analítica trascendental). Con esta estructura, interpretamos el mundo; sin ella, no habría experiencia posible. Y, sin embargo, como advertía San Agustín, el tiempo es algo que, si nadie nos lo pregunta, creemos entender; pero si tratamos de explicarlo, se vuelve esquivo.

Cómo llegó Albert Einstein a ser nombrado “Genio de la ...

Más de un siglo después, Albert Einstein dio un nuevo golpe: el tiempo no es absoluto, sino relativo; se curva junto al espacio y se entrelaza con la gravedad. Nace así el espacio-tiempo como una unidad dinámica, en la que el pasado, el presente y el futuro dependen del observador. La física moderna pone en duda nuestras intuiciones más básicas, y el tiempo deja de ser una flecha recta y universal.

Indio aymara en la Cordillera Real, Bolivia, 4800 metros sobre el nivel del  mar Fotografía de stock - AlamyEL FUTURO DETRÁS – CUADERNO CONTABLE

La cultura aymara, originaria de los Andes, aporta una concepción profundamente distinta, tanto lingüística como corporal. Para los aymara, el pasado está delante de nosotros, porque ya lo hemos vivido, ya lo vemos; en cambio, el futuro está detrás, porque aún no lo conocemos, no lo vemos venir. En su lengua, el tiempo no se divide en pasado, presente y futuro, como en muchas lenguas occidentales, sino en “futuro” y “no-futuro”. Esta última categoría incluye lo que ya ha ocurrido y lo que está ocurriendo: lo visible.

Este cambio de perspectiva no es solo semántico: se traduce en gestos. Cuando los aymara hablan del futuro, mueven la mano hacia atrás; cuando se refieren al pasado, señalan hacia adelante. Es un giro radical, no solo del cuerpo, sino de la cosmovisión. Para ellos, caminar hacia el futuro es caminar hacia lo desconocido, literalmente de espaldas. Paradójicamente, en nuestras culturas, la expresión “estar de espaldas al futuro” se usa de forma negativa, para describir actitudes conservadoras, retrógradas, que se resisten a la innovación. Pero en la visión aymara, dar la espalda al futuro no es ignorancia ni miedo, sino reconocimiento lúcido de su opacidad.

¿Cómo ver lo que no ha sucedido? ¿No es acaso más razonable mirar lo ya conocido?

miércoles, julio 30, 2025

PARADOJAS Y...

 

Paradojas y …

Por su origen etimológico griego “paradoja” significa “contra la opinión común”

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Por su origen etimológico griego, paradoja significa “contra la opinión común”. Y eso ya nos dice bastante: la paradoja es ese pensamiento que interrumpe lo obvio, que nos obliga a mirar dos veces lo que creíamos entendido. En la mesa de café del 30 de agosto de 2024 mencioné la llamada “paradoja de las papas”. Miguel, con razón, objetó: “Eso no es una paradoja”.

Tiene  razón, funciona retóricamente como  las falsas paradojas” o “paradojas suaves” son útiles porque nos entrenan a sospechar de lo evidente, y eso es una forma de pensamiento crítico. Ahí reside su parentesco con las verdaderas paradojas: ambas son disparadores de una segunda mirada. Si bien no se trata de una paradoja en sentido estricto, es un problema matemático algo ¨tramposo¨ que puede resolverse con una regla de tres simple. El planteo es : Si tenemos 100 kilos de papas compuestas en un 99 % por agua, y las dejamos al sol hasta que el agua se reduce al 98 %, ¿cuánto pesan entonces? La respuesta 50 kilos. Una sorpresa lógica, sí, pero no una paradoja formal. Lo que ocurre es que, aunque el peso seco se mantiene constante, su proporción relativa se duplica. La intuición falla. Y por eso, aunque no sea una paradoja propiamente dicha, se le parece en algo esencial: Nos sacude.

Una paradoja estricta es la  paradoja del mentiroso es una de las más antiguas y famosas de la historia de la lógica, y está estrechamente vinculada al filósofo Epiménides de Creta, quien vivió en el siglo VI a.C. La versión clásica atribuida a Epiménides:

 

"Todos los cretenses son mentirosos", dijo Epiménides, que era cretense.

