El viaje al aprendizaje:
es, al fin y al cabo, un
viaje hacia uno mismo.
Hay un ¨aprendizaje¨ que se
ve: el de los exámenes aprobados, las palabras bien dichas, los diplomas
colgados. Pero hay otro viaje, más hondo, más silencioso, casi subterráneo. Es
el viaje oculto del aprendizaje, ese que habitualmente no ocurre cuando
el maestro explica, sino cuando el silencio se instala después de la clase,
cuando algo no cierra del todo, cuando una pregunta queda latiendo.
Este viaje oculto no respeta
calendarios ni currículos. A veces ocurre años después de haber escuchado una
frase, de haber vivido una experiencia. Otras veces se detiene largo tiempo,
aparentemente estancado, hasta que una chispa —una pregunta ,un encuentro, un
error, una nueva visión lo reactiva y lo hace avanzar.
Aprender no es simplemente
acumular conocimientos, es cambiar significativamente la experiencia. Para
aprender significativamente se debe relacionar los nuevos ¨conocimientos¨ con
los conceptos y proposiciones relevantes que ya se conoce , es la propuesta de
D. Ausubel ,enseñar a partir de lo que ya se sabe .El aprendizaje es, sobre
todo, un proceso de transformación interna: pasamos de la ignorancia a la
destreza, pero también del desconcierto a la confianza. Sin embargo, este
recorrido no siempre es visible.
Y hay un pasajero especial
en este viaje: discreto, incómodo a veces, pero imprescindible. La
epistemología. No siempre se la nombra, pocas veces se la enseña
directamente, pero actúa como un polizón necesario que acompaña todo
proceso de aprender. Ella ofrece herramientas muy importantes, mapas, diagramas,
tablas , diagramas de flujo… y fundamentalmente preguntas clave: ¿cómo sé lo
que creo saber?, ¿desde dónde lo miro?, ¿cuál es la calidad de mi evidencia?,
¿qué sesgos me acompañan?, ¿qué método uso, aunque no me dé cuenta?
Las herramientas
epistemológicas —desde una simple tabla de doble entrada hasta el mapa
conceptual, el pensamiento abductivo o la lógica informal— no son adornos
académicos: son parte del equipo de navegación para quien transita el
aprendizaje significativo. Ayudan a orientarse en medio del caos, a detectar
los propios errores de interpretación, a reconstruir caminos de sentido.
En este navegar muchas veces
ignoramos o no tenemos GPS cognitivo para saber en qué punto del camino
estamos. Por eso, ciertos modelos nos ofrecen mapas esclarecedores. Uno de
ellos —atribuido a veces a Abraham Maslow, aunque desarrollado más claramente
por Noel Burch en los años 70— describe el aprendizaje como una secuencia de cuatro
etapas: de la incompetencia inconsciente a la competencia inconsciente. A
primera vista, parece un esquema técnico. Pero si lo miramos con atención,
esconde una lección más honda: aprender es también aprender a vernos.
1.
Incompetencia inconsciente: no saber que no sabemos
Esta es la fase cero del
aprendizaje. Ignoramos que existe algo que no sabemos. No hay ansiedad, ni
esfuerzo, ni expectativa: simplemente no hay conciencia del vacío. Desde cierto
punto de vista, es una forma de paz. En este estado, no hay movimiento
porque no hay ni siquiera una pregunta. ¿Puede haber algo peor? Tal vez no.
Porque desde aquí, no se vislumbra siquiera la posibilidad de crecer.
2.
Incompetencia consciente: saber que no sabemos
Aquí es donde ocurre un
primer despertar. Tomamos contacto con algo que nos falta: una habilidad, un
conocimiento, una práctica. Y lo más importante, nos damos cuenta de que no
lo tenemos. Este momento puede ser incómodo, incluso doloroso. Es cuando la
ignorancia se hace visible, y con ella aparece la frustración. Pero también es
el inicio del aprendizaje verdadero. Como decía Sócrates, “solo sé que no sé
nada”: esa conciencia no es el final, sino el inicio del pensamiento.
Y aquí aparece la llave: la pregunta. Preguntarnos por
qué no sabemos, cómo se hace, quién puede enseñarnos, qué nos falta. La
pregunta marca el cruce entre la pasividad de la ignorancia y el impulso del
aprendizaje. Es en esta etapa donde el deseo de aprender se vuelve
explícito.
