Una noche de cine, con eco
milenario

En el fresco de Rafael
están ´Platón apuntando hacia arriba y
Aristóteles hacia abajo y en su mano la ética a Nicómaco, los que están son
personajes conocidos, pero la única mujer es Hipatia, el que esta con botas es
Miguel Ángel. Cuando estuvimos en el Vaticano la guía nos habló de Rafael y
Miguel Ángel, decía que Rafael lo pinto
con botas porque nunca se las sacaba . El fresco merece mucho más.
El 19 de diciembre de 2010,
mi amigo el Dr. Pedro P. Perrotti nos invitó a ir al cine. Vimos Ágora,
una película dirigida por Alejandro Amenábar y protagonizada por Rachel Weisz,
quien encarnó a Hipatia de Alejandría. Para mí, tuvo una impronta científica
profunda, inquietante.
Aclaro que no es mi intención
juzgar la veracidad histórica de la película ni posibles intenciones
ideológicas del director. Ese es otro terreno, legítimo, pero ajeno a mis
posibilidades. Lo que me impulsó a escribir fue otra cosa: la forma en que
la película muestra cómo los paradigmas pueden encerrar, bloquear y hasta
destruir. Y también, cómo ciertas ideas, cuando se vuelven dogmas, pueden
condenar al pensamiento.
La historia se sitúa en
Alejandría, en los últimos años del siglo III y los primeros del IV d.C., en
plena decadencia del mundo grecorromano y con violentas tensiones entre
paganos, cristianos y judíos. La Biblioteca de Alejandría representa la
cultura, la ciencia y la filosofía. El Ágora, por su parte, es el espacio
público de reunión, debate y disputa: una especie de foro donde se cruzan
clases, creencias e ideas, aunque con una ausencia notable: los esclavos.
En ese contexto surge
Hipatia, matemática, astrónoma y filósofa, perteneciente a la corriente
neoplatónica, que concebía una trinidad metafísica: del Uno surge la
Inteligencia, y de esta el Alma. Un esquema que, aunque abstracto, organizaba
el pensamiento, la moral y el cosmos. Pero en un mundo donde la violencia se
confundía con fe, eso no bastaba. Cacho en su visita a la biblioteca de Alejandría
pregunto a la guía turística sobre Hipatia, respuesta: ¡No sé quién es!
La película muestra —con un
dramatismo contenido— cómo la intolerancia y el fanatismo pueden aplastar el
pensamiento, y cómo la ciencia, cuando incomoda al poder, es rápidamente
deslegitimada. Según el relato, Hipatia fue asesinada por los seguidores de
Cirilo de Alejandría, luego canonizado por la Iglesia. Más allá de los detalles
históricos, lo cierto es que su muerte simboliza el precio que puede pagarse
por pensar diferente. Su muerte en la película merece un análisis
importante acerca de la ética.
Uno de los momentos más interesantes
de la película ocurre en los diálogos entre Hipatia y sus discípulos. Allí se
despliega un sistema de ideas que hoy podríamos llamar paradigma cosmológico:
la Tierra en el centro, los astros girando en círculos perfectos, el universo
ordenado y jerárquico. Esa visión no solo servía para “explicar” el cosmos,
sino también para ubicarnos en él: en el centro, como los elegidos.
Pensar lo contrario —que
éramos apenas un punto más entre muchos— no solo era inconcebible, sino peligroso.
Nadie quiere ser un ¨okupa cósmico¨. El dogma geocéntrico ofrecía orden,
seguridad y sentido, pero al mismo tiempo, bloqueaba toda posibilidad de
descubrimiento genuino.
Arthur Koestler, en Los sonámbulos:
“Los principales obstáculos que detuvieron el
progreso de la humanidad durante tanto tiempo fueron cinco:
1. la división del mundo en dos esferas (celestial y terrenal);
2. el dogma geocéntrico;
3. el movimiento uniforme en círculos perfectos;
4. la separación entre ciencias y matemáticas;
5. la idea de que todo cuerpo en movimiento necesita una causa externa.
La remoción permitió la revolución científica,
impulsada por Copérnico, Kepler y Galileo, y culminó con la síntesis
newtoniana.”
Y, sin embargo, esos
errores no nacieron del capricho, sino del prestigio de Platón y Aristóteles.
Como también recuerda Koestler, Platón razonó que, si el cosmos era obra de
dioses perfectos, su forma debía ser la esfera y su movimiento el círculo.
Aristóteles convirtió esa conjetura estética en dogma astronómico. Y durante
siglos, nadie se atrevió a decir lo contrario.
Bertrand Russell tampoco escatimo elogios al
referirse a Platón:
“La utopía de Platón es más aterradora que la
de Orwell en 1984, porque Platón desea que ocurra lo que Orwell teme. Que La
República haya sido admirada políticamente por personas honestas es quizá el
mayor ejemplo de esnobismo literario de toda la historia.”
Koestler además no ahorra
críticas para Aristóteles, a quien responsabiliza por errores cotidianos que
aún hoy cometemos: creer que todo lo que se mueve necesita ser empujado, o
atribuirle fines a lo inanimado.
Hoy sabemos que los dogmas pueden ser
cómodos, útiles… y peligrosos. La ciencia, si quiere seguir siéndolo,
debe renunciar a ellos. No se trata de negar todo, sino de aceptar la
provisoriedad de las teorías, someterlas a prueba, cambiar cuando sea
necesario.
Eso no siempre es fácil, porque incluso los
físicos —como cualquier ser humano— se apegan a sus modelos mentales. Lo
expresó con ironía uno de los grandes del siglo XX:
“Algunos días de la semana soy newtoniano,
otros días relativista, otros cuántico. Lo más triste es que no sé exactamente
en cuáles soy qué.”
La frase resume con humor lo que podríamos
llamar la humildad epistemológica, tan rara y necesaria en estos
tiempos.
Hipatia creía que estábamos en el centro del
universo porque así lo indicaban los cielos. Hoy sabemos que no hay centro, y
que lo que realmente nos mantiene pegados al suelo es la gravedad. O al
menos, eso creíamos. Porque vino Einstein, y una vez más, nos cambió
el libreto: la gravedad, dijo, no existe como fuerza en sí misma, lo
que existe es la curvatura del espacio-tiempo.
¡Ah, bueno! Justo cuando creíamos entender un
poco de gravedad, nos dicen que en realidad es otra cosa. Y, sin embargo, esa
es la grandeza del pensamiento científico: nunca termina de cerrar la puerta,
siempre queda una rendija abierta al asombro, a lo nuevo, a la refutación.
Epílogo
El Ágora era un espacio
público conflictivo, la Biblioteca un templo del conocimiento ,
ambos amenazados por la irrupción del dogma. Volví del
cine con más preguntas y eso sea lo
mejor que puede darnos una buena película: Hipatia pagó con su vida el atrevimiento de
pensar diferente. Nosotros, afortunadamente, solo arriesgamos incomodidades.
Pero el riesgo vale la pena. La película da para más.