Esta afirmación genera un problema lógico: Si Epiménides dice la verdad, entonces lo que dice es cierto: todos los cretenses (incluido él mismo) son mentirosos… ¡pero entonces él miente!

Pero si miente, entonces no es verdad que todos los cretenses son mentirosos… ¡entonces quizá dice la verdad!

 

Esto crea un bucle autorreferencial donde no se puede determinar con claridad si la afirmación es verdadera o falsa.

 

La Forma moderna de la paradoja del mentiroso: "Esta frase es falsa."

Si la frase es verdadera, entonces lo que dice debe ser cierto: es falsa. Pero si es falsa, no puede ser verdadera. Si la frase es falsa, entonces no es cierto que sea falsa… ¡por lo tanto es verdadera!

Es una violación del principio de ¨no contradicción¨, y del tercero excluido de lógica formal. Pero el viaje recién comienza.

Para muchas ¨paradojas¨ el término es dudoso, incluso algunas con antecedentes milenarios, como la de Zenón en defensa de Parménides su maestro en oposición a Heráclito, en la que relata cómo Aquiles da ventaja y compite con una tortuga a la que nunca alcanza, es necesario que Aquiles llegue primero al lugar del que ha partido la tortuga, de manera que esta lo precederá necesariamente siempre, por alguna distancia.

La sugerencia era que el movimiento es una ilusión, negando aquello de ¨no te bañaras en el mismo rio¨ de Heráclito, porque cualquier recorrido puede ser dividido en una cantidad infinita de pasos, lo que implica que el movimiento nunca llega a completarse.

Paradojas de Zenón - Wikipedia, la enciclopedia libre

Se considera a la paradoja de Zenón como ¨falsidica¨ acorde con el  cálculo infinitesimal,  pero volvió a primera línea con la mecánica cuántica. En mecánica cuántica, medir un sistema cuántico colapsa su función de onda, lo que significa que el sistema "elige" un estado específico entre las posibles superposiciones. Este colapso es instantáneo y altera la evolución natural del sistema.

El efecto ¨Zenón Cuántico¨ implica que, si se mide un sistema cuántico repetidamente en intervalos muy cortos de tiempo, se puede prevenir que el sistema evolucione hacia un nuevo estado. Cada vez que se realiza una medición, la función de onda se colapsa, "reiniciando" el sistema al estado medido antes de que pueda evolucionar, resultado, si las mediciones son lo suficientemente frecuentes, el sistema parece "congelarse" en su estado inicial, inhibiendo efectivamente su evolución. ¿Y? Preguntar al amigo digital.

La conexión con la paradoja de Zenón radica en la idea de que, al dividir un proceso en partes infinitamente pequeñas, el movimiento o el cambio puede ser efectivamente detenido, muestra cómo la intervención constante (en forma de medición) puede alterar drásticamente el comportamiento de un sistema, haciendo que la evolución esperada ,similar al movimiento en la paradoja de Zenón se ralentice o incluso se detenga por completo.

Esto tiene importantes implicaciones teóricas y prácticas en el campo de la computación y la información cuánticas, puede ser utilizado para manipular y controlar estados cuánticos, lo que es crucial para desarrollar tecnologías cuánticas. La idea es interesante y ¨entendible¨ ,pero recordar lo que dice Richard Feynman Nobel de Física;  ¨el que cree que sabe mecánica cuántica no sabe nada¨.

 

Para tratar de seguir pensando y preguntando. La relación entre paradoja, aporía y dilema es estrecha: Una paradoja puede generar aporía (duda o incertidumbre) al desafiar la comprensión. La aporía puede llevar a un dilema, ya que la duda o incertidumbre puede requerir una elección difícil. La paradoja puede llevar a un dilema. Un dilema puede involucrar una paradoja …

Todas las paradojas estrictas pueden ser consideradas aporías, pero no todas las aporías son paradojas estrictas. Las aporías abarcan un espectro más amplio de problemas filosóficos, mientras que las paradojas estrictas se centran en contradicciones lógicas fundamentales. Con lo que no sabíamos era más que suficiente ,pero como decía el querido Oscar, la ciencia me desilusiono ,entonces entendimos que: la ciencia no es la fábrica de respuestas, sino la industria de las buenas preguntas. Las paradojas, las aporías y los dilemas no son fallas del sistema, sino las señales de que estamos pensando y eso es motivo de celebración. Es en ese entrelazamiento donde brota el filo de la conciencia.

martes, julio 29, 2025

¿Cuál es el sentido de la vida?