Como diría Paulo Freire: “Preguntar
es inseparable del acto de conocer, saber que no sabemos es, paradójicamente,
el punto más fértil de todos, preguntar es el inicio del diálogo y el fin del
silencio estéril."
3.
Competencia consciente: saber hacer, pero con esfuerzo
Con la práctica y
dedicación, la habilidad comienza a tomar forma. Ya podemos hacer eso que antes
parecía imposible, pero lo hacemos con ¨atención plena¨, sin descuidar ningún
paso. Pensamos mientras actuamos, corregimos mientras avanzamos. Es la etapa
del esfuerzo deliberado, de conciencia en acción. Aquí el aprendizaje se vuelve
visible, aunque aún no es natural , exige concentración. Esta es una etapa
crucial, algunos se frustran y se detienen aquí. Otros persisten hasta que la
acción se vuelve casi instintiva.
"La
adquisición de una habilidad comienza por el hábito, pero no se completa sin
reflexión."
Charles S. Peirce
4.
Competencia inconsciente: saber hacer sin pensar
Finalmente, tras suficiente
experiencia, la habilidad se incorpora. Ya no pensamos en cada paso, porque el
cuerpo o la mente los ejecutan sin pedir permiso. Es el momento en que decimos:
“me sale solo”. Entramos en modo automático, y eso nos da eficiencia,
confianza. Pero también puede traer un riesgo: olvidar cómo llegamos hasta
aquí. Porque toda competencia inconsciente necesita, de vez en cuando, un contacto
a tierra. El piloto automático funciona bien, hasta la próxima tormenta.
Adenda
Un determinante crucial del viaje: es el modelo SECI de Nonaka y Takeuchi. Este modelo describe la
dinámica espiral entre conocimiento tácito y explícito a través de cuatro
procesos:
- Socialización (tácito a tácito)
imitación
- Exteriorización (tácito a explícito):
el momento clave, el umbral epistemológico: cuando lo vivido, lo
sentido, lo intuido se pone en palabras, esquemas o metáforas.
- Combinación (explícito a
explícito): articulación, reorganización, construcción compartida.
- Internalización (explícito a tácito):
cuando lo aprendido se encarna, se automatiza, se vuelve parte del hacer.
El paso entre el saber encarnado y el saber
compartido —ese umbral— es el verdadero momento epistémico del viaje. Sin esa
exteriorización, el conocimiento se queda en experiencia privada. Con ella, se
convierte en patrimonio colectivo, en objeto de diálogo, crítica y mejora.
Peirce y
Popper: dos GPS indispensables En este
tránsito entre lo tácito y lo explícito, Peirce y Popper ofrecen dos GPS
distintos pero complementarios:
Charles S. Peirce, con su idea de la abducción, rescata el valor del asombro, la
conjetura, la intuición lógica que nace ante un hecho inesperado. Su enfoque
muestra que el conocimiento no empieza con certezas, sino con hipótesis
plausibles que surgen de una lógica del descubrimiento.
Karl Popper, en
cambio, pone el foco en la crítica y la falsación. No le interesa tanto
cómo surgen las ideas, sino cómo se ponen a prueba. Para él, la ciencia (y el
conocimiento serio) avanzan cuando nos atrevemos a confrontar nuestras
creencias con la realidad, buscando activamente su refutación.
Ambos representan momentos del viaje: Peirce nos ayuda a entrar
con intuición creativa; Popper, a salir del autoengaño con
espíritu crítico. Peirce es el guía de la búsqueda inicial; Popper, el
centinela de la honestidad epistémica.
Conclusión
: Este modelo de cuatro etapas no es solo un
mapa del aprendizaje, es también un GPS para la vida cotidiana. Nos recuerda
que cada persona que hoy domina algo, alguna vez no sabía que no sabía. Que
toda habilidad comienza con una inquietud. Que toda maestría, se debe revisar. Y
que la pregunta no es solo el umbral del saber, sino también su guardiana.
Aprender y aprender a
aprender , definitivamente es aprender a hacernos preguntas una y otra vez. A
reconocer cuándo volvemos a no saber. Porque en un mundo de incertidumbre,
saber hacer sin pensar puede ser tan peligroso como no saber que no sabemos. Debemos
volver cuando sea necesario al asombro, al inicio, a la pregunta: a eso tan
esquivo del aprendizaje más profundo.
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