¿Cuál es el sentido de la vida?
Hace años, en una de esas
charlas de café que se quedan en la memoria, Cacho nos regaló una
pregunta: ¿Cuál es el sentido de la vida? Días atrás, en una tarde de
café con Carlos, en lo de Marta, volvió
a formularla, como quien no se resigna a no saber. Y eso no hace sino confirmar
que hay preguntas que no envejecen, que nos esperan siempre . Preguntas que,
más que respuestas, exigen imaginación y búsqueda. Hoy intento, sin ánimo de
cerrar nada, reformular una respuesta abierta, provisoria, que articula tres visiones
la de Maturana, la de Harari, la de Demócrito.
H.Maturana en su libro
Del ser al hacer. Los orígenes de
la biología del conocer, sobre la esencia de la vida, responde: “La
vida no tiene un significado, no tiene un sentido, no sigue un programa de
progreso evolutivo. El sentido de un ser vivo consiste en ser lo que es.” Una afirmación tautológica , pero que expresa : vivir es ya sentido. No
hay fin último, no hay trascendencia. El ser humano tiene por finalidad ser
humano. El perro, ser perro. Ninguno responde a un plan externo.
Desde su teoría de la autopoiesis,
Maturana describe a los seres vivos como redes moleculares que se producen a sí
mismas. Sistemas cerrados en su organización, pero abiertos al intercambio de
materia y energía. La vida, no persigue una meta fuera de sí: se justifica
en su propia coherencia operacional. Mientras esa coherencia se mantiene,
hay vida. Cuando se detiene...
Si bien lo humano, en ese
marco, no tiene un fundamento trascendental, tiene una raíz afectiva: “Todo lo
bueno en el vivir humano pertenece al dominio de lo efímero. Y es en ese
dominio donde existe el amor como fundamento y fuente de la dicha.” La
tautología blindada podrá gustar o no
pero el cierre es esencia.
Y.N.Harari: En Homo
Deus, recoge la misma visión biológica que Maturana: no hay plan, no hay
sentido dado. Pero agrega algo más: “El antídoto contra una
existencia sin sentido lo proporciona el humanismo, que venera la
experiencia humana y la convierte en fuente de sentido para todo el universo.”
Reconoce que el libre
albedrío, tal como lo entendemos, es probablemente una ilusión construida por
algoritmos bioquímicos. Pero también reconoce que necesitamos relatos. La
ciencia nos muestra que somos una asamblea de procesos, sin un “yo” central.
Sin embargo, el yo narrador insiste en crear una historia: de la
infancia, del amor, del país, del futuro. No porque esa historia sea cierta,
sino porque la necesitamos para vivir. Harari no busca sentido en el
origen, sino en el presente narrado. Frente a un Universo indiferente, la
conciencia humana inventa, sostiene y reinventa un relato. Y ese relato, aunque
frágil, nos sostiene.
Demócrito: vacío, azar y necesidad : Hace más de dos milenios, Demócrito
propuso una tríada que parece escrita para la física cuántica: vacío, azar
y, necesidad. Todo está hecho de átomos que se mueven en el vacío. No hay
fines. No hay dioses. Solo estructura, choques y combinaciones. Pero con un
margen de azar que introduce novedad. El vacío ,no es la nada, es potencia, condición de posibilidad
del movimiento, del encuentro, de la alteridad. El azar es el desvío, la contingencia,
la sorpresa. No es caos total, pero tampoco destino fijo. La necesidad es la lógica, la ley de los procesos: si A choca con B,
necesariamente ocurre C.
Maturana podría ser leído
como un Demócrito del siglo XX: no hay propósito externo, pero sí
estructura interna que se autorregula. La vida no tiene sentido trascendente,
pero sí coherencia funcional. El azar aparece en la evolución, en las
mutaciones, en los acoplamientos estructurales. El vacío se insinúa en el
espacio entre el organismo y su entorno, ese lugar donde cada ser traza su
mundo perceptivo. Y Harari también podría entenderse desde esta tríada: el azar
de la historia, la necesidad cultural de narrar, y el vacío existencial que
todo lo atraviesa.
Cacho quiere más y, pregunta: ¿Si somos un espermatozoide, somos el mejor, el elegido, el
destinado? Y se responde; no, solo el que llegó, porque sí, porque las
condiciones se dieron, porque el azar jugó su partida. Y así aparecimos. Su
determinismo aparece con más fuerza.
Epilogo
Cada uno tendrá su opinión, pero lo que podemos acordar es que Demócrito sonríe
y, nos sigue diciendo el sentido de la vida no está escrito en ninguna parte.
Se construye en la tensión entre lo biológico, lo narrativo, lo azaroso y lo cotidiano.
Pero sin lugar a duda todos estaremos de
acuerdo con lo que decía el filósofo Woody Allen: A veces lo más
importante no es de dónde venimos ni adónde vamos, sino simplemente: ¿Qué
vamos a cenar esta noche?
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