 

  ¿Cuál es el sentido de la vida?

Hace años, en una de esas charlas de café que se quedan en la memoria, Cacho nos regaló una pregunta: ¿Cuál es el sentido de la vida? Días atrás, en una tarde de café con Carlos,  en lo de Marta, volvió a formularla, como quien no se resigna a no saber. Y eso no hace sino confirmar que hay preguntas que no envejecen, que nos esperan siempre . Preguntas que, más que respuestas, exigen imaginación y búsqueda. Hoy intento, sin ánimo de cerrar nada, reformular una respuesta abierta, provisoria, que articula tres visiones la de Maturana, la de Harari, la de Demócrito.

H.Maturana en su libro  Del ser al hacer. Los orígenes de la biología del conocer, sobre la esencia de la vida, responde: “La vida no tiene un significado, no tiene un sentido, no sigue un programa de progreso evolutivo. El sentido de un ser vivo consiste en ser lo que es.”  Una afirmación tautológica , pero  que expresa : vivir es ya sentido. No hay fin último, no hay trascendencia. El ser humano tiene por finalidad ser humano. El perro, ser perro. Ninguno responde a un plan externo.

Desde su teoría de la autopoiesis, Maturana describe a los seres vivos como redes moleculares que se producen a sí mismas. Sistemas cerrados en su organización, pero abiertos al intercambio de materia y energía. La vida, no persigue una meta fuera de sí: se justifica en su propia coherencia operacional. Mientras esa coherencia se mantiene, hay vida. Cuando se detiene...

Si bien lo humano, en ese marco, no tiene un fundamento trascendental, tiene una raíz afectiva: “Todo lo bueno en el vivir humano pertenece al dominio de lo efímero. Y es en ese dominio donde existe el amor como fundamento y fuente de la dicha.” La tautología blindada  podrá gustar o no pero el cierre es esencia.

Y.N.Harari: En Homo Deus, recoge la misma visión biológica que Maturana: no hay plan, no hay sentido dado. Pero agrega algo más: El antídoto contra una existencia sin sentido lo proporciona el humanismo, que venera la experiencia humana y la convierte en fuente de sentido para todo el universo.”

Reconoce que el libre albedrío, tal como lo entendemos, es probablemente una ilusión construida por algoritmos bioquímicos. Pero también reconoce que necesitamos relatos. La ciencia nos muestra que somos una asamblea de procesos, sin un “yo” central. Sin embargo, el yo narrador insiste en crear una historia: de la infancia, del amor, del país, del futuro. No porque esa historia sea cierta, sino porque la necesitamos para vivir. Harari no busca sentido en el origen, sino en el presente narrado. Frente a un Universo indiferente, la conciencia humana inventa, sostiene y reinventa un relato. Y ese relato, aunque frágil, nos sostiene.

Demócrito: vacío, azar y necesidad : Hace más de dos milenios, Demócrito propuso una tríada que parece escrita para la física cuántica: vacío, azar y, necesidad. Todo está hecho de átomos que se mueven en el vacío. No hay fines. No hay dioses. Solo estructura, choques y combinaciones. Pero con un margen de azar que introduce novedad. El vacío ,no es la nada, es potencia, condición de posibilidad del movimiento, del encuentro, de la alteridad. El azar es el desvío, la contingencia, la sorpresa. No es caos total, pero tampoco destino fijo. La necesidad es la lógica,  la ley de los procesos: si A choca con B, necesariamente ocurre C.

