NO CORRELACIONAR EL ERROR
¿Y si nos equivocamos?
El domingo de café 04
12 16, Miguel nos preguntó si el
error es lo mismo que la equivocación, le
dije que para mí había algunas diferencias, pero como no sabía
concretamente en que consistían, asumí el compromiso de buscarlas. En 5to año, en filosofía nos
habían planteado interrogantes acerca de la verdad, el error, la ignorancia y
sus diferencias, pero no recuerdo específicamente que se tratara algo acerca de
las equivocaciones.
Encontré algo que me pareció
iluminador: La equivocación puede deberse a factores como ansiedad,
apuro, falta de atención o distracción, pero no implica necesariamente una
falla en el contenido de verdad. Es decir, el procedimiento puede estar bien
formulado, pero la ejecución es deficiente. Por eso, suele ser subsanable
al revisar lo hecho.
En cambio, el error
implica una falla conceptual, una deficiencia en el contenido de verdad,
ya sea de una idea, un juicio o un razonamiento. No se corrige simplemente
prestando más atención: requiere una revisión del pensamiento de fondo.
Esto da para mucho más. Y, para empezar,
veamos cómo se relacionan el error, la equivocación y el cálculo de
probabilidades a través de un ejemplo notable.
El primero que se aventuró hace más de un siglo a hablar de sabiduría colectiva fue Francis Galton, que como todo personaje importante tuvo aciertos y
de los otros. El de la ¨sabiduría colectiva¨ es uno de sus aciertos. La
historia que nos relata F. Galton tuvo lugar 1906 en Inglaterra y su actor
principal fue un buey, los actores de reparto fueron 800 personas de distintos
niveles de educación, que hicieron cola para apostar previo pago de un boleto, cuál era el peso del
actor principal una vez sacrificado. El premio era importante.
Algunos subestimaron, otros sobreestimaron el peso.
Pero F. Galton que no era apostador, utilizo estos datos y los ordeno en una campana de Gauss, calculo la media y con esto obtuvo un valor
que fue una libra menos que el peso real del buey protagonista. El trabajo fue
publicado en Nature, una
revista prestigiosa.
Pasarían décadas para que la informática nos permitiera a través del aporte de multitudes,
hacernos participe de la sabiduría
colectiva. Posteriormente
aparecieron otros ejemplos utilizando la teoría de Galton, tales como el de
saber cuántos caramelos hay en un frasco o cosas por el estilo, por supuesto
era solo en apariencias un entretenimiento inocente como tantas otras ofertas
que algunos genios que nos hacen llegar cosas complejas con disfraces simples.
Este problema es de cuantificación, la información requerida es la media, y el
método estadístico es el de probabilidad frecuencial.
Cuando se pide
opiniones en reuniones de expertos, no se debe dejar de pensar en la
importancia de la independencia del
error, ya que el intercambio de información reduce el valor de las
observaciones o de las opiniones. Esto en oportunidades es un punto en contra de la tormenta de ideas
clásica, donde las opiniones son compartidas y en favor de la forma hibrida
donde primero cada uno aporta privadamente lo suyo y luego informa al equipo.
Las ideas básicas; importancia de la
independencia del error, el valor de la diversidad, el volumen de la muestra,
de las circunstancias adecuadas y un método que las unifique, elementos para lograr el saber
colectivo. Así, se nos hace más claro porque juntos, independiente de los
niveles intelectuales podemos equivocarnos menos —no porque pensemos igual, sino porque pensamos distinto, pero
convergemos desde nuestras diferencias. Esa es la base del saber colectivo. Puntos en favor Galton , puntos en contra es el creador
y promotor de la Eugenesia.
Epílogo:
errar juntos o aprender juntos
Equivocarse es parte de nuestra condición
humana. Pero cuando la equivocación es diversa e independiente, puede ser el
punto de partida de una verdad compartida. En cambio, cuando el error
conceptual es común y no se cuestiona, puede propagarse como un virus.
La sabiduría colectiva no es la suma de nuestras certezas, sino el resultado
de nuestras diferencias bien organizadas.
Como decía
un laborista del café: equivocarse, sí…
pero que valga la pena.
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