martes, julio 29, 2025

¿Cuál es el sentido de la vida?

 

  ¿Cuál es el sentido de la vida?

Hace años, en una de esas charlas de café que se quedan en la memoria, Cacho nos regaló una pregunta: ¿Cuál es el sentido de la vida? Días atrás, en una tarde de café con Carlos,  en lo de Marta, volvió a formularla, como quien no se resigna a no saber. Y eso no hace sino confirmar que hay preguntas que no envejecen, que nos esperan siempre . Preguntas que, más que respuestas, exigen imaginación y búsqueda. Hoy intento, sin ánimo de cerrar nada, reformular una respuesta abierta, provisoria, que articula tres visiones la de Maturana, la de Harari, la de Demócrito.

H.Maturana en su libro  Del ser al hacer. Los orígenes de la biología del conocer, sobre la esencia de la vida, responde: “La vida no tiene un significado, no tiene un sentido, no sigue un programa de progreso evolutivo. El sentido de un ser vivo consiste en ser lo que es.”  Una afirmación tautológica , pero  que expresa : vivir es ya sentido. No hay fin último, no hay trascendencia. El ser humano tiene por finalidad ser humano. El perro, ser perro. Ninguno responde a un plan externo.

Desde su teoría de la autopoiesis, Maturana describe a los seres vivos como redes moleculares que se producen a sí mismas. Sistemas cerrados en su organización, pero abiertos al intercambio de materia y energía. La vida, no persigue una meta fuera de sí: se justifica en su propia coherencia operacional. Mientras esa coherencia se mantiene, hay vida. Cuando se detiene...

Si bien lo humano, en ese marco, no tiene un fundamento trascendental, tiene una raíz afectiva: “Todo lo bueno en el vivir humano pertenece al dominio de lo efímero. Y es en ese dominio donde existe el amor como fundamento y fuente de la dicha.” La tautología blindada  podrá gustar o no pero el cierre es esencia.

Y.N.Harari: En Homo Deus, recoge la misma visión biológica que Maturana: no hay plan, no hay sentido dado. Pero agrega algo más: El antídoto contra una existencia sin sentido lo proporciona el humanismo, que venera la experiencia humana y la convierte en fuente de sentido para todo el universo.”

Reconoce que el libre albedrío, tal como lo entendemos, es probablemente una ilusión construida por algoritmos bioquímicos. Pero también reconoce que necesitamos relatos. La ciencia nos muestra que somos una asamblea de procesos, sin un “yo” central. Sin embargo, el yo narrador insiste en crear una historia: de la infancia, del amor, del país, del futuro. No porque esa historia sea cierta, sino porque la necesitamos para vivir. Harari no busca sentido en el origen, sino en el presente narrado. Frente a un Universo indiferente, la conciencia humana inventa, sostiene y reinventa un relato. Y ese relato, aunque frágil, nos sostiene.

Demócrito: vacío, azar y necesidad : Hace más de dos milenios, Demócrito propuso una tríada que parece escrita para la física cuántica: vacío, azar y, necesidad. Todo está hecho de átomos que se mueven en el vacío. No hay fines. No hay dioses. Solo estructura, choques y combinaciones. Pero con un margen de azar que introduce novedad. El vacío ,no es la nada, es potencia, condición de posibilidad del movimiento, del encuentro, de la alteridad. El azar es el desvío, la contingencia, la sorpresa. No es caos total, pero tampoco destino fijo. La necesidad es la lógica,  la ley de los procesos: si A choca con B, necesariamente ocurre C.

Maturana podría ser leído como un Demócrito del siglo XX: no hay propósito externo, pero sí estructura interna que se autorregula. La vida no tiene sentido trascendente, pero sí coherencia funcional. El azar aparece en la evolución, en las mutaciones, en los acoplamientos estructurales. El vacío se insinúa en el espacio entre el organismo y su entorno, ese lugar donde cada ser traza su mundo perceptivo. Y Harari también podría entenderse desde esta tríada: el azar de la historia, la necesidad cultural de narrar, y el vacío existencial que todo lo atraviesa.

Cacho quiere más y, pregunta:  ¿Si somos un espermatozoide, somos  el mejor, el elegido, el destinado? Y se responde; no, solo el que llegó, porque sí, porque las condiciones se dieron, porque el azar jugó su partida. Y así aparecimos. Su determinismo aparece con más fuerza.

Epilogo
Cada uno tendrá su opinión, pero lo que podemos acordar es que Demócrito sonríe y, nos sigue diciendo el sentido de la vida no está escrito en ninguna parte. Se construye en la tensión entre lo biológico, lo narrativo, lo azaroso y lo cotidiano. Pero sin lugar a duda  todos estaremos de acuerdo con lo que decía el filósofo Woody Allen: A veces lo más importante no es de dónde venimos ni adónde vamos, sino simplemente: ¿Qué vamos a cenar esta noche?

 

 

 

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