Maturana podría ser leído como un Demócrito del siglo XX: no hay propósito externo, pero sí estructura interna que se autorregula. La vida no tiene sentido trascendente, pero sí coherencia funcional. El azar aparece en la evolución, en las mutaciones, en los acoplamientos estructurales. El vacío se insinúa en el espacio entre el organismo y su entorno, ese lugar donde cada ser traza su mundo perceptivo. Y Harari también podría entenderse desde esta tríada: el azar de la historia, la necesidad cultural de narrar, y el vacío existencial que todo lo atraviesa.

Cacho quiere más y, pregunta:  ¿Si somos un espermatozoide, somos  el mejor, el elegido, el destinado? Y se responde; no, solo el que llegó, porque sí, porque las condiciones se dieron, porque el azar jugó su partida. Y así aparecimos. Su determinismo aparece con más fuerza.

Epilogo
Cada uno tendrá su opinión, pero lo que podemos acordar es que Demócrito sonríe y, nos sigue diciendo el sentido de la vida no está escrito en ninguna parte. Se construye en la tensión entre lo biológico, lo narrativo, lo azaroso y lo cotidiano. Pero sin lugar a duda  todos estaremos de acuerdo con lo que decía el filósofo Woody Allen: A veces lo más importante no es de dónde venimos ni adónde vamos, sino simplemente: ¿Qué vamos a cenar esta noche?

 

 

 

lunes, julio 28, 2025

Una noche de cine, con eco milenario

 

Una noche de cine, con eco milenario

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El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

En el fresco de Rafael están  ´Platón apuntando hacia arriba y Aristóteles hacia abajo y en su mano la ética a Nicómaco, los que están son personajes conocidos, pero la única mujer es Hipatia, el que esta con botas es Miguel Ángel. Cuando estuvimos en el Vaticano la guía nos habló de Rafael y Miguel Ángel,  decía que Rafael lo pinto con botas porque nunca se las sacaba . El fresco merece mucho más.

El 19 de diciembre de 2010, mi amigo el Dr. Pedro P. Perrotti nos invitó a ir al cine. Vimos Ágora, una película dirigida por Alejandro Amenábar y protagonizada por Rachel Weisz, quien encarnó a Hipatia de Alejandría. Para mí, tuvo una impronta científica profunda, inquietante.

Aclaro que no es mi intención juzgar la veracidad histórica de la película ni posibles intenciones ideológicas del director. Ese es otro terreno, legítimo, pero ajeno a mis posibilidades. Lo que me impulsó a escribir fue otra cosa: la forma en que la película muestra cómo los paradigmas pueden encerrar, bloquear y hasta destruir. Y también, cómo ciertas ideas, cuando se vuelven dogmas, pueden condenar al pensamiento.

La historia se sitúa en Alejandría, en los últimos años del siglo III y los primeros del IV d.C., en plena decadencia del mundo grecorromano y con violentas tensiones entre paganos, cristianos y judíos. La Biblioteca de Alejandría representa la cultura, la ciencia y la filosofía. El Ágora, por su parte, es el espacio público de reunión, debate y disputa: una especie de foro donde se cruzan clases, creencias e ideas, aunque con una ausencia notable: los esclavos.

En ese contexto surge Hipatia, matemática, astrónoma y filósofa, perteneciente a la corriente neoplatónica, que concebía una trinidad metafísica: del Uno surge la Inteligencia, y de esta el Alma. Un esquema que, aunque abstracto, organizaba el pensamiento, la moral y el cosmos. Pero en un mundo donde la violencia se confundía con fe, eso no bastaba. Cacho en su visita a la biblioteca de Alejandría pregunto a la guía turística sobre Hipatia, respuesta: ¡No sé quién es!

La película muestra —con un dramatismo contenido— cómo la intolerancia y el fanatismo pueden aplastar el pensamiento, y cómo la ciencia, cuando incomoda al poder, es rápidamente deslegitimada. Según el relato, Hipatia fue asesinada por los seguidores de Cirilo de Alejandría, luego canonizado por la Iglesia. Más allá de los detalles históricos, lo cierto es que su muerte simboliza el precio que puede pagarse por pensar diferente. Su muerte en la película merece un análisis importante acerca de la ética.

Uno de los momentos más interesantes de la película ocurre en los diálogos entre Hipatia y sus discípulos. Allí se despliega un sistema de ideas que hoy podríamos llamar paradigma cosmológico: la Tierra en el centro, los astros girando en círculos perfectos, el universo ordenado y jerárquico. Esa visión no solo servía para “explicar” el cosmos, sino también para ubicarnos en él: en el centro, como los  elegidos.

Pensar lo contrario —que éramos apenas un punto más entre muchos— no solo era inconcebible, sino peligroso. Nadie quiere ser un ¨okupa cósmico¨. El dogma geocéntrico ofrecía orden, seguridad y sentido, pero al mismo tiempo, bloqueaba toda posibilidad de descubrimiento genuino.

Arthur Koestler, en Los sonámbulos:

“Los principales obstáculos que detuvieron el progreso de la humanidad durante tanto tiempo fueron cinco:

1.      la división del mundo en dos esferas (celestial y terrenal);

2.      el dogma geocéntrico;

3.      el movimiento uniforme en círculos perfectos;

4.      la separación entre ciencias y matemáticas;

5.      la idea de que todo cuerpo en movimiento necesita una causa externa.

La remoción permitió la revolución científica, impulsada por Copérnico, Kepler y Galileo, y culminó con la síntesis newtoniana.”

Y, sin embargo, esos errores no nacieron del capricho, sino del prestigio de Platón y Aristóteles. Como también recuerda Koestler, Platón razonó que, si el cosmos era obra de dioses perfectos, su forma debía ser la esfera y su movimiento el círculo. Aristóteles convirtió esa conjetura estética en dogma astronómico. Y durante siglos, nadie se atrevió a decir lo contrario.

Bertrand Russell tampoco escatimo elogios al referirse a Platón:

“La utopía de Platón es más aterradora que la de Orwell en 1984, porque Platón desea que ocurra lo que Orwell teme. Que La República haya sido admirada políticamente por personas honestas es quizá el mayor ejemplo de esnobismo literario de toda la historia.”

Koestler además no ahorra críticas para Aristóteles, a quien responsabiliza por errores cotidianos que aún hoy cometemos: creer que todo lo que se mueve necesita ser empujado, o atribuirle fines a lo inanimado.

Hoy sabemos que los dogmas pueden ser cómodos, útiles… y peligrosos. La ciencia, si quiere seguir siéndolo, debe renunciar a ellos. No se trata de negar todo, sino de aceptar la provisoriedad de las teorías, someterlas a prueba, cambiar cuando sea necesario.

Eso no siempre es fácil, porque incluso los físicos —como cualquier ser humano— se apegan a sus modelos mentales. Lo expresó con ironía uno de los grandes del siglo XX:

“Algunos días de la semana soy newtoniano, otros días relativista, otros cuántico. Lo más triste es que no sé exactamente en cuáles soy qué.”

La frase resume con humor lo que podríamos llamar la humildad epistemológica, tan rara y necesaria en estos tiempos.

Hipatia creía que estábamos en el centro del universo porque así lo indicaban los cielos. Hoy sabemos que no hay centro, y que lo que realmente nos mantiene pegados al suelo es la gravedad. O al menos, eso creíamos. Porque vino Einstein, y una vez más, nos cambió el libreto: la gravedad, dijo, no existe como fuerza en sí misma, lo que existe es la curvatura del espacio-tiempo.

¡Ah, bueno! Justo cuando creíamos entender un poco de gravedad, nos dicen que en realidad es otra cosa. Y, sin embargo, esa es la grandeza del pensamiento científico: nunca termina de cerrar la puerta, siempre queda una rendija abierta al asombro, a lo nuevo, a la refutación.

Epílogo

El Ágora era un espacio  público  conflictivo,  la Biblioteca un templo del conocimiento , ambos amenazados por la irrupción del dogma. Volví del cine con más preguntas  y eso sea lo mejor que puede darnos una buena película:  Hipatia pagó con su vida el atrevimiento de pensar diferente. Nosotros, afortunadamente, solo arriesgamos incomodidades. Pero el riesgo vale la pena. La película da para más.

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